Mora tiñe con su sangre el cierre de los Sanfermines
El placentino se mantuvo en el ruedo con una cornada en los testículos y sufrió otra grave en un muslo · El Juli, premiado exageradamente, sale a hombros
GANADERÍA: Corrida de Núñez del Cuvillo, muy desigualmente presentada y en conjunto de mal juego. El segundo, que se echó en el trasteo de muleta y al que tuvieron que apuntillar, fue pitado en el arrastre. TOREROS: Juan Mora, de azul y oro. Pinchazo hondo (silencio). En el cuarto, fue cogido en dos ocasiones. Tras ingresar en la enfermería, mató al toro El Juli, con dos pinchazos, casi entera y un descabello (saludos de la cuadrilla tras una gran ovación). Julián López 'El Juli', de azul y oro. Estocada (silencio). En el quinto, casi entera desprendida y trasera (dos orejas). Sebastián Castella, de azul y oro. Pinchazo hondo y dos descabellos (silencio). En el sexto, casi entera desprendida y trasera (saludos). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Pamplona. Jueves 14 de julio de 2011. Lleno. El parte médico emitido por el equipo del doctor Hidalgo dice que Juan Mora presenta una cornada grave "en la parte superior cara posterior del muslo derecho, con dos trayectorias, una ascendente de 20 centímetros hasta la pelvis y otra transversal de 15 centímetros hasta el fémur". Además, fue intervenido de una herida con evisceración en el escroto y de policontusiones. Mora fue trasladado al Complejo Hospitalario de Navarra.
La visión de la Fiesta en sus dos caras cerró el último festejo de estos Sanfermines. Espectáculo empañado con la sangre torera de Juan Mora y aderezado con la segunda salida a hombros de Julián López El Juli.
El espectáculo se hundía en el sumidero del olvido por una pésima corrida de Núñez del Cuvillo, cuando el veterano Juan Mora, que llevaba 14 años sin acudir a esta feria, se entregó sin reservas ante el cuarto toro, un astado alto, montado, sin entrega en los primeros compases de la lidia. El placentino lanceaba a pies juntos, cuando el cornúpeta le empitonó a la altura del escroto. Mora, con los testículos rajados, le echó precisamente bemoles y no quiso ingresar en la enfermería. La blanca venda que le enrollaron se fue tiñendo de rojo. El torero debió acusar la puñalada. Andaba como ausente, hasta el punto de que se tropezó en un quite y quedó al descubierto en la arena. El toro estuvo a punto de cortarle la yugular. Con la muleta, comenzó con suaves doblones. Al cierre de una tanda con la izquierda, el astado se revolvió y metió un pitón por debajo de la entrepierna. Tabaco gordo. Las asistencias le llevaron de inmediato a la enfermería.
Juan Mora había desplegado facilidad capotera ante el insulso y noble primero, que se quedaba corto en cada embestida. El pulcro trasteo no tuvo la más mínima emoción.
La corrida de Núñez del Cuvillo, desigualmente presentada, dio un pésimo juego, con un toro, el segundo, al que tuvieron que apuntillar durante la faena de muleta, en la que se echó. Se suponía que la Feria del Toro de Pamplona era uno de los escasos reductos donde salta el toro de verdad, un toro con bravura y poder. Si de lo primero apenas nos encontramos este año, de lo segundo estamos prácticamente ayunos. Ya es coincidencia de que en Pamplona, durante las tres últimas corridas, con las figuras, esas carencias de las que escribo hayan sido más acusadas.
El Juli volvió a demostrar ayer que atesora una varita mágica de maestro lidiador. Como si fuera un mago, se inventó una faena ante el corniveleto quinto, que como virtud tuvo la movilidad, pero al que le faltó clase. Entre los pasajes más interesantes, una serie al natural y otra con la diestra. Mató de estocada casi entera trasera y desprendida. Le regalaron la segunda oreja. Con su primer oponente anduvo a gorrazos con un animalejo apagadísimo, que se echó durante el trasteo y al que tuvieron que apuntillar, porque el animalito no podía ponerse en pie.
Sebastián Castella cumplió ante un lote muy deslucido. El tercero, cornidelantero, intentó saltar al callejón. En la muleta acometía con ligeros cabezazos, defendiéndose, y apuntó con echarse en varias ocasiones. Castella no tuvo opción ante tal birria de bicho. Con el que cerró plaza, un colorao, altote y protestón, el francés se entregó en una labor porfiona, iniciada con un par de muletazos sentados en el estribo, que rubricó de estocada casi entera.
En una jornada que se había saldado sin heridos en el encierro, el veterano Juan Mora, con casta, se mantuvo herido en el escroto y, con el IVA de otra cornada grave, regó el ruedo con sangre torera. Pura casta y triste final. El ulular de la ambulancia con el torero extremeño siguió a la salida a hombros de El Juli. La Fiesta en sus dos caras: el drama y el éxito. Y como último sorbo, el Pobre de mí, con los mozos pamplonicas que ya sueñan con los siguientes Sanfermines.
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