Dos muletas, un capote y un ganado para el olvido

Morante da un recital con la capa, Moreno pincha dos faenas de oreja y Manzanares aprovecha para cortar una. Corrida deslucida que se salva a medias por momentos puntuales de los tres toreros

Dos muletas, un capote y un ganado para el olvido
Dos muletas, un capote y un ganado para el olvido
Francisco Javier Domínguez

26 de mayo 2012 - 01:00

GANADERÍA: Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno, el tercero, de Parladé, misma casa ganadera. Muy escasos presencia, anovillados y sin fuerza ni casta. Nobles, pastueños pero apagados en la muleta. Se salvó el primero, con algo más de recorrido. TOREROS: José Luis Moreno, mete y saca, pinchazo y estocada (ovación) y cinco pinchazos y estocada (ovación) . Morante de la Puebla, pinchazo, estocada perpendicular y caída (silencio) y estocada contraria (ovación) . José María Manzanares, pinchazo y media caída (silencio tras aviso) y media estocada recibiendo (oreja) INCIDENCIAS: Menos de tres cuartos de entrada en tarde calurosa. La Sociedad Propietaria de la plaza de toros entregó a Manzanares el trofeo al triunfador de la temporada 2011 en plazas de primera antes de comenzar el festejo.

"Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico. Si hubiese sabido transportar esa violencia estética, sería un teatro heroico como La Iliada. Una corrida de toros es algo muy hermoso". Así hablaba Ramón María del Valle Inclán en un tiempo en el que salía el toro, en el que toreo era muy distinto al actual pero que tenía, como decía el artífice del Esperpento, esa violencia estética. Hoy se torea mejor que nunca pero es a merced de un toro que no molesta, que sale picado, que a poco que lo obliguen rueda por el suelo. El paradigma de este toro es el de Domecq, el encaste de un animal que adoran unas figuras que son conscientes de que a poco que el toro tenga dos docenas de embestidas potables ponen la plaza boca a abajo. El problema es que estos toros artistas se paren. Entonces llega la frustración y aquello se convierte en un conjunto que sólo pueden salvar, sólo en parte, artistas de la talla de los que ayer actuaron. Incapaces de más con un ganado impresentable, la terna se quedó a medias. Quizá les esté bien empleado por querer ir cómodos a costa de lo que sea, pero tienen que ser conscientes de que esta fiesta no se acerca, ni con mucho, a la de la violencia estética, sino más bien a la de birria manifiesta. Afortunadamente ayer hubo dos grandes muletas y un capote de época para salvar los muebles de una corrida sin trapío, chica, sin cara, sin fuerza. Hubo novillos la tarde anterior con más trapío, que daban más miedo. ¿Cómo es posible? Habría que pedirle cuentas en primer lugar a la autoridad, seguramente presionada para que pasara una corrida no apta a todas luces para una plaza de primera. Córdoba lo es; igual no tiene público de tal dignidad, igual no va la gente. Lo que quieran, pero mientras en el reglamento y en la documentación ponga plaza de primera así se la debe tratar. El sistema taurino lleva su presión a tal extremo que hace que salga de los chiqueros la citada birria. Los taurinos presionan y la autoridad cede mientras el aficionado paga el tendido. Ahora pensará el taurino de turno que nadie protestó los toros, pues no, porque lo que ya hay es resignación en el tendido. Es como las lentejas, si quieres a las figuras, a tragar birria, y punto. Es lo que hay. El toro chico para el billete grande. La misma historia de siempre.

Claro que las figuras, que van cómodas, con cuatro detalles y una poca fibra te salvan la tarde a medias y medio justifican la entrada. Pero no hay autenticidad porque todo se hace a toros sin fuerza. Toros sin nada dentro. Hubo, como reza el titular, dos muletas enormes. La de Moreno y la Manzanares. Y un capote, el de Morante, aunque Moreno también destacó con la capa toda la tarde.

