Cinco poemas para celebrar el Día de la Poesía

El día 21 de marzo comenzó a conmemorarse desde 2001 con la finalidad de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y ser un vehículo de comunicación artística.

Irene Cantero y la poesía de los cuerpos celestes

García Montero y Almudena Grandes.
García Montero y Almudena Grandes.
Redacción

21 de marzo 2022 - 17:45

El 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía, un momento perfecto para aprovechar y dejarse abrazar por este bello género literario. Autores como Antonio Machado, García Montero o el cubano José Ángel Buesa han sabido calar en el sentir de los afortunados que se han asomado a sus obras. También, autoras destacadas en nuestra historia como Gabriela Mistral, Gloria Fuertes o Rosalía de Castro.

El día 21 de marzo comenzó a conmemorarse desde 2001 con la finalidad de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y ser un vehículo de comunicación artística. Con la celebración de este día se pretende promover la enseñanza y el aprendizaje de la poesía, fomentar la tradición oral de los recitales poéticos, apoyar a las pequeñas editoriales y crear una imagen atractiva de este género.

Cinco poemas para celebrar el Día de la Poesía

Dentro de este género existen diversos estilos y autores. Desde los poemas órficos y sus peculiaridades hasta la poesía de la experiencia de García Montero. Aquí ofrecemos una pequeña muestra de algunos poemas, para celebrar juntos este género literario, a veces tan olvidado.

Completamente viernes (García Montero)

Por detergentes y lavavajillas

por libros desordenados y escobas en el suelo

por los cristales limpios, por la mesa

sin papeles, libretas no bolígrafos,

por los sillones sin periódicos

quien se acerca a mi casa

puede encontrar un día

completamente viernes.

Como yo me lo encuentro

cuando salgo a la calle

y está la catedral

tomada por el mundo de los vivos

y en el supermercado

junio se hace botella de ginebra

embutidos y postre,

abanico de luz en el quiosco

de la floristería,

ciudad que se desnuda completamente viernes.

Así mi cuerpo

que se hace memoria de tu cuerpo

y te presiente

en la inquietud de todo lo que toca,

en el mando distancia de la música,

en el papel de la revista,

en el hielo deshecho

igual que se deshace una mañana

completamente viernes.

Cuando se abre la puerta de la calle,

la nevera adivina lo que supo mi cuerpo

y sugiere otros título para este poema:

completamente tú,

mañana de regreso, el buen amor,

la buena compañía.

Poema de la despedida (José Ángel Buesa)

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.

Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.

No sé si me quisiste... No sé si te quería...

O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,

me lo sembré en el alma para quererte a ti.

No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;

pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,

y el corazón me dice que no te olvidaré;

pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,

tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,

mi más hermoso sueño muere dentro de mí...

Pero te digo adiós, para toda la vida,

aunque toda la vida siga pensando en ti.

Retrato (Antonio Machado)

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido

—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;

mas recibí la flecha que me asignó Cupido

y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,

pero mi verso brota de manantial sereno;

y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,

soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;

mas no amo los afeites de la actual cosmética

ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera

mi verso como deja el capitán su espada:

famosa por la mano viril que la blandiera,

no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo

—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;

mi soliloquio es plática con este buen amigo

que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debeisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

el traje que me cubre y la mansión que habito,

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje

y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.

Poema XX (Pablo Neruda)

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,

y titilan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa,

y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Invitación al viaje (Amalia Bautista)

¿Cuándo iremos al mar,

tú y yo, juntos y solos?,

¿Cuándo podremos ir al mar?, ¿podremos?,

¿iremos algún día tú y yo al mar?

no conozco la arena entre tus dedos,

ni el olor de la crema protectora en tus hombros,

no he escuchado contigo el rumor de las olas,

ni he besado la sal en nuestros labios.

No sé lo que es quedarse

a tu lado en silencio mirando el horizonte.

No he visto el mar contigo.

No sé lo que es el mar.

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