El marqués que quiso derribar la Torre del Oro
El Rastro de la Historia
Tras el terremoto de Lisboa, el asistente de Sevilla propuso el derribo del monumento. Sólo la movilización de la sociedad lo impidió
La Torre del Oro es hoy parte irrenunciable del paisaje de Sevilla. Pero no siempre fue así. Los problemas históricos de conservación por riadas y terremotos de esta torre albarrana construida a orillas del Guadalquivir por los almohades, así como las políticas de ensanche de la ciudad durante la segunda mitad del siglo XIX, hicieron temer por su existencia. Poco faltó para que el considerado como uno de los edificios más representativos de la arquitectura de al-Andalus y elemento fundamental del skyline de Sevilla, fuese víctima de la piqueta.
Desde muy temprano se registraron problemas de conservación del monumento. En el opúsculo La Torre del Oro de Sevilla. Su historia y su Museo Marítimo (Ministerio de Defensa), el historiador, bibliotecario de la Universidad de Sevilla y teniente de navío de la reserva, José Benárdez, señala como Fernando el Católico y su hija Juana I de Castilla emitieron órdenes a las autoridades competentes del momento para que se reparase la torre. Después del llamado Terremoto de Carmona, en 1504, se llegó incluso a proponer por primera vez la demolición de la torre, debido a los graves daños sufridos. Sin embargo, se optó por mantenerla y, para reforzarla, el herrero francés Juan Abel realizó el zuncho que rodea su primer cuerpo.
Pero quizás el momento más crítico de la Torre del Oro fue después del terrible Terremoto de Lisboa, el 1 de noviembre de 1755, cuya capacidad de destrucción espantó a Voltaire y dañó la práctica totalidad de los grandes inmuebles de la baja Andalucía. Como señala Bernárdez, este gran seísmo, junto a otros de menor intensidad y a las periódicas avenidas que castigaban a Sevilla en los siglos pasados, "dañaron su estabilidad por su debilitada cimentación, así como por el socavamiento producido por el río". Tanto es así que, en 1758, el asistente de Sevilla por aquellas fechas, Pedro Samaniego Montemayor y Córdoba, marqués de Monte-Real, presentó un proyecto de derribo que solo la decidida movilización de la sociedad civil del momento, que logró acceder al Rey, logró parar. Pese a su nefasta intención, que hubiese cambiado para siempre la faz de la ciudad, se puede decir que Monte-Real fue un buen asistente -en el sentido ilustrado del término- para Sevilla. Especialmente en lo que a limpieza y policía de la ciudad se refiere. A él se debe la creación, en 1758, de la Junta de limpieza, un antecedente directo de Lipasam. De alguna manera fue el inventor en la ciudad de los puntos limpios, pues fijó cinco lugares donde tirar basura y escombros, con las consiguientes sanciones para los incívicos que no cumpliesen con la norma.
Como es sabido, el proyecto de derribo de la Torre del Oro nunca se llevó a cabo. Por contra, el 17 de marzo de 1760 se inició un proyecto de restauración que consistió, según Bernárdez, en "el macizado de la planta baja, la construcción del tercer cuerpo (linterna recubierta de azulejos dorados), la colocación de zunchos de hierro alrededor del segundo cuerpo, los balcones de hierro, el blanqueo en el interior y el enlucido del exterior". La dirección del proyecto, que algunos han atribuido a Sebastián Van der Borcht, corrió a cargo del maestro de obras del Alcázar (algo así como el arquitecto titular), Ignacio Moreno.
Otro momento especialmente delicado para la Torre del Oro fue cuando, el 9 de marzo de 1866, se emite un oficio de la Real Casa y Patrimonio dirigido al teniente alcaide del Alcázar para que la ponga a subasta pública. Es decir, que se intentó su privatización, algo que quedó finalmente anulado por la reina Isabel II inmediatamente, el 17 de marzo del mismo año.
El 1870, todos los fantasmas parecen conjurados cuando la Marina toma posesión de la Torre del Oro para ubicar allí la Comandancia de Marina. Pero incluso así, en1871, la Academia de San Fernando propone que el edificio sea considerado Monumento Nacional para evitar que se enajene o derribe. Eran los años del Sexenio Democrático (1868-1974), periodo que tanto daño hizo al patrimonio histórico sevillano, con derribos dolorosos como la Parroquia de San Miguel o amplios tramos de la muralla. La Torre del Oro volvió a salir airosa de las amenazas.
Nota al pie: Para profundizar más en la historia del edificio recomendamos la lectura de La Torre del Oro, de Teodoro Falcón, editado por la Diputación de Sevilla en su colección Arte Hispalense. También, La arquitectura militar y palatina en la Sevilla musulmana, de Magdalena Valor Piechotta (Diputación de Sevilla).
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