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Tertulias sevillanas del Novecientos

  • PRÓXIMA ENTREGA Miércoles, 7 de septiembre.A finales del siglo XIX y primeros lustros del siglo XX, la ciudad contaba con tertulias literarias de trascendencia cultural. En la del duque de T'Serclaes surgió la revista 'Archivo Hispalense' y la expansión de bibliotecas

EN 1886, hace ahora 125 años, no sólo se fundaron la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación, el Colegio San Francisco de Paula y el Ateneo, pues también se editó el primer número de la revista Archivo Hispalense, tema al que dedicaremos nuestra próxima entrega. Ahora nos referimos a las tertulias literarias de finales del siglo XIX y primeros lustros del siglo XX, donde surgieron estímulos para fundar revistas literarias y bibliotecas privadas, como la famosa del marqués de Jerez de los Caballeros, ahora en Estados Unidos, otro asunto que recordaremos en esta página.

La tertulia de Juan Pérez de Guzmán y Boza, II duque de T'Serclaes, la formaban, principalmente, su hermano gemelo Manuel, marqués de Jerez de los Caballeros, Francisco Collantes de Terán, Manuel Gómez Imaz, José María de Hoyos y Hurtado, José Gestoso y Pérez, José Vázquez y Ruiz, Joaquín Hazañas y la Rúa y el impresor Enrique Rasco.

En esas tertulias nació la revista Archivo Hispalense en 1886. La casa palacio del duque de T'Serclaes estaba en la Plaza del Duque de la Victoria, número 7. Quizás fue donde estuvo el Colegio de Alfonso X el Sabio.

Junto con iniciativas literarias y de apoyo a la fundación del Ateneo y Sociedad de Excursiones, se fomentó la formación de bibliotecas privadas abiertas a los sevillanos y visitantes. Sin duda, la creada por Manuel Pérez de Guzmán y Boza, primer marqués de Jerez de los Caballeros, alcanzó fama internacional hasta el punto de ser la base bibliográfica para fundar la Hispanic Society of America, en Nueva York, en 1904. Previamente, en 1902, Archer Milton Huntington, compró la biblioteca sevillana del marqués de los Caballeros, por causa de no tener éste descendencia, desear mantener completa la biblioteca y no fiarse de las instituciones locales. Cobró 592.500 francos. Así perdieron Sevilla y España la más importante biblioteca privada de literatura española de la historia.

La ciudad contaba a finales del siglo XIX y primeros lustros del siglo XX con otras grandes bibliotecas por sus contenidos. Así eran valoradas las del duque de T'Serclaer, barón de Sabasona, José Lamarque de Novoa, conde de Valdeinfanta, herederos de José María de Vera y Navas, Mariano Fernández Castañón, José María de Álava y Urbina y marqués de Jerez de los Caballeros, entre las más importantes.

La primera observación es que durante casi todo el siglo XIX, las bibliotecas particulares eran numerosas y muy valiosas y se ofrecían a los investigadores, curiosos y turistas que visitaban la ciudad. Así puede comprobarse en la colección de guías editadas desde 1864 hasta finales de los años treinta del siglo XX, por Manuel Gómez Zarzuela y después por su hijo Vicente. Y también en otras guías comerciales del siglo XIX.

La segunda observación es que a la muerte de sus creadores, esas magníficas bibliotecas se convertían en almonedas y desaparecían.

El corolario de esta circunstancia adversa para la cultura sevillana, es que en ese período de disolución de bibliotecas particulares tomaban parte los libreros anticuarios, comprando todo los libros o lotes seleccionados y luego ofreciéndolos a su clientela, y contribuyendo así a la rotación de fondos de bibliotecas antiguas a bibliotecas de nueva formación o ampliación.

Pero hubo durante la segunda mitad del siglo XIX, y es posible que antes también, una tendencia negativa que por desgracia se mantuvo durante todo el siglo XX. Negativa para los libreros sevillanos que veían cómo eran libreros de Madrid y Barcelona, principalmente, y en algunos casos franceses e italianos, los que se llevaban lo mejor de cada biblioteca. Y esto sucedía por dos causas. La primera porque podían pagar más y al contado. Y la segunda, porque las viudas e hijos preferían vender de forma vergonzante y sin que se enteraran los sevillanos; es decir, que procuraron que los compradores se llevasen los libros lejos de Sevilla. Y así fueron desapareciendo de la ciudad muchas bibliotecas importantes, sin la participación de los libreros anticuarios locales. Un sistema que se mantuvo durante la primera mitad del siglo XX y que aún subsiste, aunque ahora ya no existen las riquezas bibliográficas de entonces en poder de particulares, salvo muy contadas ocasiones, como sucede, por ejemplo, con las magníficas bibliotecas de don Eduardo Ybarra Hidalgo y el duque de Segorbe, además de la formada por la Fundación Focus-Abengoa.

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