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Cultura

Beethoven en el espejo de Mozart

XXIII Ciclo de Música de Cámara de la ROSS. Programa: Quinteto para piano e instrumentos de viento en Mi bemol mayor KV 452, de W. A. Mozart; Quinteto para piano e instrumentos de viento en Mi bemol mayor op. 16, de L. van Beethoven. Intérpretes: Sarah Roper (oboe), Miguel Domínguez (clarinete), Juan M. Rico (fagot), Javier Rizo (trompa) y Javier Perianes (piano). Fecha: Domingo, 9 de junio. Lugar: Teatro de la Maestranza (Sala Manuel García). Aforo: Lleno.

No podía haber tenido mejor cierre este ciclo de cámara. Ante todo hay que agradecer a Richard Johnson y Victoria Staples su generoso patrocino (que permitirá que el año que viene sean nueve en vez seis los conciertos programados); a los músicos de la Sinfónica su entrega y entusiasmo y a Javier Perianes el haber hecho del Maestranza su casa de acogida durante esta temporada. Dada su carrera internacional como solista, no es fácil ficharlo para un programa de cámara. Todo un privilegio para quienes se acercaron ayer al Maestranza para cosechar un nuevo concierto para el recuerdo.

El programa no podía ser más atractivo, con cantidad de referencias cruzadas entre el maduro Mozart de 1784 y el joven Beethoven de 1796, en dos composiciones que parecen mirarse a un lado y otro de un espejo sonoro. Perianes nos volvió a asombrar por su capacidad de adentrarse en las entrañas de las partituras para encontrar nuevas posibilidades expresivas y perfilar una interpretación novedosa, llena de detalles insospechados, como si fuera la primera vez que escuchásemos estos quintetos. Bastó escuchar la primera frase del Largo de Mozart para saber que los cinco músicos estaban recreándose, degustando y paladeando cada nota de esa frase, deteniéndose en los acentos, demorando las ligaduras entre las notas, sin romper el legato, pero permitiéndonos maravillarnos ante esa melodía que iba pasando de uno a otro instrumento. El cuarteto de viento consiguió un gran empaste y aprovecharon sus pasajes solistas para demostrar su musicalidad y su infinita paleta de matices en la línea de canto. Prueba de ello fue un Andante cantabile de Beethoven soñado más que interpretado, con impresionante carga de poesía y una complicidad admirable.

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