Etapa 9 del Camino Olvidado: Cervera de Pisuerga-Guardo | Casi un maratón por Palencia

Un largo recorrido de 40 kilómetros que avanza a los pies de la Montaña Palentina

Etapa anterior: Aguilar de Campoo-Cervera de Pisuerga

Inicio del Camino Olvidado desde Bilbao

La Cruz de Término, en Traspeña de la Peña.
La Cruz de Término, en Traspeña de la Peña. / Emilio J. de los Santos

El extenso trayecto entre Cervera de Pisuerga y Guardo nos guiará en todo momento por las faldas de la Montaña Palentina, ofreciéndonos estampas verdaderamente pintorescas, con pequeños pueblos que parecen acurrucarse en sus laderas. Aunque la distancia de 40 kilómetros lo convierte en un recorrido exigente, afortunadamente su perfil no es excesivamente escarpado.

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Esta larga travesía comienza en la gasolinera de la carretera CL-626, dentro de Cervera de Pisuerga. Nos situamos en la acera de la estación de servicio y caminamos hacia el sur. En apenas 700 metros, dejaremos atrás las últimas casas y pronto divisaremos a la izquierda la Capilla de San Cristóbal. Debemos tomar la carretera secundaria que nace justo en esa esquina. Sin embargo, hay que prestar especial atención, sobre todo si la salida es nocturna, ya que en solo 300 metros deberemos cruzar y ascender el desnivel a la derecha. Aunque el sendero inicial puede ser difícil de distinguir, la vegetación no es muy densa, lo que nos permitirá alcanzar en pocos pasos una trocha algo más definida.

Capilla de San Cristóbal, a la salida de Cervera de Pisuerga.
Capilla de San Cristóbal, a la salida de Cervera de Pisuerga. / Emilio J. de los Santos

El estrecho sendero avanza primero por el linde de un robledal y, posteriormente, tras cruzar un cortafuegos, por un claro cubierto de hierba. Vuelve a internarse en un bosque muy denso, con una clara pendiente descendente hacia la derecha. A unos 400 metros, debemos bajar el desnivel para atravesar la carretera CL-626 que pasa a nuestros pies. Es posible que el descenso no sea evidente, pudiendo requerir cierta improvisación.

Tramo de camino poco definido al poco de salir de Cervera.
Tramo de camino poco definido al poco de salir de Cervera. / Emilio J. de los Santos

Al otro lado de la CL-626 nos aguarda otra pradera, pero pronto nos encontraremos en una pista, el Camino del Cantoral, flanqueada por majestuosos robles. Este tramo es de una belleza singular, ya que avanzamos por el Valle Almanza, a los pies del rocoso Pico Almonga (1.520 metros) y del Collado del Brezal. Ambos presentan zonas altas muy pedregosas, pero sus faldas rebosan de verdor.

Camino del Cantoral.
Camino del Cantoral. / Emilio J. de los Santos

En el kilómetro 4,5 de la etapa, pasamos ante una peculiar estructura de hormigón: las Minas de Felipe Villanueva. Tras ellas, el sendero se aprieta contra la ladera del cerro de la derecha, buscando una forma de vadear el Arroyo de Tosande. Junto al abrevadero que hay en el recodo que hace el sendero, veremos unas señales verticales que nos indican el camino hacia la Tejeda de Tosande. Se trata de un bosque de tejos muy antiguos ubicado algo más arriba en el valle. El Camino Olvidado no asciende hasta allí, pero quien disponga de tiempo y energía, puede acercarse. Se encuentra a poco más de 2,5 kilómetros. Merece mucho la mena, pues los anchos y retorcidos troncos de los árboles parecen sacados de un cuento de hadas.

Minas de Felipe Villanueva.
Minas de Felipe Villanueva. / Emilio J. de los Santos

Poco después del arroyo de Tosande, el paisaje comienza a abrirse considerablemente. Los bosques quedan a la derecha y el terreno se cubre de campos de cereales y hierba. Disfrutaremos de una panorámica imponente del Collado de Braña, donde destacan la Peña Cantoral (1.792 metros) y la Peña Horadada (1.816 metros). Todo esto se encuentra dentro del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina. Durante esta etapa, avanzaremos por el perímetro de este espacio protegido, pero nunca entraremos en él, observando constantemente el bello perfil de sus montañas.

La Tejeda de Tosande
La Tejeda de Tosande / M.G.

Desde que salimos de Cervera de Pisuerga, hemos ascendido de forma muy progresiva unos 170 metros sobre el nivel del mar. Permaneceremos por encima de los 1.000 metros durante gran parte de esta etapa.