Con el material juanpedril, Moreno anduvo centrado y metido en la corrida. Muy bien por momentos. Pero falló a espadas y lo que podrían haber sido dos orejas, una -la primera más justa- y una, quedó reducido a un par de ovaciones. El primero de su lote fue quizá el toro con más recorrido de la corrida, aunque como todos no aguantó en condiciones más allá de la tercera tanda. Y eso dificultó labor del de Dos Torres. Con su primero saludó bien a la verónica, pero ya el toro perdió las manos en varas. Con la muleta surgió una primera tanda por el derecho limpia y a media altura, cuidando al animal que aunque noble tenía muy poca fuerza. Citó de largo y el toro se fue presto. Luego se acopló en una segunda tanda de compás y profundidad, con buenos muletazos y uno de pecho marca de la casa. Aquello tomaba vuelos y la tercera fue aún mejor. A partir de ahí el toro se paró y por el pitón izquierdo bajó algo la intensidad de su labor. Destacó eso sí un pase de pecho mirando al tendido. Toreo a dos manos de calidad y luego otra vez por el izquierdo un par de naturales de categoría. Muy metido ya en la faena, el trasteo tomó vuelos de nuevo y hubo un circular suave y otro bueno de pecho. Se fue a por la espada y no acertó. Pinchazos y pérdida del trofeo que seguro hubiera caído con fuerza.

Con el segundo de su lote, un toro de menor recorrido, Moreno anduvo muy bien con el capote. Hubo verónicas bellísimas en el saludo y una gran media. Un galleo por chicuelinas muy torero llevó el toro al caballo. Otra media, de cartel. La faena de muleta no pudo sin embargo cobrar vuelos aunque hubo un par de tandas acopladas por el pitón derecho y trincherillas y detalles con gusto, pero el toro se apagó después de sacar los últimos muletazos con mucha torería. Volvió a pinchar y se repitió la historia. De todos modos, esta faena era de menos fuste que la anterior por culpa del toro.

Y Morante, ay Morante. Morante la formó en su segundo toro con el capote. Es lo que tienen estos toros, que parece que salen picados de flojos y templados que son. Por eso se les torea de capote como si uno estuviera en el tercio de quites en vez de en la salida. Lo dicho, Morante formó un alboroto a la verónica. Tela adelantada, compás abierto. Hasta los medios. Al menos tres verónicas de auténtica impresión, con remate de media abelmontada, liándose el capote.

En los quites, más disfrute. Chicuelinas al paso con remate torero. La gente en pie y para poner al toro una media citando de largo de impresión. El toro se arrancó y le pegaron un picotazo. Pero nada, ya estaba medio muerto. Morante lo intentó y salvó algún muletacito de su peculiar galería nada de nada. Tal era el cansancio del toro que a punto estuvo de echarse antes de que el diestro entrara a matar. En el anterior, Morante no pudo más que justificarse con una par de trincherillas de mucha categoría y poco más. Los toros no le ayudaron y se fue contrariado pese a haber realizado un toreo de capote de muchísima calidad.

A Manzanares le pasó igual que a Morante. Se estrelló con la falta de condiciones de sus oponentes. Salvo un par de tandas con fibra y estética, artísticas a su segundo, y algún muletazo suelto a su primero, poco más pudo hacer el torero más esperado por la afición. Porque su labor al último duró lo mismo que el toro, sin embargo hay que reconocerle dos grandes tandas con la derecha, a partir de ahí el toro se murió. Se llevó una oreja de este animal después de matar recibiendo. Quizá eso curara en parte su frustración. Porque con el primero de su lote sólo destacó algún muletazo suelto. Le molestó el viento y aun así se llevó el toro a los medios. Allí hubo tres o cuatro muletazos de cartel.

Al final, el espectáculo heroico, el más bello de cuantos existen, al que se refería Valle Inclán, es cada vez más un esperpento. Él sabría hoy a lo que me refiero.

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