Firmeza de Perera y emotiva faena de Alejandro Talavante
Destellos de Morante de la Puebla en un desigual encierro de Núñez del Cuvillo, en la corrida de mayor expectación de la Feria del Pilar, que se salda sin trofeos
GANADERÍA: Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y juego. Primero, inválido, gazapón, reponía con prontitud; segundo, con genio, se quedaba corto, tuvo una muerte encastada, en los medios; tercero, encastado y con nobleza, el mejor; cuarto, rebrincaba; quinto, muy corto por ambos pitones y sexto mansísimo. TOREROS: Morante de la Puebla, de nazareno con bordados blancos. Media y tres descabellos (silencio). En el cuarto, media defectuosa (saludos). Miguel Ángel Perera, de verde y oro. Estocada (saludos tras aviso con petición de oreja y bronca al palco por denegarla). En el quinto, tres pinchazos y estocada (silencio tras aviso). Alejandro Talavante, de purísima y oro. Dos estocadas que asoman, estocada y dos descabellos (saludos tras aviso). En el sexto, tres pinchazos y estocada (silencio). INCIDENCIAS: Plaza de Zaragoza. No hay billetes. Homenaje a Roberto Bermejo, por el 25 aniversario de su alternativa. Juan Sierra y Guillermo Barbero saludaron en banderillas.
La corrida de Núñez del Cuvillo, muy desigual en su presentación y en su juego, ofreció al menos posibilidades para el triunfo. El encierro, muy lejos de los de Parladé y La Campana, lidiados en días anteriores, sirvió para que Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante rozaran el triunfo. Perera, firme y resuelto, se quedó sin tocar pelo en el segundo de la tarde, al denegarle el presidente un merecido trofeo, solicitado mayoritariamente. Sólo la estocada que cobró valía como pasaporte para la concesión del premio. Talavante, que sustituía a Sebastián Castella, concretó una emotiva faena, resuelta con frescura, pero que no remató adecuadamente con la espada. El diestro que abría plaza, el sevillano José Antonio Morante de la Puebla tan sólo dejó destellos.
Miguel Ángel Perera salió a por todas ante su primer oponente, un animal complicado: encastado, con genio, se quedaba corto. El pacense lo recibió con una ramillete de bellas verónicas a pies juntos. La lidia de Pantomima, un toro con transmisión, fue de lo más movida en los primeros tercios; lejos de la pantomima de otros días. De hecho, el toro derribó al piquero Francisco Doblado, que se libró de un serio percance porque su cabalgadura y el astado pasaron por encima de su cabeza sin dañarle. Un monosabio, muy atento, fue muy ovacionado al conseguir sujetar de las riendas al caballo, a punto de la estampida. Todo quedó en un susto. Luego, en el segundo tercio, se lució Juan Sierra en banderillas.
La faena de Perera impresionó por su quietud. Tan patente era esa carencia de movimientos del extremeño, que a punto estuvo de herirle el toro en uno de sus viajes. Lo más destacado de la labor fue una tanda dominadora con la diestra. Luego, tras una voltereta aparatosa del animal, Perera conquistó al público por un serio arrimón. Mató de contundente estocada, que por sí misma era para premio. Y el público se volcó en una petición de oreja mayoritaria, que incomprensiblemente la presidencia denegó. El usía se ganó a pulso una bronca, tras saludar el torero, al recoger una gran ovación. Perera toreó con mucha suavidad al colorao y encastado quinto, que se quedaba muy corto por ambos pitones. Lo mejores muletazos afloraron con la diestra. En esta ocasión falló con la espada.
Alejandro Talavante tuvo en suerte el toro de mayor nobleza del encierro, el tercero: Pegajoso, un precioso colorao, que se desmarcó de tal nombre y embistió con clase. Talavante voló muy bien la capa a la verónica. La faena de muleta tuvo como mayor virtud la ligazón. El diestro comenzó con estatuarios y un buen pase del desprecio. Lo más destacado llegó en dos series con la izquierda, con toreo al natural de gran altura y en la que uno de los naturales fue interminable. Hubo preciosos detalles, con trincherillas crujientes y solemnes pases del desprecio. El epílogo, tras unas ceñidas manoletinas, perdió brillo con un desarme. El público vivió apasionadamente la faena, que hubiera sido premiada -posiblemente, con dos orejas- si Talavante no marra en varias ocasiones con la tizona. Con el mansísimo sexto, el diestro no tuvo opción al lucimiento.
Morante no pudo hacer carrera con el inválido que abrió plaza, que acudía a la muleta gazapón y reponía rápido. El sevillano se entregó hasta el extremo de sufrir una seria colada. El de La Puebla se esmeró en mecidas verónicas ante el encastado cuarto. La faena resultó desigual. El momento álgido llegó en el primer tramo, con muletazos mandones y suaves con la diestra. Hubo inspiración en un molinete para quedarse colocado y concretar otra serie por ese lado, corta y con mucho sabor. El toro no duró mucho y Morante no llegó a redondear una faena que finiquitó con una media estocada defectuosa.
Con un llenazo hasta la bandera, el cuarto festejo de la Feria de Zaragoza, con matices muy interesantes, decepcionó en su conjunto si se tiene en cuenta que era la corrida de más expectación del abono pilarico.
No hay comentarios