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Crítica de Música

Amigos del clarinete

CLAN SONADORS

XVI Noches en los Jardines del Real Alcázar. Clan Sonadors: Diego Montes, clarinete y clarinete di bassetto; Leonardo Rossi, violín I; Carmen Moreno, violín II; Pablo Travé, viola; Carlos García, violonchelo. Programa: Quinteto para clarinete y cuerdas en la mayor KV581 de Mozart; Quinteto para clarinete y cuerdas en si bemol mayor Op.34 de Weber. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Martes 11 de agosto. Aforo: Casi lleno.

Afincado desde hace unos años en Sevilla, el argentino Diego Montes es uno de esos intérpretes que se dedican al mundo de los clarinetes históricos, un universo fascinante, pues el instrumento, creado a principios del XVIII, conoció a finales de ese siglo una notable y singular evolución, gracias entre otras cosas al trabajo conjunto de tres amigos que coincidieron en Viena, el compositor Mozart, el clarinetista Stadler y el constructor Lodz, responsable último del clarinete di bassetto, un artefacto que ampliaba el registro grave del instrumento y para el que Mozart escribió su famoso Concierto y su delicioso Quinteto.

Esta obra fue ofrecida por Clan Sonadors en una versión llena de vigor, pujanza, contrastes y aristas. Quizás el cuarteto de cuerdas no sonara con el empaste habitual de los cuartetos estables, presentara momentos de afinación inestable y no faltaran algunas irregularidades en sus ataques, pero su interpretación estuvo llena de vitalidad y energía, con pasajes de gran emotividad, como en el nocturnal Adagio, en el que Montes mostró una sugerente elocuencia, otros de inefable gracia mozartiana, como en el segundo trío del minueto, con un diálogo entre el clarinete y el violín de Rossi de una flexibilidad elegantísima, y otros de auténtico drama, como en el arranque impetuoso del Allegro de salida. En la segunda parte, apretados por el tiempo, el conjunto tocó sólo tres movimientos del Quinteto de Weber (se saltaron el minueto), con la misma tensión y vigor de la obra mozartiana, un rondó ágil y exuberante y un Adagio que valió a Diego Montes para ofrecer, a partir de un fraseo de gran ductilidad, unas delicadísimas matizaciones en las gamas dinámicas más leves, auténtica orfebrería de viento.

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