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'Adagio tour' llega al auditorio rocío jurado 3.000 personas aplaudieron la puesta en escena

La 'pantera' lima sus uñas

  • Mónica Naranjo supera con buena nota la adaptación de algunos de los temas de su repertorio al sonido clásico de la orquesta sinfónica con la que actuó en Sevilla

Cuando una figura de la música ha conseguido llegar a lo más alto, cuando ha creado un estilo que aplauden millones de seguidores, cuando es consciente de que su paso a la historia está garantizado... ¿Qué le queda? Parodiarse a sí misma, deconstruirse para volverse a construir y, en definitiva, navegar entre los mares de excesos que le han llevado a convertirse en la que es o, acaso, en la que fue. A todos los grandes les ha pasado y, a todos los grandes les pasará. Llámense Raphael, Monserrat Caballé, Cher, Madonna o Rocío Jurado -a quien nuestra protagonista, por cierto, dedicó su concierto del viernes por la noche en el Auditorio que lleva el nombre de la chipionera-, todos acaban pasando por el mismo destino. Mónica Naranjo, heredera de la estirpe de los anteriormente mencionados, no podía ser menos que sus antecesores.

Así, la diva ha decidido ahora dejarse acompañar por una sinfónica y recrear bajo su sonido orquestal algunas de las melodías de su trayectoria que mejor se adaptan al concepto timburtoniano, tanto en sonido como en imagen, del que ha querido revestir una nueva propuesta escénica titulada Adagio Tour.

Amparados por esta nueva filosofía no faltan sobre todo cortes de su último trabajo discográfico, Tarántula, como Europa o Kambalaya, junto a otros clásicos como Desátame, Qué imposible, o, justo con el que cerró el espectáculo, Ámame o Déjame. Durante todos ellos, la pantera de Figueras demostró que su dominio y técnicas vocales son impresionantes y que, suavizando su agresividad habitual, resulta, en conjunto, mucho más llevadera.

De eso dieron buena cuenta las 3.000 personas que acudieron a la cita y que, en cada uno de los temas, se levantaron a aplaudir las emociones de un ídolo que, en bastantes de sus propuestas realizadas en los últimos tiempos, recuerda a la siempre etérea Sarah Brightman, a la que, lo mismo vemos colgada de arneses volando sobre su público y regalando sus altos de soprano que en la catedral de Viena entonando El Fantasma de la ópera. Cuando el diablo se aburre... ya sabemos lo que sucede.

Con tres cambios de ropa durante su presentación, nuestra Mónica hizo lo que se esperaba que hiciera. Lloró al intentar entonar las notas del Punto de partida de su "comadre", la "Jurado"; sufrió por los amores perdidos; coqueteó con ritmos tangueros en algunas de sus versiones y hasta sacó la impostura de niña con la que abofeteó la conciencia de los poderosos en Usted. No obstante, lo más importante es que "la del pelo de dos colores", como ella misma se recordó en relación a sus primeros tiempos, cantó. Y muy bien. Por eso, como al resto de sus compañeros del Parnaso artístico, se le perdona cualquier cosa. Al fin y al cabo, ellos pueden. Nosotros, no.

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