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Si el surferito catalán Manel Navarro tenía algunas posibilidades de hacer un aceptable papel en Kiev despejó cualquier duda ante los millones de espectadores del continente y más allá con uno de los gallos más estruendosos que se recuerdan en la historia de Eurovisión. En la época donde a los canales españoles sólo les ocurre exprimir talents musicales, Yo soy la Voz, Operación Tú sí que no, picando la carne cantarina, mandamos de entre los anónimos al programa más visto del año a un representante que no pasaría el corte ni de un casting de instituto. Justito de voz, con una caída que se veía venir. Do it for your lover pasará a los (malos) recuerdos eurovisivos como una canción resultona, con una puesta en escena que se fue limando con el paso de los días, con la animación de las tablas de aprendiz de brujo y una furgoneta con tembleque, pero que terminó destrozada por un fallo vocal que tiró por tierra lo poco que se pudo remontar.
Mucha mirada del guapo cantarín, alumno trabado de Ed Sheeran, pero el desastre estaba servido. Desde el mes de enero las expectativas festivaleras españolas se encontraban por la cola de los 42 candidatos y anoche quedaba refrendado en el juicio de expertos y del público. Ya los eurofans andaban alterados con el cantante español y ayer todo se confabuló para subrayar el despropósito.
El de Ucrania fue un festival más largo que en los últimos años, troceados por intermedios prescindibles, con una realización machacona y rutinaria: cuando se riza tanto con las pantallas que forman los escenarios los realizadores se bloquean por escasez de innovaciones. Mucho barrido de cabeza caliente y poca narración. Las carencias de números sorprendentes, la similitud entre tantos participantes, el hastío de tanto estribillo de apenas tres sílabas en inglés, convirtió en soporífero por momentos el maratón discoeuropeísta al que se le nota cierto desgaste por repetición de sí mismo en sus últimas variaciones.
Por ahí habían pespuntes desconcertantes, entre la diversión y la congoja, como La casa de la pradera de Bielorrusia, los tiroleses de Rumanía y el trastorno de personalidad del rapsoda croata.
Había canciones que recordaban poderosamente, demasiado poderosamente a otras, como el Amanecer de Edurne que envió el Reino Unido, o el Firework, calcadito, de Katy Perry en la voz de la alemana. La de Azerbaiyán plagiaba a Lorde. Y Justin Timberlake reaparecía ante Europa con Robin Bergtsson, el sueco.
Avanzando hacia la victoria con I cant go on, llamado a remover Ibiza desde ya mismo. Por despeje destacaba la propuesta italiana, Francesco Gabbani en el planeta de los simios, Occidentalis karma. Íñigo, nuestro comentarista junto a Julia Varela, narró más bien poco pero fue palmario con la comparación, reinterpretación, de Gabbani con el sublime Celentano.
Pero entre todo este ruido, el silencio, o la sencillez. La de la suave modorra nostálgica de Salvador Sobral. Viva Portugal, que con dos bemoles se fue a Ucrania con una canción en portugués, sin abalorios ni alardes efectistas. Con un apocado cantante sin complejos. Amar pelos dois suena a Moonriver, como si Aquellas pequeñas cosas de Serrat se acompasar por los acordes de un pasodoble de Martínez Ares. Una cosa curiosa, pero no estridente. Una canción extrañamente bella, Una canción para entregarse, algo que no sucede con los intérpretes españoles desde hace muchos muchos años. Bien por nuestro vecinos. Menos mal que nos queda Portugal. YAustralia, que nos queda bien lejos, pero con Isaiah, que nos transportaba a la imagen de un pipiolo Rafa Nadal.
A Portugal le disputaban el protagonismo Italia, Suecia y Kristian Kostov, que ejercía de suplantador de cantante eurovisivo ruso, émulo de Justin Bieber, que de madrugada estaba llamado a dar mucha guerra.
Toda una batalla de votos muy alejada a las preocupaciones españolas, deseosas de alcanzar un puesto noble en la tabla, como en tantos otros años remotos. Hemos perdido el sitio en Europa . En la música eurovisiva, también. En Eurovisión,en este cascabel donde todo guiño al público gay es garantía de éxito (no siempre). Lo de Manel anoche, desafinando con su voz cortita, vino a confirmar que una prioridad para el futuro presidente de RTVE es tomarse en serio esto de dar la nota ante el continente.
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