En el kilómetro 7,5, llegaremos a una bifurcación. Debemos tomar el carril que avanza hacia el sur, por la izquierda. Este nos aproximará a la carretera CL-626, pero justo antes, se desvía a la derecha para tomar una pista que nos conduce a Cantoral de la Peña, el primer municipio de esta etapa.

Iglesia de Santa Ana en Cantoral de la Peña.
Iglesia de Santa Ana en Cantoral de la Peña. / Emilio J. de los Santos

En esta pequeña población, veremos la Iglesia de Santa Ana, que conserva su puerta de acceso románica del siglo XIII. Un pequeño rodeo nos mostrará la plaza del pueblo y pronto nos sacará de nuevo al campo.

A un kilómetro y medio se encuentra Cubillos de Castrejón. No tenemos más remedio que conectar con la carretera autonómica para atravesarlo. Afortunadamente, permanecemos poco tiempo sobre el asfalto, pues a solo 300 metros de este municipio nos desviamos por el camino de tierra que nace a la derecha.

Enorme balsa de agua a la salida de Cubillos de Castrejón. Siempre iremos a los pies de la Montaña Palentina.
Enorme balsa de agua a la salida de Cubillos de Castrejón. Siempre iremos a los pies de la Montaña Palentina. / Emilio J. de los Santos

Nos acercamos a una balsa de agua de considerable tamaño. El recorrido rodea su perímetro antes de encaminarse a Traspeña de la Peña, que nos recibe con un hermoso crucero. Es la Cruz de Término, del siglo XV, considerada una de las más bellas de Castilla y León. Un poco más adelante se alza la vistosa Iglesia de la Transfiguración, de estilo gótico, datada entre los siglos XIV y XV, aunque su torre podría ser de finales del XIII.

La vistosa Iglesia de la Transfiguración, en Traspeña de la Peña.
La vistosa Iglesia de la Transfiguración, en Traspeña de la Peña. / Emilio J. de los Santos

El Camino Olvidado avanza por la calle principal de la localidad y, al dejar atrás las casas, comparte trazado unos metros con la carretera local PP-2249. En la primera curva, a la altura de otra balsa (El Pozón), dejamos el firme. Un kilómetro de recta nos acerca al Pozo Pedrito, otra antigua instalación minera de la zona. Caminamos cerca de la Peña Redonda, una montaña de 1.996 metros sobre el nivel del mar coronada por una enorme cruz visible a gran distancia.

Volvemos a pisar otra carretera secundaria (PP-2248) a la altura de unas naves industriales. Por ella entramos, en ligera subida, en Villanueva de la Peña. Superamos el arroyo de la Torca y recorremos su calle principal, que nos muestra la Iglesia de San Martín, situada sobre una loma dominando el caserío. El templo es del siglo XV, pero cuenta con una portada románica del siglo XIII. La calle San Martín nos saca del pueblo. Al fondo, giramos a la derecha. Hemos recorrido 16,5 kilómetros hasta este punto.

Llegada a Villanueva de la Peña.
Llegada a Villanueva de la Peña. / Emilio J. de los Santos

Aún queda mucho por andar. El siguiente tramo de 4,5 kilómetros avanza por una zona muy monótona, rodeada de tierra en barbecho y pequeñas pedreras. El perfil describe suaves desniveles, pero lo más notable es la ausencia total de sombra. Mucho cuidado si es verano y el sol aprieta. En el kilómetro 18, hay una bifurcación en la que debemos tomar el ramal izquierdo. Más adelante, en el 19,5, comenzamos a describir una serie de ángulos rectos: el primero a la izquierda, el segundo a la derecha y el tercero, de nuevo a la izquierda. Cruzamos la CL-626 y entramos en Tarilonte de la Peña. Tomamos la calle Travesía de Santa Marina y, en una plaza, giramos a la derecha por San Pedro. Antes de salir, veremos la Iglesia de Santa Marina, un templo reconstruido del siglo XIX que intenta imitar su estructura románica original (del siglo XII).

Iglesia de Santa Marina de Tarilonte de la Peña.
Iglesia de Santa Marina de Tarilonte de la Peña. / Emilio J. de los Santos

El trayecto nos muestra a lo lejos el Embalse de Villafría, situado al sur. Pronto nos topamos con la vía ferroviaria. Nos mantenemos a su lado unos metros hasta cruzar junto a los ruinosos edificios del apeadero de Villanueva de Tarilonte. El sendero inicia una suave subida antes de volver a descender para buscar el paso sobre el arroyo de Villafría. Entramos en Aviñante de la Peña tras resguardarnos un poco del sol en una zona con algo de vegetación.

