Crítica de Música

Guitarras al aire español

franco & rivera

'Noches en los Jardines del Alcázar. Intérpretes: Manolo Franco y Juan Carlos Rivera. Programa: 'Remembranzas y encuentros'. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Jueves 6 de agosto. Aforo: Lleno.

Una de las muchas funciones que ha este ciclo en la vida cultural sevillana ha sido la de servir de taller experimental, de punto de encuentro entre estilos musicales diferentes, a veces casi opuestos, con todo lo que en ello hay de riesgo y de excitación. En los últimos años las relaciones entre flamenco y barroco han sido puestas en valor y destacadas por musicólogos e intérpretes diversos, y hoy no es infrecuente ver intérpretes barrocos y flamencos compartiendo escenario en espectáculos compartidos (el mismo Manolo Franco en el Flamenco sacro con la OBS de la última Bienal, o Juan Carlos Rivera con Eva Yerbabuena en las Santas de Zurbarán), pero yo nunca había tenido la ocasión de asistir a un duelo interpretativo exclusivo entre guitarras de una y otra tradición.

La ocasión era excepcional, pues sus protagonistas lo son, dos sevillanos de reconocida e irreprochable trayectoria en sus respectivos campos, que se alternaron y mezclaron los sonidos de sus instrumentos en un programa de danzas con algunos rasgos rítmicos en común cuando no una evolución histórica de raíces compartidas, como los aires de ida y vuelta, que trajeron ese típico olor a América en la Guajira que tocó Manolo Franco, o incluso a África, en los Zarambeques que cerraron el recital.

Partiendo de una sugestiva mezcla tímbrica, Franco y Rivera mostraron que sus planteamientos musicales están cercanos, pues son dos intérpretes que se apoyan antes en el refinamiento, la claridad y la belleza del sonido que en la pasión, el exceso o el deslumbramiento virtuosístico. Su principal interés parece dirigirse a destramar con transparencia los hilos que tejen sus músicas (maravillosos a este respecto las Marionas de Guerau o los intrincados Pasacalles de Murcia que tocó Rivera tanto como la Soleá que hizo Franco), apoyarse en la serenidad antes que en el arrebato, destilar con absoluta naturalidad los matices más nimios de ritmos y melodías, desvelando las sombras a menudo escondidas entre las notas. Son clásicos antes que románticos.

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