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Remangarse también es crecer

  • El Sevilla, a demostrar su solvencia enfrentándose a una corrida dura en Elche, donde los de Emery cuentan con el estímulo de defender la tercera plaza. El mejor inicio de la historia, a tiro.

El de hoy es un partido de esos con los que hay que tener cuidado. El típico encuentro en el que el aficionado ya ha sumado en sus cuentas los puntos y luego hay que jugarlo; el típico encuentro al que un equipo de la cabeza de la tabla le coge asco, un choque desagradable para futbolistas internacionales que acaban de regresar de saludar a sus compañeros de selección y que, de golpe y porrazo, se ven en un campo como el Martínez Valero sin el glamour del que han podido disfrutar en otras citas de enjundia por la clasificación para la Eurocopa. Quizá no es el caso -por aquello del glamour- de Stephene Mbia, pero África, con ébola y sin ébola, es un caso aparte y el futbolista africano también vive de una manera muy especial los compromisos de su selección.

Y llevaba más razón que un santo Unai Emery cuando decía el pasado viernes que lo de este fin de semana es para explicarles a muchos futbolistas (a los extranjeros) "dónde está Elche". No se trata de que sepan exactamente su ubicación geográfica, sino que es una forma de decir que esos profesionales, algunos de ellos en su primer año en España, deben saber qué tipo de rival es el Elche, qué partido se van a encontrar y cuáles pueden ser los momentos críticos para el Sevilla a lo largo de los noventa y tantos minutos que dure el choque. A eso se refería el entrenador, que para nada es ajeno a que el futbolista profesional a menudo en los viajes se aísla de todo, se coloca sus cascos y a veces no sabe ni hacia dónde viaja, si al sur o si al norte.

Y el de esta tarde en Elche será un partido de remangarse, una prueba de fuego para un equipo que defiende la tercera plaza y que quiere vivir bajo los focos de la Champions. Pero no será sin pisar fuerte en el barro. Eso es imposible y por eso el entrenador insiste en estos pequeños matices de orden psicológico que a menudo decantan el sentido de una victoria o una derrota.

Se acabó el parón, la competición vuelve y el mes que le espera al Sevilla es muy duro como para no arrancar a la primera, como para andar todavía pensando en los partidos de la selección.

El Sevilla de Emery, además, está en disposición de firmar el mejor arranque liguero en 109 años de historia y seguir enseñándole la matrícula a Real Madrid y Atlético. Las dudas que aparecieron en algún sector de la afición, o se olvidaron en estas dos semanas de parón o quedaron apaciguadas con la goleada al Deportivo en la mañana de fiesta, sol y niños que vivió el Sánchez-Pizjuán ante los gallegos. Es verdad que la entidad del adversario no era como para calibrar el potencial de una plantilla que es de las cinco mejores de España y seguro que la del Elche tampoco. La Liga se ha fragmentado de tal forma que las diferencias se han agrandado y el Sevilla, por todo lo que ha hecho bien, ha tenido la suerte de acabar en el grupo noble, pero no es lo mismo recibir a estos equipos en casa que tener la obligación de domeñar en su espacios naturales, allí donde se mueven con el colmillo retorcido, al abrigo de sus virtudes y jaleados por sus aficiones. Como aquí mismo la temporada pasada, en la que el Sevilla salvó un punto en el último minuto.

Todo eso lo tendrá que minimizar un Sevilla que tiene la oportunidad de demostrar que es capaz de tener el control del juego en todo momento imponiendo su ritmo, que será el del polaco Krychowiak, líder y bandera en esa zona en la que un equipo debe hacerse fuerte. Los viajes, los minutos y los golpes de cada uno de los internacionales serán variables que pueden condicionar las decisiones de Emery a la hora de confeccionar el once, pero el vasco viaja con las ideas muy claras. No ha lugar a las concesiones, el Sevilla va fuerte y también sabe remangarse.

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