Tendremos que cruzar la vía del tren.
Tendremos que cruzar la vía del tren. / Emilio J. de los Santos

En una cuesta ascendente, conectamos con la calle principal del pueblo. Una fuente nos permitirá rellenar la cantimplora antes de continuar la subida mientras realizamos un rodeo impuesto por el extraño entramado de las calles. Dejamos las casas atrás, atravesando de nuevo la CL-626.

Afortunadamente, el paisaje cambia y la vegetación se impone. El recorrido también se vuelve algo más ameno al bordear las primeras colinas de la Sierra de la Peña y encontrar el paso de dos arroyos: el San Román y Santa María. En total, la senda dibuja tres codos antes de entrar en Santibáñez de la Peña, una localidad a pie de carretera que cuenta con numerosos servicios.

Llegada a Santibáñez de la Peña.
Llegada a Santibáñez de la Peña. / Emilio J. de los Santos

Tras conectar con la calle San Román, atravesamos su casco antiguo. Llegamos sin complicaciones a una senda peatonal que va en paralelo a la CL-626. En unos 500 metros, alcanzamos al Barrio de la Estación, donde hay varios bares y tiendas a pie de carretera. Se convierte prácticamente en una parada obligatoria antes del último esfuerzo de 10 kilómetros hasta la meta.

Senda peatonal que conduce al Barrio de la Estación de Santibáñez de la Peña.
Senda peatonal que conduce al Barrio de la Estación de Santibáñez de la Peña. / Emilio J. de los Santos

Retomamos la marcha por el lateral del asfalto. Tras el cuartel de la Guardia Civil y la Ermita del Cristo de las Heras, abandonamos la carretera en una curva para visitar Las Heras de la Peña. Nos mantenemos en la calle por la que entramos, que describe un amplio arco que nos enseña a cierta distancia la Iglesia de Santa Eulalia.

Iglesia de Santa Eulalia.
Iglesia de Santa Eulalia. / Emilio J. de los Santos

Abandonamos la población pegados a una ladera mientras nos muestra varias instalaciones abandonadas de la Mina de la Cántabra. El único respiro del sol nos lo da la vegetación que rodea el arroyo de Acebol. El resto del camino está a pleno sol. Hay dos kilómetros y medio entre Las Heras y Villanueva de Arriba. La localidad nos ofrece una fuente a la salida.

La senda tiene muchos tramos a pleno sol. Las zonas con vegetación nos parecerán un regalo.
La senda tiene muchos tramos a pleno sol. Las zonas con vegetación nos parecerán un regalo. / Emilio J. de los Santos

Sin mayores complicaciones (más allá del enorme cansancio que ya llevaremos), atravesamos los parajes de La Lomanilla y Rabanal para acceder a Muñeca, vinculado ya a Guardo. Es una pequeña población con algunas calles bastante llamativas por sus casas coloridas y decoradas.

Al salir de Muñeca, por fin vemos a lo lejos la meta, pero aún queda la prueba psicológica final: una recta de dos kilómetros que se nos hará eterna, sin sombra y sin distracciones.

La larga recta tras Muñeca.
La larga recta tras Muñeca. / Emilio J. de los Santos

Guardo es una localidad mucho más grande que las anteriores que hemos visitado. Con un pasado muy minero, presenta todos los servicios y una disposición dividida en dos por el río Carrión. La entrada la hacemos por la Avenida de Santander. La calle de la Iglesia nos sube a la Iglesia de San Juan Bautista, que alberga una pila bautismal románica del siglo XIII. Delante del templo, se encuentra la Plaza de Otero, un excelente mirador que ofrece una panorámica completa de la localidad.

La Iglesia de San Juan Bautista alberga una pila bautismal románica del siglo XIII.
La Iglesia de San Juan Bautista alberga una pila bautismal románica del siglo XIII. / M.G.

En cuanto al hospedaje, nos da una de cal y otra de arena. La mala noticia es que, si optamos por dormir en el Albergue-Escuela de Montaña Cara Norte, tendremos que atravesar toda la localidad para llegar hasta él. Se nos hará muy pesado. La buena noticia es que, a la mañana siguiente, saldremos muy rápidamente de Guardo.

Vistas de Guardo desde la Plaza de Otero.
Vistas de Guardo desde la Plaza de Otero. / Emilio J. de los Santos

Con esta novena etapa casi hemos dejado atrás la provincia de Palencia. La próxima jornada nos introducirá por fin en León, en una etapa muy corta y agradable, ideal para descansar un poco tras tanta distancia y para prepararnos para las etapas más montañeras que están por llegar.

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