Salineros, una tradición centenaria
ISLA CRISTINA
El uso de las salinas tiene su origen en la época romana y eran usadas para la conservación del pescado · La empresa familiar Biomaris se dedica desde el año 1955 a la extracción ecológica de sal en Isla Cristina.
Isla Cristina sigue manteniendo algunos de los oficios artesanales que van unidos inevitablemente a la historia de su fundación. Algunos de ellos son los de rederos, remendadores, mariscadores o estibadoras. Pero si existe uno que por su atractivo y elementos que le rodean sigue llamando la atención de los visitantes es, sin lugar a dudas, el de la explotación de las salinas. Allí, cada año, al llegar las altas temperaturas, el oro blanco aflora en la superficie a la espera de que el salinero llegue con su aparejo especial para sacar la flor de la sal.
El oficio de salinero se mantiene gracias a las salinas Biomaris, una empresa familiar -dirigida por Manuela Santana- que se dedica a la extracción ecológica de la sal, produciendo una fina escama que reposa en la superficie de las pilas de la salinas. Se denomina flor de la sal, convirtiéndola en un producto gourmet por su propiedades y sabor solicitada por grandes restauradores que miman los paladares más exigentes.
El destino de este oro blanco es el tratamiento en una pequeña nave familiar -ubicada en el mismo itinerario- donde se procesa y se prepara para el envasado, recibiendo distintos procesos que le otorgan alta calidad, fruto de las diferentes variedades que desde Biomaris consiguen.
De esta manera, logra mantener una tradición familiar que comenzó en 1955. La empresa vivió posteriormente su propio declive del que ha resurgido hace unos años gracias a una moderna perspectiva de comercialización y tratamiento. En Isla Cristina, la utilidad y explotación de las salinas tiene su origen en la época romana, siendo usada para la conservación del pescado y obteniendo su máximo esplendor entre los siglos XIX y XX. La extracción de la sal es otro espectáculo caprichoso y efímero que si uno se descuida hay que esperar al verano siguiente para poder verlo, pues no es demasiado el tiempo en que las pilas de salazón rectangulares hechas en la misma parcela se muestra completamente blancas hasta que son recogidas de la forma más artesanal. Esto tiene lugar cuando los rayos del sol han contribuido a la evaporación de una disolución salina cada vez más concentrada.
Este oficio centenario no es sólo un medio de vida, es también un atractivo para quienes quieren conocer de cerca la esencia y la historia de la localidad. En esta época, es frecuente ver a familias y grupos que tímidamente entran en una propiedad privada para curiosear, no sin recibir la atención de Manuela, que amablemente les explica el origen y todos los detalles sobre las salinas, además de agradecerles la visita con una bolsita de pirámides de sal.
La producción que cada año se recoge de las salinas isleñas se convierte en un abanico de sales tratadas para distintos fines culinarios. De esta forma, es fácil encontrar en la tienda ubicada en una nave en las mismas salinas sales de colores y olores. Ejemplos de ello son la sal ahumada, cuyo sabor recuerda a los asados de leña de pescados y carnes; la sal de orégano, destinada a condimentar pizzas, pastas o tomates; la sal de romero, que potencia el sabor de los estofados y carnes a la parrilla; la sal de cebolla para la sopas, y así un extensa gama como sal de tomillo, de moña, de rosas, etcétera. Se trata de una tradición renovada gracias a las manos artesanas de los salineros.
No hay comentarios