Lo mejor, la brevedad
Curro Díaz, Juan Bautista y Leandro pasaportan en dos horas una corrida de Alcurrucén, bien presentada y de juego dispar, saldada sin trofeos
GANADERÍA: Toros de Alcurrucén, en conjunto bien presentados. Primero, sin entrega; segundo, descastado; tercero, con calidad, aunque duró muy poco; cuarto, mansísimo; quinto, con nobleza; y sexto, deslucido. TOREROS: Curro Díaz, de azul y oro. Pinchazo, pinchazo hondo caído y siete descabellos (silencio). En el cuarto, media (silencio). Juan Bautista, de burdeos y oro. Estocada (silencio). En el quinto, estocada y dos descabellos (ovación). Leandro, de corinto y oro. Estocada casi entera caída (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada caída y tres descabellos (silencio). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Zaragoza. Media entrada. En cuadrillas, saludaron en banderillas Miguel Martín y José Andrés Gonzalo.
Una vez metida la lupa de la crítica en lo acontecido ayer en la plaza de Zaragoza, lo mejor que cabe decir es que el espectáculo duró exactamente dos horas, lo que en estos tiempos en los que abundan los pegapases -no es el caso de la terna de ayer- y los avisos supone una noticia positiva.
La terna compuesta por Curro Díaz, Juan Bautista y Leandro apenas si se dio coba con una corrida bien presentada de Alcurrucén, de juego dispar, con un par de toros -segundo y quinto- que ofrecieron embestidas sobradas para un lucimiento mayor de sus lidiadores -Leandro y Juan Bautista, respectivamente-, quienes no llegaron a cautivar al público. De hecho, el festejo se saldó con un balance sin trofeos en una de las plazas de primera categoría donde el público es de los más generosos.
El jiennense Curro Díaz fue el más resolutivo a la hora de despachar su lote, el peor del encierro. Con el primero, un castaño girón, que no se entregó lo más mínimo y manseó de lo lindo, cortó por lo sano y dio un mitin con los aceros. Al colorao y mansísimo cuarto lo finiquitó en un santiamén.
El francés Juan Bautista no tuvo opción al lucimiento con el descastado segundo. Sin embargo, el arlesano estuvo por debajo del quinto, un toro feo, montado, largo, que destacó por su nobleza. Al trasteo, largo, con altibajos, le faltó temple. Para colmo, en la suerte suprema precisó de dos descabellos tras una estocada; lo que enfrío al público, que ovacionó al torero.
Leandro, que ha retornado tras una grave lesión y fue quien más cerca estuvo del triunfo, tampoco se mostró muy acertado. Su primer toro, que derribó espectacularmente a Agustín Sanz, al que a estuvo a punto de pisar la cabeza, derrochó calidad tras la muleta. Leandro, quien había lanceado con buen aire a la verónica -alguna de ellas a pies juntos-, consiguió los mejores pasajes con la diestra. Pero en su conjunto faltó contundencia a una faena con algunos adornos de calidad y un precioso cambio de mano por la espalda, que se desinfló a medida que el toro perdió gas. Epílogo con manoletinas y rúbrica con una estocada caída.
Con el deslucido sexto, el vallisoletano cumplió en un trasteo porfión, sin eco alguno.
Sin duda, lo mejor de la corrida -y que cabe aplicarlo con lo que realizaron los artistas- fue su brevedad.
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