Biografía tras un intento de asesinato

Josep Maria Mainat, el tipo que más dinero ha ganado en la TV en España

  • El de La Trinca, fundador de Gestmusic, tuvo 18 años de directivo de altos vuelos tras 20 años de escenarios humorísticos

La Trinca, con Josep Maria Mainat, Toni Cruz y Miquel Ángel Pascual

La Trinca, con Josep Maria Mainat, Toni Cruz y Miquel Ángel Pascual / RTVE

Es verdad que  lo que le está sucediendo a Josep Maria Mainat da para una novela y para una serie. No la sabría producir él porque su especialidad siempre fue el entretenimiento.
Tan antipático e independentista tóxico como para pisotear su imagen de tipo ocurrente y profesional responsable, Mainat no está para producir mucho en la pantalla pero desde este jueves está entreteniendo bastante a todos los medios. Una esposa joven con ganas de quitarlo de enmedio (cuando el propio Josep Maria había profetizado llegar a los 120 años con sus  inversiones antiedad), capaz de atiborrarlo de insulina ante las cámaras de seguridad.
Mainat con su esposa en el programa de TV3 'El convidat' Mainat con su esposa en el programa de TV3 'El convidat'

Mainat con su esposa en el programa de TV3 'El convidat'

Ángela Dobrowolski estará estudiando Medicina pero a tenor de lo que investigan los Mossos no ha aprovechado lo visto en clase.  La esposa de 37 años es la madre de los dos hijos pequeños de Mainat, pero es el mayor, el primogénito de su relación (no llegaron a casarse), con Rosa María Sardá, Pol, el que ha señalado a la hispano-alemana como la causante de muchos de los problemas del padre. Un papá de barbilla prognática y alérgico a hablar en castellano, el idioma de los palurdos, que tiene 74 años aunque se ilusionaba con que tiene cuarenta y pico, superando un grave cáncer de estómago, y que cría a dos retoños como si fuera un yeyé progre de aquellos que compraban sus primeros discos.
El intento de asesinato de Mainat es novelero, como muchas de las ínfulas que tuvieron estos artistas de Canet, provocadores de su tiempo que ahora nos parecerían tres pipiolos de humor satirón y que no pasarían las preliminares del concurso del Falla. La Trinca era un trío más bien flojo, aunque en Cataluña representan unos tiempos mejores en todo.
Por supuesto que el señor Josep Maria Mainat tiene derecho a recuperar todos sus sentimientos rebeldes de su infancia mediterránea y sentirse muy independentista. Otro asunto es mostrar una beligerancia de mal gusto, con un supremacismo que no  concuerda hacia un país que le ha dado mucho dinero y un público tan complaciente que mostró aprecio por algunos de sus formatos  patéticos como La parodia nacional o Lluvia de estrellas y Menudas estrellas (que, por cierto, presentaba quien ahora sería la némesis de Mainat, Bertín Osborne).
Tras las rabietas separatistas, el supremacismo lingüístico, los fracasos empresariales (en negocios como el inmobiliario y una productora televisiva sin encargos, Reset) a lo largo de la última década y unas inyecciones de carácter letal nos queda un anciano que se ha quedado más solo de lo que cree y más desfasado de lo que imagina, embalsado en ácido hialurónico. Cree oír aplausos gloriosos de otro tiempo.
Rosa María Sardá, con sus personales pensamientos sobre el catalanismo, la asimetría federal y asuntos así, falleció majestuosa, serena. Y respetada en toda España. Su muerte le daría que pensar y pocos días despuéss su tercera mujer y primera esposa en el registro, “con un catalán tan bueno”, como gran virtud que le destaca Albert Om en El Convidat de TV3, le endosó cuatro pinchazos de insulina para tambalear el riego sanguíneo de cualquiera.
Pero habíamos venido aquí a hablar de dinero, cómo las montañas de ceros transforman a gente ingeniosa en jubilados rencorosos que terminan saliendo en un capítulo de Colombo.
En La Trinca eran tres, pero el de las barbas, Miquel Ángel Pascual, se marchó a su casa en 1992, cansado de estar en el despacho de No te rías que es peor. La retirada de Pascual se pagó a 2.000 millones de pesetas, 12 millones de euros. Cuando los otros dos socios de “llevan colgando los hombres un cilindrín, un cilindriiín...” vendieron la productora que habían levantado, Gestmusic, se embolsaron cada uno 45 millones de euros.
Todo eso en 2007, después haber estado 20 años maquinando en la factoría sin parar. Gestmusic es la única que ha tenido 100 horas semanales de producción entre las distintas cadenas.  
Crónicas marcianas, uno de esos espacios fundamentales de la historia de la TV en España, se prolongó durante 1.277 noches en Telecinco, del 97 a 2003. Sus propios colaboradores comentaban que “el más tonto” cobraba allí por noche 300.000 pesetas, 1.800 euros. Calculen.
Javier Sardá, cuñado de Mainat, pudo llevar un paréntesis sabático a lo grande, pero cuando regresó a Telecinco fue un fiasco y el consejero delegado de Mediaset, Paolo Vasile, se las vio con los de Gestmusic. Entre este episodio y la desastrosa temporada última de OT en Telecinco, Mainat y Cruz dijeron adiós, con toda la pasta, a la empresa que había creado. Por entonces Mediaset había adquirido el grupo neerdelandés Endemol, el de Gran Hermano, que fue a su vez el que compró Gestmusic, manteniendo a los fundadores de productores ejecutivos en 2002.
El actual directivo  principal de Gestmusic, Tinet Rubira, surgió de Canet y de los pechos de Mainat. Pero en este caso de los del hermano, Joan Ramon, que lo puso al frente del descarado Plastic, un espacio musical de TVE de finales de los 80.
Fue el talento de Joan Ramon Mainat el que pisó el acelerador creativo y crematístico de Gestmusic. No va a haber en la televisión en España una máquina así de hacer dinero ni un tiempo en el que los cachés sean tan altos, aunque todavía haya alguno que dé coba por alguna mesa.
Gestmusic comenzó por No passa res (TV3, 1987) y Tariro, tariro (TVE, 1988), es decir, los programas de humor, invitados y canciones de La Trinca.
Casi todos los entrevistados, por cierto, acabaron en espacios posteriores. Tariro, tariro fue una cantera. La Trinca, tras 20 años de tralarí y tralaró, se despidió en el desaborido Especial Nochevieja de La 1 de 1989. La primera escena de aquel programa en la recién nacida década de los 90 es la del tenor Plácido Domingo cantando y brindando con Josep Maria travestido como una dama afectada.
Josep Maria Mainat travestido junto a Plácido Domingo Josep Maria Mainat travestido junto a Plácido Domingo

