Presentación

“La primera y más respetable de las artes”

  • Juan Ignacio Zoido, eurodiputado y y portavoz del Grupo Popular Europeo para Agricultura

Almería necesita apoyo de las administraciones para hacer las producciones y los invernaderos todavía más punteros, con tecnología más eficiente, que ayude a seguir ahorrando agua y a combatir el cambio climático.

Almería necesita apoyo de las administraciones para hacer las producciones y los invernaderos todavía más punteros, con tecnología más eficiente, que ayude a seguir ahorrando agua y a combatir el cambio climático.

Juan Ignacio Zoido. Juan Ignacio Zoido.

Juan Ignacio Zoido.

Hay una frase muy popular en el mundo rural que reza que “alguna vez en la vida te hará falta un médico, un abogado o un arquitecto, pero tres veces al día durante el resto de tu vida necesitarás a un agricultor”. Es una manera ingeniosa, a la par que muy gráfica, de destacar la importancia vital que tiene el sector agrario en nuestro día a día. Como habitualmente sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, una gran parte de la sociedad jamás se había planteado esta realidad… hasta que una pandemia hizo saltar la normalidad por los aires y modificó radicalmente toda nuestra cotidianeidad.

Entonces, ni siquiera fue necesario que existiera una declaración oficial por parte de ningún Gobierno para que todo el mundo comprendiera, con la fuerza de los hechos, que la agricultura es una actividad no sólo esencial, sino una de las más nobles y generosas que existen. Y es que hay que recordar que justo antes de que se decretara el Estado de Alarma y se iniciara el confinamiento, el campo se encontraba en plenas movilizaciones bajo el lema “Agricultores al límite” para protestar con mucha razón por su delicadísima situación, que se agrava cada vez más.

La gota que había hecho colmar el vaso fue el bajo valor de los precios en origen, hasta el punto crítico de que el consumidor llega a pagar por un alimento ocho veces más de lo que recibe quien lo produce. Y a eso se añade que los costes de producción cada vez son más elevados por el encarecimiento de los carburantes y fertilizantes, entre otros factores.

Y es que si tengo una certeza, además de que los agricultores son fundamentales para España, es que siempre son ellos quienes pagan los platos rotos. Soportan sobre sus hombros no sólo el peso de un oficio enormemente sacrificado, sino también el de mil y una dificultades añadidas. A los precios injustos ya señalados y a los efectos de un clima más volátil que causa más desastres naturales hay que sumarle unas exigencias medioambientales cada vez más estrictas y exigentes, las grandes complicaciones para recibir fondos y continuas prohibiciones de productos, por no hablar de las consecuencias del Brexit y los efectos de los aranceles producto de una absurda guerra comercial entre Europa y Estados Unidos que afortunadamente está muy cerca de finalizar.

Ahí es cuando se hacen patentes la bonhomía y abnegación de los hombres y mujeres del sector, puesto que en un escenario nunca visto de una terrible crisis sanitaria que limitaba la movilidad y provocaba una incertidumbre que atemorizaba a la sociedad, antepusieron el bien público y las necesidades de los españoles a sus propios intereses, aparcando sus justas reivindicaciones para redoblar los esfuerzos en garantizar el abastecimiento de toda la población.

Gracias a todas las personas que forman parte de la cadena agroalimentaria, ninguna cocina se vio desprovista de productos frescos y naturales para alimentar a las familias españolas, incluso en las peores condiciones cuando permanecían encerradas en sus casas rodeadas de miedos.

Porque el sector agroalimentario genera más de un 11% del PIB de España y dos millones y medio de puestos de trabajo, está a la vanguardia mundial y es uno de los puntales de la industria exportadora, con el 17,7% del conjunto de la economía nacional. También es, sin lugar a duda alguna, un sector de una enorme calidad, lleno de innovación, talento y futuro.

Y el mejor ejemplo de todo esto es Almería, una gran potencia agroalimentaria e industrial europea: la huerta de Europa. Pero necesita apoyo de las administraciones para hacer las producciones y los invernaderos todavía más punteros, con tecnología más eficiente, que ayude a seguir ahorrando agua y a combatir el cambio climático. Porque no hay producto más sostenible que el que llega desde Almería hasta el plato de cualquier ciudadano europeo. Para que eso siga siendo así, los agricultores necesitan ayudas para abrir nuevos mercados y que sus productos encajen en la estrategia europea “De la granja a la mesa”, porque ya existen la materia prima, condiciones, producción y capacidad para incrementarla.

Por eso tenemos la obligación de no acordarnos únicamente de los agricultores en situaciones límite, algo que desgraciadamente también ha ocurrido en este tiempo con los profesionales sanitarios, sino que debemos hacerlo siempre, y no sólo para elogiar su profesionalidad y compromiso, sino para darles el reconocimiento que merecen y, sobre todo, para ayudar entre todos a que sus condiciones de vida sean mejores.

Es necesario apostar, con hechos y no sólo con palabras, por un medio rural lleno de oportunidades y de futuro. Y eso no es posible sin una agricultura moderna, digital, internacionalizada y competitiva. Porque la agricultura constituye una vía fundamental para dinamizar esa España que llamamos vaciada, a la que puede dotar de oportunidades de empleo. Y porque sin duda también es un factor decisivo en la lucha contra el cambio climático y los retos medioambientales.

Porque los agricultores y los ganaderos no son un problema para el medioambiente, como torpemente quieren hacer creer algunas campañas sin sentido que tanto daño hacen al sector, sino al contrario, pueden ser la solución a numerosos desafíos actuales que debemos afrontar como sociedad. Pero para eso hay que escuchar su sabiduría, ayudarles con medios y financiación e ir de su mano, en lugar de legislar a sus espaldas y ponerles cada vez más trabas económicas y normativas.

Y todo eso pasa, indefectiblemente, por contar con una PAC equilibrada que ayude a la estabilidad, modernidad y progreso del sector agroalimentario en toda España, sabiendo adaptarse a las condiciones y características de cada lugar. En resumen, una PAC que haga viable una agricultura que garantice la rentabilidad de las explotaciones, en la que la protección del medio ambiente sea compatible con la competitividad, que apueste por la digitalización y conectividad del medio rural, que facilite la participación activa de la mujer y el acceso de los jóvenes.

Una agricultura, en definitiva, que recoja por fin los frutos de todo lo sembrado con su comportamiento ejemplar, profesional, generoso y comprometido. Porque merecen una cosecha llena de gratitud, reconocimiento, justicia y orgullo que haga realidad lo que dejó escrito Jean Jacques Rosseau, aquello de que “la primera y más respetable de las artes es la agricutura”.

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