Miura, Cuadri y Victorino cambian el carácter torista de Castellón
Toreros como Aguilar, Pinar, Castaño, Luque, Ponce, destacan en la Magdalena
El carácter torerista de La Magdalena, algo así como una pleitesía a las figuras del toreo, este año ha dado un giro de ciento ochenta grados para resaltar el papel del otro gran protagonista de la corrida, el toro, cuya expresión más genuina surge de ganaderías como Miura, Victorino o Cuadri.
Es cierto que las figuras aportan glamour a los carteles, haciéndolos más atractivos de cara al gran público. Pero no es de recibo que la selección de nombres con gancho se haga a expensas de devaluar el toro, al extremo de casi aniquilar el elemento fundamental de su raza, la bravura.
Toro éste habitualmente en la frontera del escándalo, a veces por su esmirriada presencia, o por las sospechas e incluso evidencias de fraudulenta manipulación de sus astas, lo que se conoce por "afeitado".
Y así, los mano a mano Victorino-Cuadri, Miura-Cuadri y Miura-Victorino, es lo que ha funcionado, por lo que han aportado los toros de estas divisas, y por el compromiso y la capacidad de los toreros que se anunciaron con ellas. El público, y más aún el aficionado, quedó encantado.
En el primero, una gran faena de Uceda Leal a un "victorino", una labor de extraordinaria hondura y reciedumbre, rematada con una estocada de las suyas, es decir, de manual, y con premio sólo de una oreja por la frialdad de ir abriendo plaza. La misma tarde, la rebelión y revelación de dos jóvenes con gran espíritu torero, Alberto Aguilar y Rubén Pinar, los dos a hombros.
En la segunda de estas funciones, otros dos colosos. Rafaelillo demostró que a "los miuras" también se les puede torear pausado y con gusto. Y Javier Castaño, valentísimo. La feria ha tenido también otras referencias notables, como Iván Fandiño que justificó la fama que le trajo a debutar en Castellón, con dos sólidas faenas, pero sin la firma de la espada.
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