Obituario

Los Vázquez de la pionera TVE (que no tienen nada que ver con Jorge Javier Vázquez)

Santiago Vázquez y Adela Cantalapiedra, conductores de 'Un mundo para ellos', en la TVE de 1981

Santiago Vázquez y Adela Cantalapiedra, conductores de 'Un mundo para ellos', en la TVE de 1981

Hace una semana falleció Santiago Vázquez, presentador y redactor de RTVE de los tiempos pioneros y que fue una de las caras habituales de la tele única en formatos de todo tipo, sobre todo con esos sillones de sala de espera con los que siempre funcionaban los magacines de entrevistas.

Panorama de Actualidad en tiempos ‘prehistóricos’ era entonces el hábito amable antes del Telediario de las tres en el que acudían actores en promoción teatral, artistas varios, académicos, médicos. Era el personal que no aparecía en los oficialistas informativos de ministros y de guerras de por ahí. Tenían sus ventanas fijas por la parrilla que ahora se antojarían programas encorsetados, estancos, faltos de impacto y voces plurales. Vázquez (su hermano Javier, no confundir con Jorge Javier, alcanzó hasta los matinales en los años 90) formaba parte de una programación que siempre iba en chaqueta. Tan sólo los espacios infantiles rebajaban la etiqueta. El decoro y el sastre eran inevitables y así se aceptaba por todas las partes. Era la televisión que heredaba todo de la radio formal.

Santiago Vázquez dirigió y presentó en la transición de los 70 a los 80 Un mundo para ellos, un espacio de tarde del que los niños escapaban tras oír a ABBA cantando Chiquitita y donde se hablaba con psicólogos, pediatras e igual se trataba una emergencia en el Tercer Mundo como se aconsejaba a los padres de entonces cómo domesticar a los adolescentes que son ya abuelos a día de hoy.

'Un mundo para ellos', programa de TVE de principios de los 80

Por razones políticas, este fallecido periodista que comenzó en la TVE del Paseo de la Habana en 1959 no tuvo mayor recorrido de lucimiento con la administración socialista. Quedó ubicado lejanos recuerdos entrañables, con su dicción confidente y su rictus de preocupación.

Y a su lado, la sonrisa de Adela Cantalapiedra, que por entonces un jeque del Golfo se interesó para incorporarla a su harén pagando lo que fuera, comunicándolo por vía diplomática. El mundo aún tenía varias capas de pintura de menos.

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