Rutas de senderismo

Etapa 2 del Camino del Estrecho: Tarifa-El Lentiscal (Bolonia)

Iremos un tramo por la Playa de Valdevaqueros.

Iremos un tramo por la Playa de Valdevaqueros. / Emilio J. De los Santos

Tras la espectacular primera jornada, la segunda no se queda atrás. Es hasta más disfrutable: el trayecto entre Tarifa y la Playa de Bolonia es de poco más de 20 kilómetros y discurre en su mayor parte por la misma orilla del mar. Nos ofrecerá unas panorámicas increíbles de los primeros tramos de la costa atlántica gaditana.

Retomamos la marcha en la Puerta de Jerez de Tarifa. Pórtico medieval en la muralla que rodea el centro de la localidad. Bajamos por la Avenida de Andalucía unos 200 metros. En la curva del fondo, bajamos la escalera para alcanzar el paseo marítimo junto al lateral del Instituto Almadraba.

En esta etapa vamos a ir casi todo el tiempo junto a la costa. En esta etapa vamos a ir casi todo el tiempo junto a la costa.

En esta etapa vamos a ir casi todo el tiempo junto a la costa. / Emilio J. De los Santos

Doblamos a la izquierda y caminamos un kilómetro por el bonito paseo marítimo de la Playa de los Lances. Seguiremos viendo en el horizonte la costa africana y, de frente, la Duna de Valdevaqueros. Nos dirigimos hacia ella. Al final, del paseo llegamos a un aparcamiento. Desde aquí, comienzan unas pasarelas de madera. Primero, seguimos el perímetro del campo de fútbol municipal hasta pasar otro parking.

En esta zona hay que respetar al máximo la zona protegida. En esta zona hay que respetar al máximo la zona protegida.

En esta zona hay que respetar al máximo la zona protegida. / Emilio J. De los Santos

A continuación andamos por la zona peridunar de la Playa de los Lances. Se trata de un paraje natural protegido, con zonas de nidificación de aves. Se exige el máximo respeto y mantenernos siempre en los límites acotados para alterar lo mínimo posible a la fauna. En unos 500 metros, llegamos al puente sobre el Río Vega. La pasarela de madera se desvía a la izquierda, pero nosotros seguimos el camino de tierra que sigue de frente. Unos 700 metros más adelante, tras una zona con marisma, doblamos a la derecha.

Vamos tras el quitamiedos junto a la N-340 Vamos tras el quitamiedos junto a la N-340

Vamos tras el quitamiedos junto a la N-340 / Emilio J. De los Santos

Perdemos de vista la orilla para poder pasar el Río de la Jara. Hay que hacerlo por la carretera. Tras virar a la derecha, pasamos entre las instalaciones del Club Municipal de Hípica de Tarifa y el Cortijo del Pozuelo. Unos pasos nos encontramos con la carretera N-340. Para evitar el abundante tráfico, podemos ir un estrecho camino fuera de la calzada, tras el quitamiendos.

Cruzando el Río Jara. Cruzando el Río Jara.

Cruzando el Río Jara. / Emilio J. De los Santos

A un kilómetro, llegamos al puente sobre el Río Jara. Debemos ir por la antigua plataforma (a la izquierda y sin tráfico). Al otro lado, volvemos a colocarnos en el lateral de la Nacional. A unos metros, sale un camino de tierra en perpendicular a la izquierda, por medio de un pinar. Lo seguimos para reencontrarnos con la playa.

Por este carril volvemos a la playa. Por este carril volvemos a la playa.

Por este carril volvemos a la playa. / Emilio J. De los Santos

No pisamos el arenal, nos quedamos en la tierra compacta, por el aparcamiento. Caminamos hasta alcanzar la urbanización que hay al fondo: ahora sí nos acercamos a la orilla.

Subimos por unas escaleras de madera a otro aparcamiento que hay encima de un montículo. Subimos por unas escaleras de madera a otro aparcamiento que hay encima de un montículo.

Subimos por unas escaleras de madera a otro aparcamiento que hay encima de un montículo. / Emilio J. De los Santos

El próximo tramo puede ser problemático. La Punta de la Peña se puede atravesar por la orilla si la marea está baja. En pleamar, tendremos problemas, pues el agua nos puede impedir el paso. Si es practicable, avanzamos de frente. Si hay pegas, andamos hasta unas escaleras de madera que suben el desnivel de tierra lateral hasta el aparcamiento de un camping. Arriba, seguimos otro carril de tierra que atraviesa un pinar hasta la N-340. No hay otra opción: si intentamos ir a través del bosque, tarde o temprano daremos con la valla del camping.

La Torre de la Peña. La Torre de la Peña.

La Torre de la Peña. / Emilio J. De los Santos

Al dar con la carretera, giramos a izquierda y la seguimos por una trocha que va en el lateral (no hay que pisar el asfalto). Pasamos a los pies de la Torre de la Peña o de la Roca del Ciervo, en referencia al promontorio donde se ubica. Esta atalaya controlaba esta franja del estrecho, con una visión clara de las ensenadas de Los Lances y Valdevaqueros. La torre es de origen islámico del siglo XIII, aunque la acabaron usando los cristianos dado su estratégica posición.

Una valla nos separa de la bajada. Una valla nos separa de la bajada.

Una valla nos separa de la bajada. / Emilio J. De los Santos

Más adelante, pasada la entrada del camping, arranca a la izquierda otra vereda de tierra que vuelve a acercarse a la línea costera. La senda en esta zona es un poco difusa, en tanto que suele desdoblarse en caminos secundarios. Todos avanzan a cierta altura de la orilla. Una valla delimita el acceso a la costa. Un par de angarillas nos darán el acceso a unas calas. Tras las rocas, alcanzamos la Playa de Valdevaqueros.

