La caña perfecta a orillas del río Betis

Hosteleros de toda la ciudad participaron ayer en el concurso de tiradores de cerveza de la Velá

La caña perfecta a orillas del río Betis
La caña perfecta a orillas del río Betis
Pilar Larrondo

24 de julio 2015 - 01:00

Cualquier futbolista que se precie, ya esté en primera división o en tercera regional, sueña algún día con jugar un Mundial llevando la camiseta de su país. Del mismo modo, cualquiera que esté detrás de una barra desea que se reconozca su maestría en el arte de tirar cervezas, que no es moco de pavo. La caña perfecta, algo así como el gol de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica, no la consigue cualquiera. La temperatura de la cerveza, la inclinación del vaso o el golpe de muñeca al abrir el tirador son las características que diferencian a una cerveza mediocre de una caña con mayúsculas. Y, para ver quién es el maestro cervecero en Sevilla, la Velá volvió a acoger ayer el tradicional concurso de tiradores de cerveza, que ya lleva 30 ediciones a sus espaldas.

Da igual que fuera Triana y que las temperaturas rozasen los 50 grados, expertos hosteleros de toda Sevilla se desplazaron hasta la calle Betis para probar suerte en este concurso que organiza y patrocina Cruzcampo. Algunos eran veteranos y otros probaban suerte por primera vez, pero el sentimiento era común en todos: los nervios. Por eso se animaban los unos a los otros, antes incluso de que Pepe da Rosa, conductor de la prueba, marcase las reglas del concurso que premia a los ganadores con un trofeo. Una vez explicadas las normas, un total de 29 participantes pasaron por el tirador para mostrar su talento. Una tirada de prueba y dos al aire -sin cerrar el grifo- servían al jurado para valorar quién de todos merecía ser el ganador. A algunos los nervios les traicionaron y sus temblorosas manos hicieron que sus cañas tuvieran espuma como para todos los participantes. Otros sufrieron percances con el ácido y se quejaron de que el tirador perdía fuerza. Los más queridos fueron jaleados desde que empezó el concurso hasta que terminó y los veteranos dieron una muestra a los más jóvenes de que la experiencia es la madre de todas las ciencias.

Pero los años daban igual a la hora de decidir quién era el que mejor lo hacía. El jurado, compuesto por miembros de la Escuela de Hostelería Gambrinus y técnicos de Cruzcampo, quienes no sólo buscaban que se cumpliesen todos los requisitos marcados, sino que, además, cada camarero rompiese con su estilo propio y se dejase llevar por la rubia.

Después de haber tirado casi 90 cervezas y con un público cada vez más animado -hasta sevillanas se inventaban para apaciguar la espera-, el jurado tenía su veredicto. Con tres años de experiencia detrás de una barra y habiéndose presentado al concurso por vez primera, Jesús Barco, de la Rosa de San Gil, conseguía el primer premio del popular concurso. El segundo puesto fue para Antonio Jiménez, de la Cervecería Triana, y el tercero para Antonio Borrego, del Sushi Bar.

Acabada la prueba, Antonio Pardo, jefe de Ventas de Cruzcampo Sevilla, entregó el premio honorífico al tabernero del año jubilado: Diego Rodríguez, de Casa Diego (C/ Esperanza de Triana). La altas temperaturas le impidieron asistir, pero su hijo, Diego también, recogió el premio orgulloso entre los aplausos de un público alegre porque se reconociera la labor de toda una institución en el barrio.

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