El valor de la tierra y el empeño en acabar con ella
Anuario Agricultura & Alimentación 2023
La tierra, esa que merece la pena trabajar, por la que vale la pena luchar y hasta morir si es preciso, es la base sobre la que todo se sustenta
“La tierra es lo único del mundo por lo que vale la pena trabajar, por lo que vale la pena luchar, por lo que vale la pena morir, porque es lo único que perdura” (Gerald O’Hara, ‘Lo que el viento se llevó’, de Margaret Mitchell)
No puedo estar más de acuerdo con la frase que pronuncia Gerald O’Hara en la mítica película ‘Lo que el viento se llevo’, adaptación de la novela de Margaret Mitchel del mismo título. La tierra, esa que merece la pena trabajar, por la que vale la pena luchar y hasta morir si es preciso, es la base sobre la que todo se sustenta. Los demás pasamos y ella permanece ahí, a la espera de nuevos trabajadores, de nuevos propietarios, de nuevos agricultores, de nuevos productores que van a tratar de dar lo mejor de si mismos para hacerla productiva, mantenerla viva y generar los alimentos que nos permiten vivir.
Pero tanto romanticismo, aderezado de la magia de la lectura o de las imágenes de una película son, con seguridad, sólo la parte noble de aquello a lo que aspiramos, de aquello que se convierte en un sueño, pero que sólo nos provoca un quebradero de cabeza tras otro.
El volumen que usted tiene en su mano del Anuario de Agricultura, que el Grupo Joly edita cada año para poner en valor un sector que cotiza al alza, trata o quiere convertirse en el vehículo perfecto que ayude al campo a avanzar en autoestima, a la vez que pone en valor el trabajo de los miles y miles de agricultores que amanecen cada día mirando al cielo para que llueva; y si lo hace, que no sea de forma torrencial. Pero es que a la vez otean de soslayo los mercados para conocer el valor de sus productos y la diferencia que existe entre lo que ellos perciben y lo que alcanzan en los supermercados. Y por si no hubiera bastante, están pendientes de una inflación galopante que acaba, a poco que te descuides, con el muchas veces escaso beneficio que el trabajo de la tierra genera.
De eso precisamente va nuestro Anuario de Agricultura de este año. Del incremento descomunal de los costes de cultivo y de los precios que se alcanzan por lo producido. Del difícil reto de equilibrar presupuesto y de inclinar la balanza del lado de aquellos que son, si no el único, si uno de los eslabones claves de la cadena de producción.
Porque de nada vale obtener un rendimiento notable, pongamos por caso el precio del aceite (ahora disparado) o de otros productos básicos, si no hay producción, si la sequía amenaza los cultivos, el granizo te derrumba el invernadero y el abono o los fitosanitarios son prohibitivos. Estamos ante un equilibro del fiel de la romana, balanza si quieren en términos más actuales, que lamentablemente casi nunca se decanta del lado más débil.
Somos desde hace décadas los que alimentamos los paladares de los europeos más selectos y de los que no son tanto. Desde Irlanda a Polonia o desde Francia a Noruega, los productos andaluces, extremeños o murcianos, por poner algunos ejemplos de lo que este país es capaz de ofertar, son casi insustituibles en las mesas de 500 millones de continentales. La demanda, por fortuna, no para de crecer, aunque los intentos de dañar la imagen de aquellos que les dan de comer o llenan sus estómagos van en paralelo a nuestra capacidad de mejorar, avanzar, seleccionar y producir los productos de la huerta con más sabor y ecológicos de cuantos se puedan encontrar en los mercados.
No quiero decir con ello, tampoco lo pretendo, que no exista margen de maniobra para mejorar y, claro está, que no cometamos errores. Como las meigas en Galicia, ‘haberlos haylos’. Avanzada la premisa hay que reconocer los esfuerzos de las administraciones competentes, pero sobre todo de los agricultores y de los empresarios del sector, en ir casi por delante de los tiempos o de lo que demandan los mercados. Fuimos capaces de caminar en la senda del residuo cero, convertimos nuestras plantaciones en fábricas limpias de ecología, nos aliamos con los “bichos buenos” para acabar de forma eficaz y ecológica con las plagas y avanzamos en la búsqueda de soluciones a los residuos plásticos y orgánicos como, posiblemente, no se haga en ningún lugar del mundo.
Por delante tenemos ahora un nuevo reto morrocotudo, hablando de forma coloquial. Fuimos tierra de emigrantes y ahora somos receptáculo de aquellos que llegan en busca de un futuro mejor. Afirmar que las condiciones de vida de todos son buenas me parece una mentira con las patitas muy cortas. Es una aseveración si no falsa, sí carente de los elementos y condimentos de una verdad. Dicho esto, no lo es menos que los propios empleadores trabajan cada día en mejorar las condiciones de sus empleados, ya no económicamente, que también, si no encontrando soluciones habitacionales que les permitan vivir con dignidad. En todos los casos, claro está, no está solucionado y, posiblemente no se haga en años. Entre otras razones porque cuando una familia sale de una vivienda chabolista la ocupa otro que acaba de llegar. Un poco la parábola del ‘sabio pobre y mísero...’.
