Toros

Una despedida de Puerta Grande

Con los tendidos llenos recibieron los aficionados lusos a Juan José Padilla. Desde el paseillo, hasta que lo llevaron en hombros por la puerta grande, la gente quiso hacer de este espectáculo un recuerdo imborrable para el veterano matador. Padilla merece en absoluto todo eso, ya que su historia en el toreo es transversal a todos.

El querer, la voluntad indomable de sobreponerse a todas las dramáticas circunstancias por las que pasó, su honrada profesionalidad y sobretodo su carácter y su humanidad como persona, lo transformaran en un actor mundial. En breve colgará sus capotes y muleta en lo esportón de los recuerdos, siendo cierto que Campo Pequeño y la cuidad de Lisboa, tendrán un lugar especial en su corazón.

Juan José Padilla se enfrentó con dos ejemplares de Varela Crujo Herederos, que no le facilitaron las cosas. El primero se acostaba demasiado por los dos pitones, soltaba la cara y embestía con las manos en los capotes. En la muleta, la medicina fue hacer las dos primeras tandas sobre las piernas, doblando y sometiendo su enemigo. Por la derecha, se dejó tomar un par de tandas, pero con la zurda volvieron las dificultades que le provocaron un percance, pero por suerte sin consecuencias. Terminó con desplantes y algunos pases de gemelos sometiendo a su entregado enemigo.

Con el que cerró la corrida se despidió de la afición lusa, con una faena de entrega a un toro que no era fácil, pero que de mitad de la faena para delante se entregó a su lidiador. Aplausos, música, un ambiente de euforia, la gente contenta, más dos vueltas al ruedo y salida a hombros, en triunfo pleno.

Se lidiaran también cuatro toros, con hierro y divisa de Mário y Herederos de Manuel Vinhas, para dos rejoneadores.João Moura Caetano se encontró con un primero de buena calidad a que apenas faltaba un poco de transmisión. Con el pudo desarrollar una faena construida sobre andamientos muy templados y artísticos, clavando las banderillas con brillantez, ajustándose en los embroques, que salieran vistosos, montando a ‘Xispa’, un veterano de raca lusitana, con hierro de la casa Caetano.

Su segundo era complicado, esperaba adelantándose y tenia malas intenciones. Fue pisándole los terrenos, que Moura Caetano superó las dificultades, pero sin alcanzar el éxito que justificadamente esperaba.

Con Duarte Pinto, las cosas pasaron exactamente al revés. El primero de su lote también se adelantaba y se rajó muy temprano, para moverse la defensiva. Lidia esforzada, un trámite frente a un enemigo con este comportamiento.

El segundo, para dar fuerza al que dice ‘’no hay quinto malo’’, fue franco de embestidas, venía por su camino y permitió una faena que alcanzó momentos de mucha brillantez. Cites de punta a punta, ataques de frente y reuniones ceñidas, correspondiendo los aficionados con ovaciones de pie.

Los cuatro toros de a caballo, fueran pegados por los Grupos de Forcados de Santarém y Montemor o Novo. Más reunidos los de Montemor y con algún desacierto los de Santarém, especialmente en lo cuarto de la noche.

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