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Vivir en Sevilla

La verdadera esencia de tres ciudades en tres libros de viajes

  • La editorial Tintablanca publica los tres primeros títulos de su colección de libros y cuadernos de viaje con Madrid, Nueva York y París como protagonistas

  • Las próximas capitales protagonistas serán Sevilla, Londres, Roma, Berlín, Barcelona, Buenos Aires y Tokio

En el libro dedicado a París el lector descubre que a los parisinos al principio no les gustaba la Torre Eiffel.

En el libro dedicado a París el lector descubre que a los parisinos al principio no les gustaba la Torre Eiffel. / M. G.

El alma de Madrid, Nueva York y París ha quedado impresa e ilustrada entre las páginas papel arte de los tres primeros libros que conforman la Colección Tintablanca. Se trata de un recorrido apasionado y original por tres ciudades emblemáticas que atrapan al lector desde la primera a la última página.

Tras una vida dedicada a la edición, la escritura, la cultura y el periodismo de viajes, César Hernández y Manuel Mateo Pérez han hecho realidad el proyecto que siempre habían soñado y al que, de manera natural, su dilatada experiencia profesional les ha encaminado: ofrecer a los lectores y amantes del arte de descubrir el mundo un libro de viajes único y distinto a todo.

La antiguía que viaja al centro de la curiosidad

Los autores de cada libro plasman, a través de escritos e ilustraciones, la esencia de cada ciudad. Cada autor confiere su estilo y su impronta a unas capitales que conocen bien. Las han vivido, las han sentido y las han escuchado.

Han sido viajeros que han buceado entre su historia, que han vibrado entre sus rincones y edificios, que han deambulado entre el sabor de una cerveza o un café en el mismo lugar que antes disfrutaron personajes ahora históricos. Lo han hecho con tanta intensidad y curiosidad, que despiertan el interés por redescubrir estas ciudades indispensables del mundo con otro prisma.

Desde un exorcismo en el Reina Sofía hasta el valenciano que construyó Nueva York

Entre los susurros de Tintablanca se encuentra un Nueva York trepidante, cosmopolita y singular. Un Madrid esencialmente castizo, acogedor y juerguista. Un París delicado y bohemio que es, sencillamente, irresistible. En cada página el lector vibra con la propia historia de la ciudad y de otros viajeros. Ellos convierten  calles, edificios o restaurantes en sugerentes lugares con la suficiente carga emocional como para despertar la necesidad de tomar un tren o un avión.

Cada explorador del siglo XXI posee sus propios motivos para emprender un viaje. Cada uno busca su particular mirada, su vivencia irrepetible. No obstante, hay una excusa inequívoca que cierra una maleta: la curiosidad. Tintablanca Madrid, Tintablanca Nueva York y Tintablanca París dejan durante su lectura increíbles anécdotas que sobrevuelan estas capitales del mundo.

Curiosidades de Tintablanca Madrid

En Madrid, Lope de Vega y Cervantes se midieron en la vida… Y en la muerte. El destino quiso que los restos de Cervantes reposen en el convento de las Trinitarias Descalzas de la calle Cantarranas, que hoy se denomina Lope de Vega. Y los de éste, en Cervantes. Paradojas de la vida.

Tintablanca Madrid. Tintablanca Madrid.

Tintablanca Madrid. / M. G.

En los años 50, la mítica coctelería Chicote fue testigo de los excesos de la actriz Ava Gardner y del escritor Ernest Hemingway, corresponsal durante la Guerra Civil. Tenían tal apego el uno por el otro que Ava llamaba daddy (papi) al autor de Por quién doblan las campanas. Hemingway llevó durante años, colgada al cuello, una piedra del riñón de Ava. Ella fue la reina de corazones, pero también la del ruido y la polémica. Sus fiestas eran tan escandalosas que su vecino de la calle Doctor Arce, el general Perón, la denunció, el Ritz la vetó y Manuel Fraga le reclamó 10.000 dólares en impuestos. La actriz se marchó a Londres en 1969. "Estoy muy cansada", dijo. No volvió.

El Museo del Prado, que abrió como pinacoteca en 1819, nació, sin embargo, con vocación científica. Carlos III, el mejor alcalde de Madrid, encargó a Juan de Villanueva un edificio que albergara el Real Gabinete de Historia Natural. Los soldados de Napoleón, en cambio, instalaron allí su cuartel de caballería y hasta usaron el plomo de los tejados para fabricar balas.

Tintablanca Madrid. Tintablanca Madrid.

Tintablanca Madrid. / M. G.

¿Por qué un funcionario del Museo Reina Sofía pidió que se hiciera un exorcismo al edificio? El lugar donde hoy contemplamos el Guernica de Picasso fue un centro de beneficencia para los más necesitados, que fueron enterrados aquí junto a víctimas de pestes y epidemias. Ahora todas esas almas vagan entre el arte contemporáneo.

Curiosidades de Tintablanca Nueva York

Nueva York no es capital del país, ni siquiera de su estado. Pero ello no le roba el título de capital del mundo. El ingeniero que diseñó el célebre puente colgante de hierro que une Manhattan con Brooklyn no llegó a ver la obra construida. John Augustus Roebling, emigrante de origen alemán, falleció cinco días después de que el proyecto se aprobara el 1 de junio de 1869. Le sustituyó su hijo. Curiosidades de la vida, enfermó y tuvo que controlar las obras con un telescopio desde su casa, mientras su esposa transmitía sus órdenes a pie de obra. Seis días después de que se inaugurara el puente de Brooklyn el 24 de mayo de 1883 una tragedia empañó el orgullo de la ciudad. Una mujer cayó por una de las escaleras y el miedo a que el puente se derrumbara provocó una estampida en la que murieron doce personas.

