Adiós a 'El Espartero del siglo XX'
Luis Nieto
DIEGO Puerta, máxima figura del toreo en la década de los 60 y conocido por su gigantesco valor como El Espartero del siglo XX, murió el pasado noviembre en Sevilla a la edad de 70 años, tras varios problemas de salud que arrancaron con una diabetes severa. Diego Valor -como también se le conoció-, aquel torero que asustaba al miedo, sufrió en sus carnes más de medio centenar de cornadas, varias de ellas de máxima gravedad, sin que acusara los percances porque según contaba en su última entrevista, concedida al Grupo Joly, "los toros te avisan cuando te van a coger. Lo que pasa es que a mí me avisaban y me volvía a poner en el mismo sitio donde me decía el toro 'ten cuidao, que te doy'. La verdad es que fueron más de cincuenta cornadas. Pero a mí eso no me importaba. Me gustaba que el aficionado saliera contento de la plaza y por eso muchas veces me arrimaba demasiado. Me ponía en un sitio difícil, en el que los toros suelen coger y herir".
Puerta, además de ese valor extraordinario con el que pisaba los ruedos y llegaba a asombrar a sus compañeros y al público, fue un torero que poseía otras muchas cualidades, entre las que descollaban una gracia especial en la ejecución de las suertes. Variado con el capote, ejecutó la chicuelina de manera bella y pura. Con la muleta fue un diestro poderoso -en la Maestranza cuajó una faena épica al toro Escobero, de Miura, que le prendió varias veces y al que cortó las dos orejas que le llevaron a la enfermería-. En la plaza de Sevilla ocupa también un lugar de honor entre los escasos espadas que han cortado un rabo; en su caso, por una faena excelsa a un toro de Marqués de Domecq.
Triunfó en todas las plazas de España, Francia y América y fue el único diestro que una vez retirado -12 de octubre de 1974 en Sevilla, en mano a mano con Paco Camino- no reapareció; pese a que le ofrecieron suculentas y millonarias exclusivas para su retorno.
Una vez culminada su carrera como torero, destacó en otros campos taurinos. Así, gestionó con gran acierto la plaza de toros de Castellón y creó y triunfó con una ganadería que ha legado a sus hijos.
El 1 de diciembre de 2011, tras una misa multitudinaria en la parroquia de San Bernardo de Sevilla, barrio en el que se crió, el sol abrazaba el atáud donde el rey del valor, a hombros de varios toreros, atravesaba por última vez la Puerta del Príncipe, tras una emotiva vuelta al ruedo en la que los aficionados coreaban al maestro, una vez más, '¡Torero, torero, torero!'.
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