No fue el mejor ejercicio futbolístico del Sevilla, pero está en cuartos de final de la Copa del Rey juvenil tras anotar dos goles en la prórroga en una demostración de épica que mantuvo vivo el sueño cuando éste parecía realmente imposible.

La ventaja de 0-1 de la ida fue relativa para un Sevilla que nunca supo si apostar por el dominio o esperar a su necesitado enemigo. El Levante esperó su oportunidad buscando los puntos débiles locales y sabiendo que con un gol podía forzar un nueva puerta hacia semifinales. Nunca se arrugó ni abandonó su deseo de agarrarse a la posibilidad de clasificarse y esa creencia dio sus frutos justo al final. El Sevilla recibió un palo durísimo cuando Matías forzó una prórroga inesperada que abría de nuevo la historia de la eliminatoria.

Agustín López, técnico del Sevilla, había realizado varios cambios y el duelo se había adentrado en un reparto de golpes que terminaría siendo perjudicial con ese tanto. Pero peor se pusieron las cosas cuando Matías, en un discutido penalti, puso su segundo y el valor doble de los goles a domicilio obligaba a los locales a anotar dos tantos.

El Sevilla nunca tira la toalla. El Levante se había mostrado fuerte defensivamente y sólo el cansancio parecía abrir nuevas vías para los sevillistas. El público presente en la ciudad deportiva cruzó los dedos y Sedeño, en el minuto 113, renovó las ilusiones de clasificación.

Fue entonces cuando el Levante más sufrió, consciente de que el Sevilla apretaba más que nunca. Y no podía ser otro. Juan Muñoz, el hombre que acudió al rescate del Sevilla Atlético, el hombre que bate récords de goles en la categoría y que tiene una alianza con la portería rival. Apareció en el 120 para apuntalar al Levante con un gol que provocó el delirio en las gradas. Los jugadores del Levante miraron al suelo y los sevillistas festejaron una clasificación fabricada con argumentos épicos. Nunca hay felicidad para todos. Al Levante le dolió más ese final que el esperado en un principio. Y al Sevilla le supo a gloria su gesta, aunque el sufrimiento previo fuera evitable.