Elisabeth Fritzl: del cautiverio a la lucha por una vida normal
Más de un año después de su liberación y dos meses tras la condena a cadena perpetua de su verdugo, su propio padre, poco se sabe de la vida de la hija del carcelero de Amstetten y de sus niños.
Elisabeth Fritzl, que pasó 24 años de su vida encerrada en un sótano, ha desaparecido de nuevo, aunque esta vez voluntariamente para proteger su intimidad y la de sus hijos, con la intención de recuperar una vida que le fue arrebatada a los 18 años.
Más de un año después de su liberación y dos meses tras la condena a cadena perpetua de su verdugo, su propio padre, poco se sabe de la vida de la hija del carcelero de Amstetten y de sus niños. La más reciente información, hecha pública por la prensa amarilla austríaca, asegura que Elisabeth está teniendo éxito en sus esfuerzos por reconstruir una vida normal.
El diario Österreich acaba de publicar que la mujer mantiene una relación sentimental con uno de los guardaespaldas que la protegen del acoso de la prensa. Según esa información, la pareja vive junto a los hijos de Elisabeth en una pequeña localidad, donde ella se recupera a tal ritmo que incluso ha abandonado las sesiones de terapia y ha obtenido el permiso de conducir. El artículo es la primera noticia sobre Elisabeth desde que el pasado mes de marzo terminó el juicio que condenó a su padre por asesinato, violación y esclavitud, entre otros cargos.
A diferencia de Natascha Kampusch, la chica secuestrada durante ocho años y que poco después de escapar de su captor accedió a aparecer en una entrevista en televisión, Elisabeth ha decidido mantenerse alejada de la opinión pública. La tarea no ha sido fácil. Tras destaparse el caso de incesto y violación, la mujer, de 43 años, se refugió en una clínica con sus seis hijos, los tres que vivieron en el sótano con ella y los que fueron adoptados por su padre. Allí soportaron el primer asedió de la prensa y de los paparazzi y desde allí agradeció, mediante un mural, el interés de la opinión pública y las muestras de solidaridad llegadas de todo el mundo. Pero ese fue su único contacto con el mundo. Ni entrevistas, ni exclusivas, ni fotos.
En febrero, el tabloide británico The Sun logró robar una instantánea de Elisabeth paseando con su hija en la localidad a la que se habían mudado. El periódico difuminó el rostro y la prensa austríaca reprodujo la foto ocultando la faz de ambas mujeres. Después de eso, se sabe que la mujer acudió de incógnito a la sala donde su padre era juzgado. Así, fue testigo de cómo el criminal se enfrentó a su testimonio acusatorio, en forma de un vídeo de 11 horas en el que ella relató al jurado los 24 años de "martirio inimaginable", como lo definió la fiscal del caso, a que le sometió a ella y a sus hijos. Una presencia que, según la propia defensa de Fritzl, acabó por derrumbar al acusado y le hizo admitir su culpa de todos los delitos.
El caso Fritzl desató un fuerte debate en Austria sobre el derecho a la información y el respeto a la intimidad, en cuya defensa las autoridades bloquearon el acceso de los medios al testimonio de Elisabeth y a los detalles más escabrosos del caso. Aunque el juicio estuvo parcialmente abierto a la prensa, la cuidada dosificación de la información hecha pública provocó las críticas de decenas de periodistas que acudieron en tropel a cubrir el proceso y que se encontraron con poco material para montar sus historias.
La familia de Elisabeth, que ha cambiado de nombre y se marchó a vivir a otra región del país, ha logrado así, de momento, mantener más o menos incólume su intimidad. Algo que puede cambiar ahora con la anunciada publicación de las memorias de Josef, internado en una institución psiquiátrica para delincuentes y que, según Österreich, planea vender al mejor postor. Antes, tendrá que organizar su mudanza, ya que las autoridades austríacas anunciaron que el condenado será trasladado al pabellón psiquiátrico de una prisión en la región de Baja Austria, donde, en principio, pasará el resto de sus días.
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