Toros

El revolucionario Juan Belmonte, a pellizcos de sentimientos toreros

  • Curro Romero, Espartaco padre, Muñoz y Dávila Miura se adentran en la dimensión torera y humana del genio trianero en una mesa redonda en la Maestranza

De todos los homenajes que se han celebrado y restan en honor del genial Juan Belmonte en este año del cincuentenario de su muerte, el de ayer, en la Maestranza, es sin duda el más importante. Y no sólo por el cartelazo de los maestros, sino precisamente porque nadie puede hablar del sentimiento de un torero, de su tauromaquia o de sus vivencias, como lo puede hacer otro torero. En esta ocasión, nada menos que rememoraron a Belmonte Curro Romero, Espartaco padre, Emilio Muñoz y Eduardo Dávila Miura, en un acto, con lleno, organizado por el Ayuntamiento de Sevilla.

Cuando los partidarios de Belmonte le solicitaban que alargara sus grandes faenas para disfrutar más tiempo con ellas, él decía: "El que quiera más, que vuelva mañana". Fernando Carrasco cumplió con esa máxima y moderó con agilidad periodística y brevedad una semblanza de Belmonte, a quien calificó como "uno de los máximos exponentes de la tauromaquia".

Curro Romero, entre otros muchos perfiles, refirió la trascendencia de la imagen de Belmonte, con el acercamiento de los intelectuales de su época. Entre otras anécdotas contó que un banderillero suyo, Blanquito, que había conocido muy bien a Belmonte, le contó que en Madrid se le acercó un torero en vías de reaparición y le dijo al trianero: "Maestro, que voy a volver". A lo que le contestó Belmonte: "¿Te ha llamado alguien?". Risas por parte del público ante la escena perfectamente dibujada por El Faraón, quien destacó del toreo de Belmonte "las distancias y los avíos por delante ¡Qué difícil es hacer eso!". Y remató: "El toreo es puro sentimiento y Belmonte tuvo que sufrir muchísimo" para hacer disfrutar al público.

Antonio Ruiz Espartaco, padre, recordó con un cariño especial lo que supuso en su vida. Fue el propio Belmonte quien le puso el sobrenombre de el remendao. Según Antonio Ruiz, "Belmonte tuvo una enorme calidad humana conmigo. Llegué a su finca. Le dijeron que yo era un chaval que se iba a morir de hambre y de frío. Mandó que me quedara en una habitación. No tenía ni ropa y lo que llevaba era con remiendos. Si no hubiera sido por él me hubiera muerto". También recordó que "el rejoneo le encantaba" y que su ganadería estaba formada con reses del encaste Parladé y de Guadalest".

Emilio Muñoz, considerado como torero barroco y heredero de Belmonte, aseveró que "es la fuente de la que han bebido posteriormente todos los toreros. Supone el fondo y la forma. Se debía volver al espíritu de Belmonte, con los pies del torero mirando al toro, girar la cintura y que el toro pase cerca del torero. Eso crea la emoción. No tenía piernas y toreaba a base de cintura y brazos". Según Muñoz, "Belmonte ha sido Dios bajado del cielo. No sólo el torero, sino el personaje". Y destacó que cuando a él las cosas no le salían bien en la plaza, pensaba en la frase belmontina: "Dentro de dos horas será de noche".

Eduardo Dávila Miura explicó que se acercó al personaje a través de la novela de Chaves Nogales, y aseguró que le impactó "hasta el punto de enamorarme de la personalidad de Juan Belmonte. Su frase 'Se torea como se es' se puede trasladar a cualquier frente de la vida". Cuando estaba en vísperas de una corrida de toros, Dávila dice que siempre pensaba en otra de las sentencias belmontinas: "El torero tiene que ser una persona capaz de transformarse" en poco tiempo, antes de torear. Y cerró el acto con la siguiente afirmación: "Belmonte fue el revolucionario que marcó a los que vinieron detrás por la quietud".

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