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César Camarero. Compositor

"Me interesa el presente, no la historia"

  • El Instituto Cervantes de Bremen edita en CD una ópera de cámara y cuatro piezas breves de César Camarero, compositor madrileño afincado en Sevilla.

Camarero. C. Alcedo, soprano: J. L. Estellés, clarinete; A. M. Alonso, viola; D. Apellániz, cello: A. Rosado, piano. Instituto Cervantes Bremen.

Premio Nacional de Música en 2006, César Camarero (Madrid, 1962) ve ahora publicado su sexto monográfico en disco, que incluye la ópera de cámara En la medida de las cosas, tres piezas breves para solistas y un dúo.

-¿Cómo surge la idea de esta ópera?

-En la medida de las cosas fue un encargo que me hizo en 2010 Xavier Güell para su ciclo Musicadhoy, aunque se presentó primero en la Bienal de Venecia y luego también en Stuttgart. Había cuestiones presupuestarias que determinaron que hubiera solo un cantante y cuatro instrumentistas. En todo caso, me interesan estos formatos pequeños. La condición que puse era que participaran los músicos que yo quisiera.

-Se trata de una ópera sin trama.

-Leí mucho teatro, pero no me convencía nada, las obras que me interesaban tenían mucho texto; las más concisas, no me interesaban. Así que hice algo más sencillo, cogí unos poemas de María Negroni que tenía apartados desde hacía tiempo y el director hizo a partir de ellos una puesta en escena muy interesante, pero no era una cosa pretenciosa, y en efecto no había una narración. Es más bien como si coges el Pierrot lunaire y lo ofreces con una puesta en escena.

-¿Dónde encuadraría el tipo de vocalidad que usa en la obra?

-Hay autores con cuya música me puedo identificar más o menos, poco en esencia, pero que sí han buscado este tipo de vocalidad, como cierto Dusapin, el de la época media, cierto Donatoni o Berio… Me interesaba utilizar el texto de forma inteligible, escribir para la voz igual que haría por ejemplo para un clarinete. La base es que el ritmo de la palabra determine el ritmo de la línea. En un momento dado, si el texto o una situación dramática requieren hacer algo silábico, más contemporáneo, algo de ruido, no tengo problemas en utilizarlo, pero tendría que tener una justificación en la trama. Me parece que es más difícil hacer lo que yo hago que lo otro, hacer gestos que parezcan novedosos para cierto público -aunque son novedosos de hace 30 años-, es relativamente sencillo, pero buscar una vocalidad con las mismas notas de siempre, tratando de hacer algo si no especialmente diferente, espero que al menos con algo de originalidad, a mí me cuesta mucho más.

-El disco se completa con cuatro obras breves. ¿Por qué este formato?

-Me interesan estos formatos monográficos, no porque yo sea especialmente egocéntrico ni nada, sino porque creo que es lo que funciona para el público y para los no iniciados en la música contemporánea. Trato de funcionar como los músicos de jazz o de rock, hacer un proyecto con una música determinada y con unos músicos determinados.

-La relación con los intérpretes es entonces crucial.

-Por supuesto. Voy buscando una manera de ser compositor que no es la que me enseñaron. A mí me interesa el presente. No me interesa la historia ni el homenaje cuando tenga 80 años o después de muerto. Todo eso de la posteridad es una trampa, es una especie de comunismo o de catolicismo, el más allá, que será la utopía gloriosa; pero claro, si no lo voy a ver, me da igual. Yo me crie en un ambiente en el que era muy importante tener una partitura muy buena, y si aquello no salía, no era comprendido, ya vendría un futuro mejor y todo ese rollo. Me he convertido en lo contrario de eso. A mí la partitura me da igual, es necesaria para que salga la música, pero nada más. De hecho, retoco constantemente obras, hago versiones, no tengo esa idea de la obra como una cosa para idolatrar; si hay algo que idolatrar, aunque creo que no hay que idolatrar nada, sería el concierto como una experiencia existencial que te puede llegar y te puede tocar de alguna manera, como a mí me tocaba cuando tenía quince años y era espectador.

-Usted prefiere hablar de lenguaje antes que de estilo .

-Sí, entiendo por lenguaje una serie de procedimientos que tienen cierta coherencia interna, pero muy amplia, no es una coherencia restrictiva. Nunca empleo la palabra sistema, que me parece horrorosa. El lenguaje es mucho más abierto. No tengo esa idea de estilo prefijado, como tienen muchos pintores, que hacen siempre los cuadros iguales. Yo no sé lo que voy a hacer pasado mañana, aunque tiene que haber una unión indisoluble entre el lenguaje y la obra en sí: tiene que haber una identificación entre lo que utilizas para hacer la obra y la obra en sí. El lenguaje está en función de mí mismo, de mi obra, de lo que pienso, de cómo me influyen las cosas, de lo que me interesa.

-¿Cómo es el proceso de composición de una obra?

-Yo lo veo como un proceso continuo de pensamiento. Hay ideas que van quedando, como el limo de los ríos, un poso de ideas sobre las que quieres volver, porque no has extraído todo su potencial, y luego aquello se junta con otra cosa que has escuchado, que de repente descubres. A mí me pasa mucho ir a un concierto y decir, a mí me gustaría hacer algo así, pero de otra manera; yo lo voy a hacer a mi manera. O tienes influencias de la plástica o qué sé yo, de estar mirando al mar... Todo ello configura una especie de manera de pensar-sentir, que está ahí, que se cristaliza en la obra, pero en cierto sentido lo importante es lo otro, la obra es casi una especie de desecho. Hay una vida creativa, mental que uno lleva y la obra es aquello que sale casi solo porque llevas toda una vida dándole vueltas a esas cosas.

-No le interesa demasiado que su música se entienda…

-Hay una famosa anécdota con Picasso de protagonista: una señora le pide al pintor que le explique lo que quiere decir un cuadro, y Picasso le responde: "Si yo le explico lo que quiere decir el cuadro, usted podrá entender la explicación, pero no el cuadro". Eso resume lo que podría decir sobre la cuestión. La gente que va al Teatro de la Maestranza y escucha la Quinta de Beethoven, ¿la entiende o simplemente está acostumbrada a escucharla? La idea de entender presupone una cierta formación en el público con la que no estoy de acuerdo, una cierta sensibilidad sí es necesaria, pero una formación musical o conocer la historia del siglo XX… es algo que me parece ridículo. Hay muchos en el mundo de la música que se han empeñado en esa falsa pedagogía. Yo utilizo por eso mucho más el término llegar: hay cosas que te llegan, que te tocan… Si tu música no le llega a alguien, pues que vaya a escuchar otra. Lo importante es que hay gente a la que sí le llega, y es una satisfacción poder estar comunicado con esa gente, que es más de la que podría parecer. A mí me emociona mucho cuando al final de un concierto se me acerca alguien que no tiene nada que ver con el mundo de la música, me felicita y se le nota emocionado. Me interesa por esa falta de defensas, aquello le ha entrado porque le ha entrado, sin más.

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