Pasamos estas rocas para dejar atrás Los Lances. Pasamos estas rocas para dejar atrás Los Lances.

Pasamos estas rocas para dejar atrás Los Lances. / Emilio J. De los Santos

Volvemos a ir por la arena de la playa. Nuestro objetivo ahora es la duna que vemos al fondo. Andamos durante 2,5 kilómetros por un bellísimo paraje en el que casi siempre hay aficionados del kitesurf o del windsurf, aprovechando el fuerte viento que suele reinar aquí. La luz, los colores... todo es siempre especial en este paraíso.

Caminamos por la orilla rumbo a la duna del fondo. Caminamos por la orilla rumbo a la duna del fondo.

Caminamos por la orilla rumbo a la duna del fondo. / Emilio J. De los Santos

Nos apartamos de la orilla cuando veamos la desembocadura del Río del Valle. El vadeo dependerá de la cantidad de agua que traiga. Es posible que nos obligue a descalzarnos. Al otro lado, doblamos a la izquierda tras entrar en un parking. Pisando ya asfalto, un carril rodea el Camping del Jardín de las Dunas y entra en las Casas de San Mateo hasta dar con un cruce. Volvemos a tomar la izquierda para ascender la duna por una carretera casi enterrada. De hecho es famosa porque la duna suele devorarla cuando hace fuerte viento de levante. 

Cruzamos el Río del Valle. Cruzamos el Río del Valle.

Cruzamos el Río del Valle. / Emilio J. De los Santos

El repecho tiene un kilómetro aproximadamente. Con cuidado, podremos asomarnos por encima de la duda para ver la espectacular vista: la Playa de Valdevaqueros abajo, Tarifa al fondo y el verdor del Parque Natural del Estrecho a la izquierda. Más allá del mar se tiene una buena panorámica de la costa africa.

La carretera que sube por la duna de Valdevaqueros. La carretera que sube por la duna de Valdevaqueros.

La carretera que sube por la duna de Valdevaqueros. / Emilio J. De los Santos

Poco a poco los pinares de La Macotilla van ganando terreno a la duna. Cuando la carretera comience a girar a la derecha, ya en llano, estaremos en el entorno de Punta Paloma o de los Corrales. En pocos metros, el próximo tramo desciende hasta el Barranco de los Puercos y sube hasta pasar ante el faro y aproximarse a las casas de Paloma Baja. La población tiene alguna venta donde poder parar, pero no confiemos en verla abierta si recorremos este camino en temporada baja.

El Faro de Punta Paloma. El Faro de Punta Paloma.

El Faro de Punta Paloma. / Emilio J. De los Santos

Al final de las casas, hay una apertura en una valla. Por aquí entramos en la Colada de la Reginosa. Durante 5 kilómetros vamos a ir por un espectacular y denso pinar. Al principio, el terreno será cómodo, pero poco a poco se irá complicado haciéndose más arenoso.

Los kilómetros finales avanzan por un bello pinar. Los kilómetros finales avanzan por un bello pinar.

Los kilómetros finales avanzan por un bello pinar. / Emilio J. De los Santos

Unas estacas de la Junta de Andalucía o del Corredor Atlántico (blancas y rojas) nos irán mostrando la ruta. En caso de que falte alguna, hay que ir siempre por el camino principal. Es posible que en algunas zonas se desdoble. En cierto punto, las marcas nos sacan del sendero principal para enfilar otro secundario. Queda claro. Así entremos en la zona de El Chaparral. Perdemos altura y el suelo se hace más arenoso, dificultando más la pisada. El paisaje es se embellece aún más con un flanco más rocoso a nuestra derecha. Cerca de aquí, hay restos de un acueducto romano que se encargaba de llevar el agua desde la sierra que vemos a la ciudad de Baelo Claudia, que podremos visitar en Bolonia.

Los kilómetros finales avanzan por un bello pinar. Los kilómetros finales avanzan por un bello pinar.

Los kilómetros finales avanzan por un bello pinar. / Emilio J. De los Santos

Poco a poco el camino pierde pendiente y la vegetación se va dispersando para, por fin, tener una vista clara de la Ensenada de Bolonia, con otra enorme duna al fondo y la Sierra de la Plata delimitándolo todo. La playa, de una arena muy blanca y fina da un color turquesa inconfundible al agua.

Bajada hasta la Playa de Bolonia Bajada hasta la Playa de Bolonia

Bajada hasta la Playa de Bolonia / Emilio J. De los Santos

Dejando a la derecha el Cortijo de la Torre, el sendero desemboca en un aparcamiento. Aquí retomamos el asfalto de una carretera local que ya nos acerca a El Lentiscal, población con servicios donde podremos poner fin a esta hermosa etapa.

En Bolonia tenemos que visitar las ruinas de Baelo Claudia. En Bolonia tenemos que visitar las ruinas de Baelo Claudia.

En Bolonia tenemos que visitar las ruinas de Baelo Claudia. / Emilio J. De los Santos

Además de disfrutar de privilegiado entorno natural, en Bolonia podemos (y, si no las conocemos, debemos) visitar las ruinas romanas de la ciudad de Baelo Claudia. El complejo cuenta con un centro de interpretación y de un museo que se puede visitar todos los días salvo los lunes. Este asentamiento del siglo II a.C. tuvo una enorme importancia por su industria conservera. Este tesoro de la historia unido al extraordinario paisaje, sin duda, dejará un recuerdo imborrable en nuestra memoria.

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