El estilo sí importa

Crítica de Música

Andrés Moreno Mengíbar

02 de agosto 2015 - 05:00

MILLENIUM ARTS TRIO

Noches en los Jardines del Alcázar. Programa: Obras de W. A. Mozart, F. J. Haydn, F. Schubert y L. van Beethoven. Intérpretes: Vladimir Dmitrienco (violín), José Mª Ferrer (viola) y Nonna Natsvlishvili (violonchelo). Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 31 de julio. Aforo: Lleno.

Contaba Dmitrienco al final del concierto que en una reciente conversación el director Valery Gergiev, preguntado sobre el uso del vibrato en Bach y Mozart, respondió que mientras al público le gustase daba lo mismo y que no había que hacer caso de los críticos. A eso lo podríamos llamar populismo musicológico, pues se carga de un plumazo todo lo investigado hasta el momento sobre las técnicas históricas de interpretación y establece como único criterio de validez el gusto de un público que por norma general suele estar poco informado de estas cuestiones. Y esto lo comentó el violinista moldavo tras haber dado como propina el aria de las Variaciones Goldberg muy en estilo barroco, sin vibrato, con arcos cortos y trinos ornamentados. Sí, pero también tras una música de Mozart excesivamente cargada de vibrato, lo que ya no cuadra tanto. Sin ir más lejos, el propio padre de Mozart advertía en su tratado de violín contra los violinistas que abusaban del vibrato "como si tuviesen parálisis".

Cuestiones técnicas al margen, el Millenium Arts Trio ofreció un muy bien organizado programa que tenía como columna vertebral los adagios y fugas de Mozart sobre temas originales de Bach, obras de una gran profundidad y muy sugerentes que sonaron con gran brillantez gracias a un notable empaste entre los tres instrumentos (aunque la amplificación debería haberle dado algo más de relieve al chelo) y a una gran claridad en las texturas, en especial durante unas fugas atacadas con tiempos vivos y bien sostenidos. El trío de Haydn, con un Dmitrienco brillante como siempre, fue una muestra de detallismo en la articulación y en el fraseo, destacando la suave transición hacia el trío en el minueto. A un Schubert algo lento y poco acentuado siguió como colofón un Beethoven enérgico, con gran variedad de golpes de arco y de dinámicas, pero de texturas transparentes.

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