Pero de ahí a que sea la propia la administración la que aliente campañas difamantes hacia un sector empleador y que crea riqueza a nivel nacional media un abismo. Digo esto, porque todavía espero a los responsables de la administración nacional abrir la boca para desautorizar la campaña de Justicia Alimentaria en la que deja, por ser suaves, en un indecente mal lugar a la agricultura de esta tierra. Si no ayudan trabajando en positivo, que es lo que esperamos, al menos deben controlar qué destino tienen los fondos que reciben las asociaciones y cómo los usan. Sólo con ver la campaña antes, el problema se habría evitado.
Y el agua, fuente vida y responsable junto con el clima de que nuestra tierra sea líder en producción, líder en facturación, líder en tecnología, líder en innovación y líder en agricultura ecológica. El agua convertida en el bien más preciado y en objeto de luchas intestinas entre los unos y los otros, los otros y los unos, para tratar de desgastar el contrario con discusiones absurdas, que lo único que logran es incrementar la lucha entre territorios, cuando de lo que se trata es de un reparto justo, equitativo, con criterio y buscando su uso en otros territorios cuando las necesidades de aquellos que la tienen estén satisfechas.
En tiempos de sequía como el que vivimos, con periodos cada vez más prolongados de escasez, no se trata de dividir. Al contrario, se trata de trabajar en soluciones comunes para, de la mano, crecer en sostenibilidad, producción y capacidad de afrontar los tiempos de carencia que se ya están aquí.
Sorprende, y quizá hasta me duele, comprobar como aquellos que dicen lideran nuestros destinos desconocen en la mayoría de las ocasiones el problema y su solución. A veces, incluso, tengo la sensación de que más que apagar el incendio, lo que se hace es inyectar más gasolina a la pira para que arda mejor.
No cabe descartar ninguna de las soluciones posibles. Trasvases, desaladoras, sondeos, todas son válidas siempre que medioambientalmente sean sostenibles. No se trata, entiendo, de avanzar en el daño al planeta, sino de luchar por la sostenibilidad, a la vez que se mejora la producción y la calidad de lo que tenemos. Soy consciente de que aquello de “La despensa de Europa” es un concepto manido, pero si lo piensan bien seguro que atisban que es una realidad no discutible y manifiesta.
Se pueden arbitrar todas las medidas que sea crean acertadas en la búsqueda de esta sostenibilidad, pero el trato debe ser igualitario para todos. En tiempos de globalización poner “puertas al campo” no es la solución. De lo que se trata es de producir más y mejor y con calidad suprema. Dicho esto, no cabe que cualquier producto que nos llegue de fuera no tenga, cuanto menos, los mismos controles de calidad que lo producido en esta tierra deba pasar. Una premisa que ahora no se cumple y, si me aprietan, hasta soy capaz de consensuar que no en todos los casos.
Aunque quien crea que desde el conservadurismo o la mal entendida protección lograremos que mejoren los precios va errado. Los tiempos, por más que nos empeñemos avanzan una barbaridad, parafraseando a Don Hilarión en La Verbena de la Paloma: O te adaptas o te pasan por encima sin preguntar. No hay alternativa.
El producto que usted tiene en sus manos, por tanto, es una recopilación de lo que es el presente y el futuro agrícola de Andalucía y Extremadura. En él encontrarán, además de un análisis pormenorizado de la importancia del consumo de hortalizas y frutas para mejorar la salud, todos los datos de la última campaña, los pueblos que son líderes con productos que los diferencian de otros, la agricultura de interior, los cultivos bajo plástico, las cooperativas, las alhóndigas, las opiniones de los protagonistas, la agricultura ecológica, los innovadores, la lucha biológica, los almacenes, la distribución... Un sector capaz de mover a toda Andalucía, en constante evolución, innovador y en pleno proceso de renovación. Una generación de luchadores para una agricultura compatible con el medio ambiente, altamente cualificada y en la vanguardia tecnológica, capaz de sobreponerse a todas las dificultades, que no son pocas. Incluso a las sobrevenidas. Pero saldremos reforzados.
Y es que hay que avanzar, esa es nuestra pretensión, en la consolidación de la imagen de ambas regiones. Alejar en la medida de lo posible a aquellos que buscan horadar con mensajes casi siempre interesados y de parte, el trabajo de un sector como el agroalimentario hecho a si mismo, labrado con el esfuerzo y el sudor de miles de manos, capaces de extraer el máximo valor añadido a una tierra exigente siempre, pero noble si se la mima con la experiencia y el buen hacer de quienes la trabajan.
No hay comentarios