Visto y Oído

OT, Oh no

De la afición sana y la sincera pasión se está pasando a un espíritu hooligan dañino, tóxico, generador de odio, efectivamente, porque las teclas siempre corren deprisa en las redes sociales para denigrar y esputar. Cantantes de OT de la pasada edición y participantes de la presente están viviendo un acaloramiento excesivo e innecesario que convierte a los simples fans de jóvenes con aspiraciones en peligrosas pandillas virtuales sin miramientos. El fenómeno no es nuevo en el mundo del famoseo pero resulta rechinante en un formato que se presume sano, juvenil, de ansias de superación, como OT. El talent de Gestmusic regresó con ilusión en el nuevo curso pero parece encallarse de cara a sus admiradores. Y los patosos no vienen a mejorar el ambiente.

Al margen de esa intoxicación que vive la trastienda del programa entre energúmenos con tiempo libre, Operación Triunfo ha entrado en atonía, en una promoción de aspirantes que prometía mucho al entrar y que no parece que esté aprovechando la preparación de la academia. Como suele ocurrir en otras oportunidades, creen que el premio es haber llegado, como la permanencia para los equipos modestos, y no la posibilidad de mejorar, de triunfar, como alza el propio nombre del programa. Las primeras galas de OT 2018 no han reportado la curiosidad y el ruido de sus predecesores, con el riesgo de arrastrar a toda la edición en la rutina y la falta de entusiasmo. La gala del miércoles anterior se vio envuelta en unos problemas de sonido que parecían superados y que ya se vivieron en aquella noche de estreno de la que se repusieron unos alumnos mucho más voluntariosos y brillantes. O eso nos parece en estos momentos.

Para colmo, de nuevo, de ahí tendremos que elegir el nuevo representante eurovisivo, que tiene toda la pinta, a esta alturas ya, que está condenado a un repetido fiasco. "Oh, no", como cantaban cansinos los de Fórmula Abierta.

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