Tintablanca Nueva York. Tintablanca Nueva York.

Tintablanca Nueva York. / M. G.

La Estatua de la Libertad pudo haber sido símbolo de Egipto y no de Nueva York. El escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi había diseñado una mujer vestida con una túnica y una antorcha en la mano para la inauguración del Canal de Suez, como símbolo de la luz de Egipto sobre Asia. La idea no gustó al virrey egipcio, pero sí al pensador Édouard Laboulaye, que la convirtió en símbolo de la luz de las libertades en EEUU.

El asombroso skyline de Nueva York se empezó a construir a finales del siglo XIX gracias a la feliz suma de tres factores: la revolución en la industria del acero, la invención del ascensor y un subsuelo rocoso capaz de soportar toneladas de peso. Entre ellos, no podemos obviar la labor de los indios mohawks, de la reserva de Kahnawake, en Montreal (Canadá), esenciales para concluir la construcción del Empire State en poco más de un año. Las águilas de las alturas no tenían vértigo debido a una mutación genética. El 1 de mayo de 1931 el Empire alcanzó, gracias a ellos, los 381 metros de altura y 102 pisos, 25 más que el Edificio Chrysler.

Tintablanca Nueva York. Tintablanca Nueva York.

Tintablanca Nueva York. / M. G.

La meca del lujo y del consumo, la sofisticada y perfumada Quinta Avenida, nació para que los más ricos huyeran del ruido, las enfermedades y el olor pestilente del bajo Manhattan. No muy lejos, en Central Park, hay un secreto oculto en el pedestal del obelisco: una cápsula del tiempo que contiene una Biblia, un diccionario Webster, el censo de EEUU en 1870, las obras completas de Shakespeare, una guía de Egipto y un facsímil de la Declaración de Independencia de EEUU. Cuando se inauguró el monumento, acudieron más de 9.000 masones de todo el país al evento.

¿Sabía que el arquitecto de Nueva York era español? Así denominó The New York Times a Rafael Guastavino Moreno cuando murió. Él fue el inventor de unas bóvedas tabicadas prodigiosas que resistían el fuego. Aún permanecen en lugares como el Oyster Bar, de la estación Grand Central. Cuando llegó a Nueva York en 1881, huyendo de un matrimonio infeliz, y acompañado por su hijo menor, su amante y las dos hijas de esta, Guastavino era pobre, no sabía inglés y no tenía título que avalara sus conocimientos de arquitectura. Su huella permanece en lugares como el Carnegie Hall, el metro de City Hall o el centro de acogida de emigrantes de Ellis Island.

Tintablanca Nueva York. Tintablanca Nueva York.

Tintablanca Nueva York. / M. G.

¿Qué tienen que ver el Madison Square Garden y la Giralda? El actual Madison es heredero de tres espacios anteriores. Uno de ellos, situado al noreste de la plaza Madison Square, llegó a tener, gracias al arquitecto Stanford White, una estructura similar a la del Palacio de la Ópera de París con una torre inspirada en la Giralda.

Curiosidades de Tintablanca París

Tan visitada e incomprendida, la Torre Eiffel, símbolo universal de la capital francesa, no siempre fue tan querida. En la época no gustó en absoluto algo tan desmesurado y fabricado con hierro. Se temía un desplome. En un manifiesto en su contra se la tildó de ridícula, de negra y gran chimenea de fábrica. Se habló de los monumentos humillados: Notre-Dame, la Sainte-Chapelle, la cúpula de los Inválidos o el Arco del Triunfo. Un agravio. Intelectuales y vecinos la rechazaron, e incluso se publicaron manifiestos en su contra. Sin embargo, en su inauguración, en 1889, se editaron 300.000 postales con su imagen. Las primeras de la historia y el éxito de este soporte ligero continúa.

Tintablanca París. Tintablanca París.

Tintablanca París. / M. G.

El Guernica se pintó en París, en el número 7 de la rue des Grands-Augustins, en un inmueble citado por Balzac en La obra maestra desconocida, en el que vivió Picasso con su musa y amante Dora Maar.

No se puede hablar de París sin citar a Victor Hugo y Los Miserables. Una de sus frases, Errer est humain; flâner est parisien (errar es humano, pasear es parisino), constituye toda una declaración de intenciones. París es también la ciudad que acogió los primeros pasos de escritores del boom latinoamericano. El periodista Gabriel García Márquez no podía pagar la pensión hasta que madame Lacroix, su casera y mecenas, se apiadó de él y le dejó vivir un año entero gratis. Así pudo crear El coronel no tiene quien le escriba. Vargas Llosa, aspirante a escritor, también recaló en París y en la generosidad de Lacroix.

Tintablanca París. Tintablanca París.

Tintablanca París. / M. G.

Le Procope mantiene intacto su encanto y la leyenda de ser el café más antiguo de París. Fundado en 1686, Rousseau y Voltaire mantenían aquí acaloradas discusiones filosóficas. Diderot escribió en sus mesas su Encyclopédie y Danton y Marat conspiraron tramas revolucionarias entre sus asientos aterciopelados.

¿Sabía que Winston Churchill era capaz de viajar a París solo para comprar queso? El lugar objeto de sus pasiones gourmets era Barthélémy, toda una institución hoy en día para los amantes de este alimento.

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