Un rotundo José Tomás consigue un gran triunfo
GANADERÍA: Toros de Jandilla, desiguales de presencia, los tres primeros demasiado escasos, mansos y flojos. Conjunto sin embargo muy toreable, destacando primero, cuarto, quinto y, sobre todo, el sexto. TOREROS: Julio Aparicio: estocada fulminante (una oreja); y estocada (una oreja); José Tomás: pinchazo y estocada baja (silencio); y estocada caída con vómito (dos orejas). Abel Valls: estocada trasera (silencio tras leve petición); y seis pinchazos y estocada (palmas tras un aviso). Incidencias: En cuadrillas, buenos pares a cargo de Ángel Otero y David Díaz, que saludaron en el cuarto. La plaza tuvo lleno de 'no hay billetes' en tarde despejada y muy fría.
La gente vino a ver a José Tomás y no salió defraudada. Un José Tomás que brindó rotunda faena en el quinto de la tarde. Muy plantado y seguro el diestro nacido en Galapagar, mandón y valiente, arrogante también por la compostura. Cortó dos orejas de las de verdad.
Y por el mismo precio, dos trasteos asimismo presididos por la gracia sandunguera de un inspiradísimo Julio Aparicio, premiados cada una de ellos con un trofeo. Fue tarde redonda para todos, aunque el local que cerraba terna, el joven Abel Valls, terminaría cerrándose la Puerta Grande con la espada.
En el debe del ganadero, el escaso trapío de los tres primeros toros. También hubo mansedumbre de más. Pero en el haber, la nobleza, consustancial a todo el envío. Y más: la clase y la alegría del sexto, un gran toro.
Las dos faenas de Aparicio, preñadas de genialidades, de asoleradas formas. En el que abrió plaza, muy asentado en lo fundamental. El cuarto toro de la corrida enviada por el ganadero de Jandilla se dejó menos, pero volvió a tener sabor el quehacer del torero, sobre todo en los majestuosos lances de recibo a la verónica. En ambos con la espada, también fetén.
El diestro José Tomás se empeñó en un imposible con el segundo, toro manso y huidizo, con el que no cabía si no una lidia de otros tiempos, de meterse por bajo, poderle y a otra cosa. Pero, no. Quiso darle pases como si fuese un toro normal, y casi, casi naufraga. No hay quinto malo. Y aquí se sacó Tomás la espina con creces. La faena fue un dechado de valor y donosura. Nada especial con el capote, pero tuvo mucha altura con la muleta, siempre a más.
El engaño por delante, enganchándolo "allí" para traérselo muy toreado hasta "allá". Oportunas pausas entre series. Muy centrado el torero en "los toques", excelente puesta en escena, por la solemnidad y trascendencia que tuvo aquello, con un Tomás desgranando pases y pases largos, hondos y de inmaculada precisión.
A todo esto, los cambios por detrás, los pases de trinchera y otros remates. Faena recia y muy torera en toda su extensión. Eso está claro. Cayó la espada ligeramente baja, pero nada fue óbice para el doble trofeo para el diestro madrileño. Abel Valls intentó aplicar suavidad frente al manso tercero, sin lograr nada destacable.
El sexto, ya está dicho, fue el toro de la tarde, por lo humillado que iba, largo y repetidor. Tardó en acoplarse completamente el torero local, pero la faena terminaría yendo a más, con dos tandas a derechas de muy buen trazo y naturales sueltos también a considerar por el público u por los aficionados. Le faltó rubricar su trasteo con la espada, con la que dio lo que se dice en al argot taurómaco, un sainete.
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