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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Crítica teatro

El futuro según Els Joglars

2036 Omena-G. De Albert Boadella. Els Joglars. Dirección: Albert Boadella. Reparto: Jesús Agelet, Jordi Costa, Ramon Fontserè, Minnie Marx, Lluís Olivé, Pilar Sáenz, Xavi Sais, Dolors Tuneu. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: 11 de febrero. Aforo: Lleno.

No, en el 2036 no se sigue hablando de las setas de la Encarnación, sino del 75 aniversario de Els Joglars, una compañía que tuvo cierta importancia en la antigua España y que habla en español antiguo. Todos los actores de la compañía -excepto Boadella, que desgraciadamente ha muerto- se enfrentan a este homenaje intentando mantener la dignidad pero apenas lográndolo pues el mundo ha cambiado tanto, y a peor, y ellos son tan viejos y se sienten tan torpes que dudan si podrán acabar la función que han preparado para conmemorar el aniversario. Hasta aquí todas la expectativas en alto.

Así que todo es una gran función dentro de otra función que intenta explicar quiénes son esos viejos y de qué mundo vienen. Y este es el pliegue que aprovecha Boadella para chasquear la lengua y hacer volar de nuevo el látigo sobre al tontería nacional, que tiene una espalda grande, grande, infinita casi. Las dianas de sus críticas siguen siendo las mismas, pero no por recurrentes dejan de tener la gracia de la gamberrada: todos los progres, por supuesto, los de la ceja, los de la SGAE, tan de moda, y la moda, por supuesto, los malos políticos, el nacionalismo. En fin, casi una parodia de la parodia. En este mundo futuro puedes vivir en la calle Sonsoles Espinosa, o en la avenida Joaquín Sabina, viajar y disfrutar de los medicamentos gracias al patrocinio de La Cacha, entidad bancaria que lo patrocina todo.

Pero, claro, el mundo es infinito y la descripción de este mundo futuro casi lo es también. En el reality show que han organizado para el homenaje a la compañía se acumulan las escenas de forma un poco inconexas, y con altibajos preocupantes que ya estaban presentes en La cena.

Pero es una delicia ver a estos actores, y es una higiene mental tan buena entablar este diálogo con Els Joglars que la sola expectativa, tan sólo esperar el siguiente giro de humor, es ya entretenido y merece la pena. Sobre todo teniendo en cuenta que, y esto es lo que más me llamó la atención y lo que más me gustó, ésta es una obra triste que habla de una ancianidad olvidada, manipulada y humillada. Y de repente, en medio de la parodia, la crítica o la meada directa sobre algo o alguien, uno se ve asistiendo a la exposición de las frustraciones de los actores: quien quiso ser bailarina, quien quiso dirigir una sinfónica, quien soñó ser el príncipe de Salina mientras bailaba con Claudia Cardinale. Es emocionante.

Els Joglars son Els Joglars. No defraudan porque son irrepetibles, los queremos y queremos más. Sí, es un teatro peculiar, provocador, a la contra, que dispara a veces sin ton ni son pero tan necesario hoy como lo fue con Franco. Y porque es un teatro tan inagotable como la propia estupidez humana.

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