El mago del despliegue

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Marcelino, con un modelo que no caló en Nervión, bate récords sacando brillo al fútbol de las transiciones. Sólo el Atlético recibe menos goles.

Marcelino realiza una indicación durante un entrenamiento del Villarreal.
Marcelino realiza una indicación durante un entrenamiento del Villarreal.
J. Alba

13 de marzo 2016 - 05:02

Esto es la historia de un modelo. No es ninguna casualidad. Un modelo que no cuajó en el Sánchez-Pizjuán sencillamente porque no gustaba. Ésa fue, de base, la causa principal, aparejada con otras, de que el patrón de Marcelino no calara entre el sevillismo. El asturiano ya era criticado en las primeras jornadas, cuando, sin encajar goles, ganaba por la mínima en casa y lograba empatar en el Calderón o en Mestalla. Una media inglesa que no se prestaba al espectáculo. Después pasaron más cosas, está claro, y se acabó la historia.

Ahora, ese modelo está afincado, asentado y asimilado en El Madrigal. El Villarreal sigue esa media inglesa, aunque mejorada. Con un juego con marcado acento hacia el repliegue y el contraataque, el castellonense es el segundo menos goleado del campeonato (19 tantos), sólo superado por el pétreo Atlético de Simeone. Un modelo basado en el dominio de las transiciones que le ha dado a Marcelino para superar incluso los números del mejor Villarreal de Pellegrini, Pires, Riquelme y Marcos Senna.

SIN BALÓN

Incuestionable el 4-4-2 sin ningún tipo de variable posible, el Villarreal se arma como bloque con movimientos acompasados, mecanizados con horas de trabajo de campo, con conos, picas y vuelta a empezar en la tradicional fórmula de esquema, movimiento, evoluciones, acciones conjuntas individuales y acciones conjuntas. A algunos les parecerá rudimentario, pero a Marcelino, en combinación con otras cosas, le resulta.

El bloque es un bloque. Con dos delanteros fundamentales en la primera línea de presión, el asturiano siempre tiene a un triángulo cerca del poseedor del balón se trate de la zona del campo que se trate. Si Giovani fue su musa durante años, el mexicano puede decirse que ha mutado en Bakambu, ese jugador tanto o más inteligente sin balón que con él. Dos pivotes con dinamismo y sin locuras para perder la posición y una defensa que no hace locuras. El equipo se mueve en basculaciones bien estudiadas: dos líneas de cuatro que nunca se parten, cohesionadas, firmes y severas en coberturas y permutas como en rigor con los indicadores tácticos.

CON BALÓN

Pocos toques. El secreto es la transición, pero mucho más saber prepararse para ella. Parece fácil, pero se trata de prepararse para la pérdida en posesión y estar más que listo para la estampida cuando el balón es del contrario. Una armónica relación entre el repliegue y el despliegue. Para éste, al Villarreal le bastan 8 segundos, menos si es posible. Tres, cuatro toques y una finalización sin concesiones. Para eso, el primer toque de espaldas de Soldado -también Baptistao a veces- es fundamental, como la velocidad de conducción de Denis Suárez, la verticalidad de Bakambu o el desparpajo de Samu Castillejo.

LO MEJOR

La fantástica relación entre el repliegue y el despliegue. Marcelino es el maestro del contraataque. Sin hablar, por supuesto, de un genial balance defensivo, supeditado -cierto es- a un control físico muy desmenuzado a cargo de los colaboradores del asturiano.

LO PEOR

En creación en ataque organizado puede tener más problemas ante rivales replegados, aunque apela a la continuidad y la constancia.

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