De seda y oro

Homenaje para un sueño torero

  • Antonio 'Espartaco' recibe en Huelva el reconocimiento a sus cincuenta años de alternativa en La Merced Un azulejo en el patio de cuadrillas recuerda la efémeride

DIJO Juan Antonio Espartaco en su intervención de ayer que en aquella era donde su padre entrenaba a torero, siempre había una mezcla de tristeza y sueños ante la indiferencia de quienes trasegaban las faenas del campo.

Posiblemente, ayer, el destino se haya desquitado con Antonio Ruiz Rodríguez de la mala sombra que le prestó en su carrera como torero a ese Antonio Espartaco, que un día bautizara en los carteles el inefable Pipo.

Homenaje sencillo, íntimo, aunque de puertas abiertas, el que capitaneó la empresa de La Merced y la Huelva taurina argumentó con su presencia sobre el albero mercedario.

Sonaba a fecha de reinauguración del coso, cercanos el público y la oratoria a la antesala de ese patio de cuadrillas por donde asoman los toreros al albero onubense.

Aquella fecha del 19 de marzo de 1966 propició ayer, cincuenta años de alternativa después, ese merecido homenaje a Antonio Ruiz Espartaco y por extensión , como ya se ha dicho repetidas veces a la única dinastía torera que se doctoró al completo en tierra onubense.

Siempre decía Juan Antonio Espartaco que de chiquillo se ilusionaba viendo pasar por aquella carretera vieja de Huelva a Sevilla aquellos ostentosos coches con las bacas llenas de esportones toreros. Imágenes de una carrera vivida al lado de un torero que no cuajó sus ansias de triunfo pero que un día supo cambiar aquella sensación insatisfecha por el íntimo orgullo de saberse padre de un figurón del toreo e ídolo muchas tardes de agosto sobre la última época de una plaza remozada. Esa misma que dejó rematado, sobre esa pared donde se apoyan alamares y sueños antes del paseíllo, un azulejo que recuerda la efemérides de aquella alternativa del primero de los Espartaco que después habrían de hacerse matadores de toros ante la afición choquera.

Andaron prestos en la cita, autoridades como el Delegado del Gobierno Andaluz, Francisco Romero, el Subdelegado del Gobierno de España, Enrique Pérez Vigueras, concejales del ayuntamiento onubense, representación civil y militar, prensa taurina y un notable grupo de aficionados.

Estuvo Antonio Espartaco acompañado de sus hijos, esposa y de amigos capaces de contar desde las vivencias personales los perfiles de la figura del homenajeado.

Fue el caso de la primera intervención de una soleada mañana con ese sol picajoso que suele traer lluvia. Ese contrapunto del anecdotario con el que el periodista Rafael Moreno, apoderado principal en la carrera de Juan Antonio, supo dejar en suerte las inquietudes y esfuerzos en la vida por asentar un hogar. Perfil en el que caben esas ilusiones toreras que, como relato Moreno, "le llevaron por pajares, noches de luna campera y encerronas en plazas de talanqueras frente a la dureza del toro que otros no quisieron". A ese afán de "construir una casa aunque fuera comprando los ladrillos por docenas, hasta la satisfacción de ver hacerse figura a tu hijo Juan".

En esa misma línea abundaría la intervención de José Luis Pereda, el hombre que hizo reiniciarse esa relación de la saga Espartaco con Huelva.

Habló el primer empresario de la reinaugurada Merced de vivencias de despacho, de tratos de ferias, de gestos toreros, del recorrido de una dinastía torera que inició su andadura en 1966 y la abrochó en 1989 con la alternativa de Fran Espartaco. Especialmente emotivo en el recuerdo a la garra y la férrea voluntad por no dejarse ganar nunca la pelea ante un toro, el empresario y ganadero aprovechó la ocasión para agradecer la presencia de aficionados y autoridades.

No sería Juan Antonio Ruiz el último en tomar la palabra, pero sí quien dejara sembrada en la mañana onubense la emoción y el agradecimiento por el homenaje a su padre. "Es verdad que yo me asomaba cada día al filo de aquella era donde mi padre se esforzaba en su afición. Hoy después de haberle visto tanto esfuerzo no puedo sino sentir un agradecimiento impagable hacia todos vosotros y hacia la profesión que me acercó a esta plaza y a esta afición. Sin duda de ningún tipo tengo que decir que por encima de cualquier homenaje que se me haya podido hacer a mí como torero, éste que le hacéis hoy a mi padre es el más inolvidable e importante de todos, por cuanto además también está presente mi madre, que no es fácil que haya podido disfrutar nuestra profesión de momentos tan emotivos como estos".

Momentos después, Antonio Espartaco, acompañado de su esposa, de su hijo Juan Antonio, y del empresario José Luis Pereda, de su hijo llegaría a descubrí r ese azulejo que remarca la fecha de aquel 19 de marzo de 1966 y en su segundo párrafo, que "aquel día se fraguó ya para siempre el idilio de Huelva con la dinastía Espartaco".

Sobre el ruedo de la Merced dos 'espartacos' abrocharon sensaciones intensas de una mañana a la que no le faltó el toreo, especialmente emotivo, de quien ayer fue feliz sobre la tierra que supo reconocer su torería: Huelva.

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