Arte

Cada cuadro cuenta una historia

  • El CAAC dedica una colectiva a un grupo de pintores tan incomprendidos por la mayoría como alabados por unos cuantos y cuyo legado es aún objeto de debate

Durante años, un cuadro, Grupo de personas en un atrio o alegoría del arte y de la vida o del presente y del futuro, pintado por Guillermo Pérez Villalta en 1975, y una serie de relatos parciales tanto de los artistas, galeristas y críticos que aparecen retratados en el cuadro como de otros que estaban al margen han construido la imagen de la Nueva Figuración Madrileña de los años 70. Aquí teníamos más noticias porque muchos de sus participantes (Pérez Villalta, Chema Cobo, Quejido, Gordillo) eran andaluces o se habían criado en Andalucía (Alcolea) pero hacía falta una exposición que contextualizara adecuadamente las obras de ese periodo y valorara la importancia del mismo. La exposición Los Esquizos de Madrid, llamados así por el grupo Trama de Barcelona, es el más completo intento de aclarar el contexto y las relaciones entre los protagonistas de esa historia coral.

A pesar del cuadro de Pérez Villalta, no existe idea de grupo, al menos de forma programática, y sólo la apuesta por la pintura y además una pintura figurativa, cuando las prácticas conceptuales habían decretado su obsolescencia, junto a la renuncia del compromiso explícito en la lucha política durante los últimos años de franquismo, puede servirnos de marco seguro para agruparlos. "Si la pintura está muerta, nosotros necrófilos", diría Alcolea, mientras Herminio Molero justificaría la falta de compromiso político por actuar como si Franco ya estuviera muerto. La situación de partida puede resumirse en el hastío que les producía el arte que se hacía en España y, sobre todo, por cómo se hacía, un arte que no tenía sentido sino no era destinado a dar testimonio de la lucha social y política.

El ejemplo de Luis Gordillo, el aliento de Juan Antonio Aguirre y de galerías como Amadís, Buades o Vandrés, fabricaron el marco mínimo donde poder desarrollar una pintura que tenía el valor iluminador de lo nuevo, de lo moderno o incluso lo neomoderno, algo que ellos creaban a la vez que lo imaginaban. Funcionaban como detectives ilustrados en búsqueda de la imagen sepultada por la veta racial del informalismo hispano y negada por el conceptual; la imagen-escenario donde sus vidas y pasiones podrían tener lugar, el cuadro convertido en acontecimiento, algo que cohesionaba a personalidades afines pero diferenciadas. Fue también esquizoide porque mezclaron, desde la consciencia de pertenecer a una cultura de élite, referencias de la alta cultura con manifestaciones de la cultura popular del momento, sin olvidar la trascendencia de los sucesos personales y cotidianos. En ese entramado de mitos artísticos y alusiones personales, Matisse, Duchamp, Chirico, Dalí, Hockney, Kitaj, Ruscha, Alex Katz, Stella o Guerrero convivían con Hendrix, Bowie, Roxy Music, la Incredible String Band o Walt Disney.

Igual que otras manifestaciones insólitas entonces, como el primer disco de Veneno (1977) o Arrebato (1979), la película de Iván Zulueta, fueron tan incomprendidos por la mayoría como alabados por unos cuantos y aun hoy no está muy claro su legado. Es indudable que aportaron la idea de una cierta modernidad posible en la España triste del franquismo y que contribuyeron a situar el país en Europa aunque sólo fuera por su influencia en la después banalizada movida madrileña, pero aún hay discusiones sobre si la Nueva Figuración Madrileña fue un anacronismo histórico sin sentido o un avance del postmodernismo que se avecinaba. En cualquier caso, la evolución personal de los artistas y la vuelta internacional a la pintura en los 80, acabó con la Nueva Figuración Madrileña como grupo.

El retrato colectivo de Pérez Villalta permanece como referencia del grupo, pero esta exposición, más reducida en Sevilla que cuando se exhibió el verano pasado en Madrid, y donde es de lamentar la poca representación que tiene Rafael Pérez Mínguez, ofrece la posibilidad de conocer mejor las obras de ese periodo y la oportunidad de repensar la cuestión de su trascendencia. Para ello, el muy documentado catálogo es imprescindible.

Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Sevilla. Hasta el 16 de Mayo.

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