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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Crítica ópera. 'Madama Butterfly'

Distanciamiento frente a empatía

Madama Butterfly. Ópera en tres actos de Giacomo Puccini. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Dirección musical: Pedro Halffter. Dirección escénica: Mario Gas. Escenografía: Ezio Frigerio. Vestuario: Franca Squarciapino. Iluminación: Vinicio Cheli. Intérpretes (primer elenco): Svetla Vassileva (Madama Butterfly), Héctor Sandoval (Pinkerton), Ángel Odena (cónsul Sharpless), Marina Rodríguez Cusì (sirvienta Suzuki), Mikeldi Atxalandabaso (Goro), Fernando Radó (Tío bonzo), Fernando Latorre (príncipe Yamadori y comisario), Inmaculada Águila (Kate Pinkerton), David Lagares (Tío Yakuside), Francisco González (oficial del Registro), Rocío Botella (madre de Cio-Cio-San), Sandra Romero (tía de Cio-Cio-San), Ana Cadavel (prima de Cio-Cio-San), Iván Díaz (Dolore, niño). Producción del Teatro Real de Madrid. Lugar y fecha: Teatro de la Maestranza. Sevilla, 5 de junio de 2012. Aforo: Lleno.

Es la tercera vez que el Teatro de la Maestranza programa en sus veinte años de vida esta popular ópera de Puccini y en esta ocasión el aficionado puede asistir a la puesta en escena más elaborada de las tres. Mario Gas no inventa nada nuevo con el juego del rodaje de una película sobre la ópera que se va desarrollando, pero sí que sabe ensamblar ambos niveles narrativos mediante la disposición de pantallas en las que se va proyectando el montaje cinematográfico, con juego de planos, contraplanos y primeros planos. La iluminación detallista de ese mago de la luz teatral que es Vinicio Cheli sabe resaltar el espacio central del set en el que se representa Madama Butterfly. Por su parte cabe elogiar la escenografía de Frigerio, en la que sólo chirrían alguna vez los fondos a base de luminosos del segundo acto.

Ahora bien, lo que a priori parece un hábil juego metateatral se convierte en una trampa que establece una serie de barreras, una serie de filtros de distanciamiento entre el espectador y la historia que se narra y canta y que impiden algo tan importante en este título como la empatía. Todos sabemos, claro, que la historia no es real, que la soprano no muere y que el tenor no es tan odioso, pero la intensidad de las palabras, el extremismo afectivo de las situaciones y la capacidad emotiva de la música pueden y deben hacer que el espectador acabe por sentir en su interior el dolor de Cio-Cio-San hasta notar cómo saltan sus lágrimas. Pero esto no es posible cuando se interponen tantos niveles narrativos colaterales: las pantallas con su lenguaje visual, el personal de filmación, el back stage y el decorado claramente separado del resto del escenario nos repiten una y una otra vez que todo es ficción. Y así es difícil sentirse conmovidos.

Halffter firmó una de sus direcciones operísticas más perfiladas, detallistas y delicadas. Controló en todo momento las dinámicas para establecer el necesario equilibrio con las voces, a la vez que subrayó tanto los momentos de mayor intensidad como las frases más delicadas (el acompañamioento de la lectura de la carta, por ejemplo).

Vassileva anunció su llegada a escena con una voz tremolante y con una zona aguda muy insegura. Ganó firmeza en la emisión y convicción dramática ya en el segundo acto, pero siguió evidenciando una voz muy engolada, de dicción imposible, bajo nivel de proyección y con agudos calantes cuando eran atacados en piano. Sandoval padeció el mismo engolamiento y falta de brillo, además de un fraseo exagerado y demasiado enfático, con agudos muy estrangulados. En la primera escena era evidente que su voz no corría, a diferencia de la de Atxalandabaso, un ejemplo de emisión y control, todo un lujo para el papel y merecedor de volver con empeños más ambiciosos. Contundencia y profundidad no faltaron en la siempre seductora voz de Rodríguez Cusì, que tendía a comerse la de Vassileva y que sabía bajar a la zona grave sin cambiar el color. A pesar de su tendencia acusada a la oscilación, la voz de Ódena llenaba la sala de forma impactante, al igual que la de otro habitual del Maestranza como Latorre, siempre rotundo en el registro grave. Magnífica la orquesta en todas sus secciones y muy bien de empaste el coro.

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