De cómo cogerle el truco a la vida

Benjamín Francisco Caro, el 'Profesor Francis', lleva la magia, de forma altruista, a hospitales, residencias o festivales benéficos tras una meritoria trayectoria dedicada al ilusionismo

Juego de manos. El ilusionista realiza algunos de sus números más clásicos.
Ana Fernández

25 de marzo 2013 - 01:00

Baraja de cartas, pañuelos de seda, cajas que hacen aparecer o desaparecer objetos y telepatía o transmisión del pensamiento. En Benjamín Francisco Caro habita la más pura esencia del ilusionista al estilo del que considera su maestro, Robert-Houdin, un ilusionista del siglo XIX cuyos escritos tomó como vademécum en sus inicios en el mundo de la magia. Fue en el año 2000 cuando este vecino de Montequinto, natural de Tomelloso (Ciudad Real), decidió jubilarse tras toda una vida dedicado al noble arte del truco. Pero para el Profesor Francis (su nombre artístico) el más difícil todavía aún está por llegar y en los últimos tiempos ofrece su espectáculo, de forma altruista, a aquellos que considera que más necesitan la ilusión: hospitalizados, mayores, niños y discapacitados. También se presenta voluntario para todo tipo de actos y festivales benéficos.

En su camino, mucha es la experiencia y el reconocimiento que ha obtenido sobre las tablas. Una ardua tarea en unos tiempos difíciles donde "apenas se ganaban unos duros", detalla Francis. Hoy, y tras haber escrito la historia de El Festival Infantil en España, rememora su trayectoria, en definitiva, su vida y la de su familia, que siempre colaboró en sus actuaciones.

"Con 14 años llegó a mí un libro de juegos de manos. En varios días ya había perfeccionado esos mismos juegos. Supe que había nacido para ello". Así relata el manchego el origen de una vocación que siempre fue a más.

A pesar del rechazo de su padre a que saliera del pueblo para hacer bolos, Benjamín Francisco se las ingenió para, poco a poco, cultivar sus habilidades y conseguir accesorios para sus números que, como aficionado, empezó a realizar en los festivales para amateurs que se organizaban cuando el circo aterrizaba en el pueblo. "En una ocasión, actué como ilusionista y un amigo como imitador de sonidos de animales. Finalmente, el director del espectáculo nos premió con cinco duros a cada uno; a mí, manifestó, por haberlos engañado; a mi amigo por hacer el burro".

La mili le sirvió de excusa para salir de Tomelloso e instalarse en la capital. En ese momento, todo un mundo de posibilidades se le abrió repentinamente. Frecuentaba las salas de fiestas, tomó contacto con empresarios y representantes pero, finalmente, optó por salir de gira de pueblo en pueblo.

Los más variopintos escenarios fueron testigos de su espectáculo. Un show al que ya acudía acompañado por su mujer, Julita, experta en telepatía. En cafés, asociaciones o casinos reunía al público expectante por ver el repertorio de prestidigitación que ofrecía siempre el Profesor Francis a cambio de una papeleta para el sorteo o rifa que celebraba con el fin de conseguir algo de dinero para su sustento.

Fue en los años 60 cuando el ilusionista dio un giro de tuerca e innovó en el teatro infantil. "Vi futuro en él y empecé a actuar en las escuelas, y más tarde en teatros de pueblo, salones de boda, salones parroquiales e, incluso, en algún pleno de Ayuntamiento. En el trayecto, me topé con todos los magos que en esos momentos se dedicaban al público infantil. Las experiencias vividas con ellos y sus shows quedan recogidos en el libro que escribí en 2006".

En esta obra, y a modo de diario, también se recopilan fotografías, cartelería y demás material en orden cronológico desde los primeros ilusionistas del Festival Infantil o los Payasos de la Tele hasta Teresa Rabal, que cierra la memoria.

El interés por el ilusionismo en la familia de Benjamín Francisco parece ser genética y, tras su mujer, le siguió como acompañante su hija Marisol, artista destacada por sus dotes en ventriloquia. Este nuevo dúo impulsó el nombre y la trayectoria del mago. Viajaron por toda España y llegaron a actuar en Caracas. El caché de sus espectáculos subió y, hoy, Marisol sigue actuando con sus muñecos parlantes y la ayuda de su marido.

Tras Marisol, llegó como ayudante su hija Raquel. Ella heredó la capacidad de telepatía de su madre. Hasta el año pasado, hicieron algunas actuaciones, "aunque cada vez menos, porque ya nadie quiere contratar a un mago mayor". Sin embargo, el paso del tiempo no ha mermado la pasión de este maestro que aún está dispuesto a seguir dando lecciones de humanidad llevando la ilusión a quienes más lo necesitan; siempre, sin trampa ni cartón.

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