Josep Maria Mainat travestido junto a Plácido Domingo

 

Desaborido, esaboríos, sí. Ese sería el mejor adjetivo de lo que fue La Trinca. 
Pero desde ese momento no volverían a disfrazarse, sino a ponerse la chaqueta y vender programas  en ese mercado persa que fueron los  90 entre una TVE sin fondo para endeudarse, unas autonómicas que eran tragabolos y unas privadas con ganas de facturar pero sin saber bien qué hacer aún.
Los siguientes pasos fueron más bien lógicos para estos directivos:Luna de miel y Ole tus vídeos (ambos para la Forta), No te rías que es peor, Sin vergüenza (para La 1). Pero tras el despido de Joan Ramon  de TVE llegaría el carácter visionario e internacional: el debate Moros y cristianos, Lluvia de estrellas, Crónicas marcianas, la importación de Gran Hermano, el gran logro de Endemol, y otros realities como El bus o el Hotel Glam, con el que Aznar, convertido sin que nadie lo pidiera en crítico maestro, acuñó el término “telebasura”. Y por supuesto  OT, que ha dado sus pingües royalties recientes a quien reniega de España con desprecio pero quien debió promocionar con entusiasmo patriótico a tres representantes eurovisivos. Gestmusic con la última y triste temporada de Operación Triunfo facturó 12 millones.
Los 20 años de La Trinca fueron apenas una aventura de escenarios y tocadiscos de tres chavales antifranquistas de un pueblo de Barcelona.
Los 18 años de Mainat y Toni Cruz en la producción de formatos y despachos de alto copete  fueron  una ruta supersónica por los altos despachos  y una caída en picado desde que falleció en 2004 quien parecía ser el alma de aquella Gestmusic, Joan Ramon. Crónicas marcianas llegó a cerrar de puro desencanto.

Con sus comentarios en las redes Josep Maria Mainat muestra que no conserva el respeto por esos millones de espectadores españoles que aplaudían, como contaban los ínidices de audiencia, el esfuerzo por divertir de Gestmusic. Los millones acumulados no lo han terminado de tratar bien. El dinero y  los premios no son suficientes cuando te falta cariño alrededor.

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