La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
REAPARICIÓN EN ALMENDRALEJO
De cal y de arena. Así fue la tarde de la reaparición de Morante, demorada de Olivenza a Almendralejo sin abdicar de la impresionante expectación que había marcado el retorno del gran genio de La Puebla. El torero se había presentado vestido de buganvilla y oro, recamado de alamares y tocado con su montera arqueológica. Una ovación de gala iba a subrayar el acontecimiento, roto el tardío paseíllo, con el resto de la terna y sus cuadrillas aplaudiendo al maestro.
Y salió el toro, un ejemplar jabonero al que dibujó tres verónicas tan barrocas como arrebatadas. Se había roto el hielo y Morante, muy arropado por ese público que llenaba la preciosa plaza extremeña se decidió a torear. Comenzó a dos manos, poniendo son, sal y sabor en los muletazos inciales de una labor medida en las alturas pero comprometida siempre en la colocación. Seguramente ésa fue la clave de la faena; andar siempre reunido con un animal justito de todo pero con una nobleza que el diestro de La Puebla supo administrar. Morante iba a dictar muletazos sensacionales, siempre enroscado al toro, trunfando esas tandas con primores de su cosecha. Aún se permitió relajarse al natural y a pies juntos, poniendo mimo en cada pase. La estocada fue más fulminante que ortodoxa. Y la gente estaba por agradar. Las dos orejas, era evidente, le estaban sabiendo a gloria, tal y como delató la lenta y paladeada vuelta al ruedo en la que volvió a sentir el calor de ese público que tanto le añoraba. El caso es que los mismos que le aclamaban, casi una hora después se iban a hartar de increparle cuando, sin darse ninguna coba, salió con la espada de verdad para pasaportar al cuarto después de espantarle las moscas y tocarle los costados. Si el toro se movía poco acabó frenado para los restos. Y se armó la de San Quintín. Genio y figura...
En realidad los triunfos más sólidos los iban a cosechar Emilio de Justo y Borja Jiménez -había entrado en el cartel sustituyendo a Manzanares- gracias a una indeclinable entrega que merece ser matizada. El cacereño estuvo mucho mejor con el segundo, un toro con algunas carencias al que formó un auténtico gazpacho manejando el capote trufando verónicas y chicuelinas. Hubo brindis a Morante y voluntad de torear terso y aplomado, dibujando naturales de excelente corte que remató siempre con ampulosos pases de pecho. La cosa acabó por manoletinasy aunque pinchó acabó agarrando un espadazo que validó la oreja.
Pero Emilio se iba a encontrar con la bola premiada de la corrida, el excelente quinto, al que toreó siempre arrebatado, quizá con excesiva prisa, desde que lo recibió con un farol a portagayola hasta que, ya más relajado, acabó engarzando buenos muletazos por la izquierda. Hubo hasta amago de indulto que podría haber llegado midiendo mejor los tiempos, atemperando ese ansia de triunfo. La espada y el descabello se atascaron pero no le impidieron cortar esa segunda oreja que le iba a abrir de par en par la puerta grande.
Borja Jiménez, a la postre, iba a ser el gran triunfador de la tarde poniendo todo lo que no le quería dar el remiso tercero. Pero el definitivo despliegue iba a llegar con el sexto, un toro manso e informal que convirtió los primeros tercios en una capea. Pero Borja había venido a torear y lo hizo con convicción, técnica y mando espartaquista demostrando que es un torero con mecha y sitio en las ferias. Desde los muletazos iniciales, dejando ir al toro a su aire para sujetarlo en los medios, hasta las rondas centrales, la faena del joven diestro de Espartinas recuperó esa frescura ochentera de su maestro y mentor. En su labor hubo mando, ritmo y sentido de la escena. La gente entró de lleno y cayeron las orejas. Con la noche echada se llevaron a los tres a hombros.
Ganadería: Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, desigualmente presentados. El mejor, con diferencia, fue el boyante y repetidor quinto al que se le dio la vuelta al ruedo e hizo lote con el mal cuarto. También tuvo nobleza el primero y sirvió el segundo. Fue más remiso el tercero y manso pero potable el que salió en sexto lugar.
Matadores: Morante de la Puebla, de buganvilla y oro, dos orejas y bronca.
Emilio de Justo, de añil y oro, oreja y oreja.
Borja Jiménez, de vainilla y oro, oreja y dos orejas.
Incidencias: La plaza se llenó en tarde espléndida y primaveral. El festejo comenzó con casi media hora de retraso mientras se acomodaban los espectadores que hacían cola en la calle.
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