Crítica de Música

Virtuosismo y color frente a introspección

rovshan mamedkuliev / florian larousse

VI Festival de la Guitarra de Sevilla. Intérpretes y programas: Rovshan Mamedkuliev, guitarra (obras de Miguel Llobet, Stepan Rak, Fikret Amirov, Sergey Rudnev y Francisco Tárrega); Florian Larousse, guitarra (obras de John Dowland, Giulio Regondi y Toru Takemitsu). Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha: Martes 20 de octubre. Asistentes: Unas 60 personas.

Una vez más, el Festival de la Guitarra ofreció un doble concierto con intérpretes de caracteres muy diferentes, casi opuestos cabría decir. Tocó primero el turno al azerí Rovshan Mamedkuliev (Bakú, 1986), que sondeó de forma muy especial en los colores de la guitarra con un recital lleno de pasión, brillo y virtuosismo, que si se abrió con algunas dudas (demasiados roces) en los primeros compases de la Folía de Llobet, se fue afianzando con obras poco conocidas de músicos del este de Europa, ese Homenaje a Tárrega del checo Rak, lleno de rasgueos y polifonía, que sonó siempre clara, las miniaturas de su compatriota Amirov, en las que logró una extraordinaria variedad de atmósferas, y una pieza de origen folclórico del ruso Rudnev, con sus imitaciones rústicas. Para el final la Gran jota de Concierto de Tárrega reafirmó, con sus siempre vistosos efectos tímbricos, el virtuosismo y el dominio del color del instrumento por parte del intérprete, que cerró fuera de programa con una de las Danzas españolas de La vida breve de Falla.

En la segunda parte, tocó el turno al francés Florian Larousse (Moissy-Cramayel, 1988), ganador el año pasado del Concurso de este mismo Festival, parte de cuyo premio era la participación en esta nueva edición. Como ya mostrara hace un año, es Larousse músico de talante introspectivo y sereno, finísimo en la digitación, muy elegante y musical en el fraseo, lo que se reflejó en la misma elección del programa, que empezó con unas piezas de Dowland tocadas con una clase infinita, alcanzando momentos casi de susurro extático en el Semper Dowland, semper dolens. Siguió Introducción y Capricho de Regondi en una interpretación matizadísima y controlada al mínimo detalle y acabó con un Takemitsu (In the woods) reflexivo, meditativo, lírico, puro aire, fluida levedad hecha sonido.

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