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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Cultura

Dos mundos en uno

2º Programa de abono. Solista: Alban Gerhardt, violonchelo. Director: Frank Beermann. Programa: 'Con brio' de Jörg Widmann; Concierto para violonchelo en si menor Op.104 y Sinfonía nº9 en mi menor Op.95 'Del Nuevo Mundo' de Antonin Dvorák. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 4 de octubre. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Va siendo cada vez menos habitual la inclusión de música actual en los programas de abono de la ROSS, así que hay que agradecer esta pieza de Jörg Widmann (1973), uno de los compositores alemanes más interesantes de su generación, que mantiene en su obra un permanente diálogo dialéctico con la historia, como volvió a demostrar en este Con brio, una obertura de concierto datada en 2008 en la que se dedica a deconstruir (desintegrar diría Xavier Montsalvatge) música de Beethoven, y lo hace con sentido, originalidad y una fuerza expresiva que solo se intuyó en una interpretación que resultó poco más que un compromiso.

El violonchelista Alban Gerhardt mostró técnica impecable y sonido hermoso y homogéneo, que tendía a lo ensoñador en los pasajes líricos, pero quedaba algo corto en variedad de colores y dinámicas en las partes más aguerridas del célebre Concierto de Dvorák, que quedó así un poco limitado en su expresión romántica, afectado también por un acompañamiento de ejecución no especialmente precisa.

La transformación tras el descanso fue por ello muy celebrada: en los atriles volvía a estar una partitura de Dvorák, la más popular en este caso, la Sinfonía nº9, pero la orquesta fue otra. Frank Beermann, conocido ya de otros años en el podio maestrante, soltó por fin el lastre y ofreció una interpretación que si no llegó a lo memorable se debió a detalles ocasionales: pequeñas pérdidas de prestancia en los violines en el tercer movimiento, algún desajuste de los metales en el final... Todo lo demás fue más que notable: el riquísimo fraseo, cuajado de detalles, el empaste, la flexibilidad de un tempo nunca caprichoso, la tensión perfectamente calibrada de cada crescendo, el equilibrio y la transparencia, que permitió escuchar a unos excepcionales solitas de madera en el Largo y a una cuerda que sonó tan clara y profunda como en las mejores noches de la ROSS.

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