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Reiterativa y tan convencional como tantas del nuevo género bélico. Tres antiguos miembros de las fuerzas especiales son contratados por un jeque árabe para matar a tres miembros del Servicio Especial Aéreo británico, culpables de la muerte de tres de sus hijos durante unos disturbios en Omán diez años antes. Dos de ellos aceptan el trabajo por dinero, pero el tercero lo hace para salvar la vida de un amigo. La misión no será fácil ya que están bajo el control de una turbia organización.
Las relaciones sentimentales de Cleopatra con Julio César primero y con Marco Antonio después se abordaron en esta superproducción difí- cil de enjuiciar puesto que, tras un rodaje especialmente desquiciante (enfermedades de Liz Taylor, meteorología en contra, agotamiento del presupuesto...) de nada menos que tres años, fue objeto de numerosos remontajes y revisione por parte de la Fox. Si hubo una película de los años 60 que simbolizó el fin del viejo Hollywood fue esta película, un glorioso (y pretencioso, con toques teatrales) canto de cisne del viejo celuloide, al igual que su estrella, Taylor, que aquí encarnó uno de los últimos grandes mitos en formato panorámico fabricado por Hollywood.
Es hasta preocupante contemplar a los ya veteranísimos Stallone y Schwarzenegger buscándose la vida millonariacomo si quisieran ser unos veinteañeros. Un producto a la magra altura creativa de ambas estrellas cuando eran ídolos músculosos. Ray Breslin (Stallone) se enfrenta a su mayor reto: escapar de la prisión que él mismo ha diseñado. En la cárcel conoce a Church, un tipo que se ha ganado el respeto de todos los presos. Ambos unen fuerzas y unas pocas neuronas.
Es insustancial para algunos y hábil para otros. Ha mejorado con los años esta historia de dos hombres fracasados, un detective privado en horas bajas y una gran estrella de fútbol venida a menos por un escándalo, unidos por la mala suerte. Así, el detective y el deportista investigarán juntos el asesinato de una bailarina de striptease (Halle Berry, por cierto), amiga común. Palabrotas, disparos. Willis, aún con pelo, a sus anchas.
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