Volver a andar lo andado
El borrón ante el Villarreal, un acicate más para que Almeyda asiente lo ya trazado en la construcción de su modelo
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Todo el mundo tiene derecho a equivocarse. El error es una consecuencia normal –y hasta necesaria– en el proceso de aprendizaje y Matías Almeyda tenía que pagar en algún momento la novatada de ser un neófito en una liga del top 5 europeo, en donde no se permite andar por el filo de la acera. Lo hizo el argentino con su gestión de los cambios y ya se ha dado cuenta de que 20 minutos (25 como mínimo con el descuento) es un mundo para andar sin ninguna posibilidad de sustitución en un torneo mucho más exigente que los que ha conocido, con todo el respeto al nivel futbolístico de países como Argentina, Estados Unidos, México o Grecia.
En su argumento de los 8 cambios y el físico de los futbolistas poco se le puede decir desde fuera a quien más información tiene de primera mano y quien mejor debe saber manejar los recursos de su plantel. En lo otro sí, y cabe exigirle que al menos se deje asesorar por ayudantes que tiene en su equipo que no vienen con él sino que son sevillanos y que están igual o seguramente mejor preparados que los de su cuerda.
Lo que no es de recibo es que el Sevilla convirtiera los últimos 25 minutos del duelo ante los castellonenses en una especie de final agónico de una eliminatoria de Copa. Perder un partido a la contra jugando en inferioridad numérica debería para cualquier entrenador ser motivo suficiente para llevarse una semana escondido.
Curiosamente, en un Sevilla-Villarreal parecido, Marcelino era destituido como entrenador del equipo nervionense. Acosado por las críticas y también los resultados –lo del Hannover 96 no se le perdonó nunca–, se volvió loco y convirtió un partido de Liga en el Sánchez-Pizjuán en algo parecido a una eliminatoria de Copa. Era ganar o morir. Y acabó muerto.
Para suerte de los equipos que después entrenó el asturiano, aquello le sirvió para aprender y para convertirse en el técnico que hoy es, manejando una plantilla de Champions, lo que no pudo en el Sevilla.
Hoy, en un horario enemigo del fútbol en este país, tienen la ocasión Almeyda y su grupo de volver a andar lo andado, de demostrar que un accidente no debe hacer cambiar la hoja de ruta y que lo que quiere construir, si le dejan, es un proyecto creíble y realizable con los materiales que le han dado. Vallecas, a diferencia de la última plaza conquistada, Mendizorroza, es un escenario que históricamente sí ha dejado alegrías a los sevillistas. Y si la victoria en casa se está resistiendo, lo mejor que puede hacer este nuevo Sevilla es agarrarse al juego desinhibido que practica lejos de la tensión y los gritos contra el palco del Sánchez-Pizjuán. Si es así, peccata minuta.
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