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Cultura

Silencio y oscuridad en el adiós

XXIV Temporada de conciertos de abono. Programa: Sinfonía nº 9 en Re mayor, de Gustav Mahler. Director: Pedro Halffter. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 26 de junio. Aforo: Casi lleno.

Es como si Mahler no hubiese querido terminar nunca su novena sinfonía, como si temiese cruzar el umbral maldito del número nueve que otros compositores no consiguieron traspasar. Pero al mismo tiempo podemos casi ver al compositor aferrándose, sin acritud pero con tristeza contenida y asumida, a los últimos adioses a la vida, repitiendo una y otra vez la misma frase de acuciante despedida, cada vez más tenue, más retenida, dejando morir en una gradación casi imperceptible las preguntas sin respuesta de las cuerdas. Halffter acentuó aún más ese aire de adiós definitivo, magníficamente retenido por su mano y magistralmente graduado hasta superar los umbrales del pianissimo, mediante la atenuación lenta y agónica de las luces del escenario, hasta dejar la sala iluminada con sólo los flexos de los atriles y, finalmente, en absoluta oscuridad una vez se extinguió el último eco de la postrera nota de las cuerdas.

Y por una vez el público contuvo su pulsión por aplaudir y dejó que el silencio adquiriese presencia dramática por unos segundos, entendiendo que tras una música de tal descarnamiento no cabe sino el silencio de la congoja. Fue ese Adagio lo mejor de una versión ya de por sí muy bien trabajada por Halffter, muy interiorizada en su clima anímico y muy equilibrada en las transiciones, muy graduadas en las dinámicas, sin tirones ni explosiones efectistas, y sin dejarse llevar por la locura decibélica. Por el contrario, hizo de la ROSS un instrumento de gran compacidad y empaste, de una bella calidez en las cuerdas y de una contenida rudeza en los metales. Una bella despedida, aunque esperamos escuchar alguna vez la reconstruída décima.

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