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La satisfacción de ir sumando adeptos y fabricar ilusiones

  • El Sevilla de Emery acabó completando un rotundo éxito desde un trabajo que mereció el premio de la Champions. Las dudas mutaron en una fe desatada.

Cuando acabó la primera vuelta el Sevilla estaba un puesto por encima del que ha terminado en la Liga, cuarto, pero el sevillismo no estaba igual de entregado. Todo se discutía. La labor de un Unai Emery, que ha terminado escuchando cómo le ruegan que no se marche ante el presunto interés de grandes clubes europeos, la elaboración de una plantilla que es verdad que pudo mejorarse en algunos puestos, pero que el entrenador optimizó hasta límites insospechados, el modelo de juego que a algunos no llenaba y que ha acabado por ser ejemplo por su versatilidad y capacidad de adaptación...

El Sevilla de Emery fue sumando adeptos a su causa, escépticos acostumbrados a discutirlo todo, inconformistas y entrenadores desde el sofá que fueron abriendo los ojos y que acabaron entrando por el aro y comulgando con el método que llevó al equipo nervionense a firmar la mejor temporada de su historia en cuanto a puntos sumados a través de un modelo en el que tocó todos los palos. Con una gran variedad de registros futbolísticos, la evolución táctica y competitiva del Sevilla fue una demostración de por qué un entrenador empieza de verdad a sacar provecho de su trabajo cuando cumple un periodo largo aplicando su metodología a un mismo grupo.

El Sevilla, más allá de las individualidades -algo que parecía difícil en verano cuando se materializó la salida de un líder de una importancia capital como Rakitic- llegó a interpretar un fútbol convincente y arrollador. Fue intenso, actuó siempre como bloque y se comportó como un grupo unido y compacto. A diferencia de otras campañas, no surgió un líder indiscutible en el campo, sino que el grupo asumió ese papel sumando de todas las individualidades, inclusive las de jugadores que en principio no partían con un rol ni mucho menos protagonista (Aleix Vidal).

El Sevilla se sobrepuso con soltura a algunos momentos de dudas pese a que no bajó en ninguna jornada de la quinta plaza, aunque sí es verdad que el sevillismo se exasperó viendo cómo su equipo se dejaba puntos en campos en los que desaprovechaba la oportunidad de darle caza al Valencia, en Getafe, en Anoeta...

También los reticentes argumentaban que con Emery el Sevilla no había sido capaz de plantar cara a los grandes. La derrota en el Vicente Calderón de manera estridente (4-0) hizo algún daño al crédito de un entrenador y un equipo de trabajo que si por algo se caracterizó fue por aplicar normalidad a las situaciones extremas. Tranquilidad y confianza en el trabajo tras las decepciones y eharla al suelo cuando las victorias traen el ambiente alrededor del equipo. Eso fue haciendo fuerte al grupo. Eso y la unión en los siempre difíciles momentos de las lesiones, trances por los que pasaron Sebastián Cristóforo y Nico Pareja.

El grupo siguió caminando, contra viento y marea y desafiando tempestades. El factor físico empezó a hacerse decisivo a partir de la segunda vuelta y, en especial, en el último tramo de Liga, coincidiendo con los éxitos en la Europa League, competición que generaba una ilusión que servía como un combustible añadido para el equipo a la vez que alimentaba la fe de una afición cada vez menos incrédula y más entregada. Ése fue el gran éxito de este Sevilla, ir enganchando adeptos por el camino sin perder la filosofía de rendimiento.

El Sevilla, ya temible por su trayectoria, se fue convirtiendo en un rival más que respetado. El Atlético de Madrid, a la sazón campeón de Liga vigente por entonces, llegó al Sánchez-Pizjuán buscando descaradamente un empate que al final encontró, el Barcelona forzó tarjetas amarillas de varios de sus titulares para que descansaran la jornada anterior de comparecer en Nervión, donde acabó dando por buena la igualada ante la reacción que se encontró y el Real Madrid también tuvo que apretar los dientes para llevarse un triunfo que acababa con un récord histórico de quince meses sin que el Sánchez-Pizjuán conociera una derrota, 34 partidos oficiales.

El Sevilla 14-15 ha sido el Sevilla de los récords, producto todo de la voracidad competitiva de un Emery empeñado cada día que se levanta en hacer historia. Los 76 puntos que sumó la plantilla supusieron, aparte de la mejor puntuación de la historia en una temporada, el quinto puesto más exigente en la Liga española.

También en número de goles a favor, las cifras fueron espectaculares, aunque se quedaron muy cerca del Sevilla más anotador, que fue el de la primera temporada de Manolo Jiménez, la 07-08. En aquella ocasión, con un ataque compuesto por Kanoute, Luis Fabiano y Negredo, el Sevilla llegó a los 75 goles. En esta ocasión, con Bacca y Gameiro a pleno rendimiento, pero con una segunda línea con un protagonismo especial (Reyes, Iborra, Banega, Aleix Vidal, Vitolo...), el Sevilla llegó a los 71. Y es que hasta 17 jugadores distintos marcaron en la Liga.

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