Cultura

Apostar por lo incómodo

De Federico García Lorca. Compañía de Manuel Monteagudo. Dirección: Antonio Campos. Dramaturgia: Manuel Monteagudo. Intérpretes: Manuel Monteagudo, Amparo Marín. Escenografía: José María Sánchez Rey. Iluminación: Antonio Alonso. Vestuario: Cristina Simón. Lugar: Sala La Fundición. Fecha: Viernes 12. Aforo: Medio lleno.

Hacer hoy Así que pasen cinco años es un reto aún mayor que hacerlo en los años 30, que al fin y al cabo era una época donde convivían muchas clases de teatro y el arte dramático estaba en el centro de la discusión artística. En España, aunque con diferencias claras sobre todo de aceptación por parte del público y la crítica, había sitio para Benavente y los realistas más chuscos y sitio para Valle y los renovadores. Entre ellos Lorca, claro, que es nuestra vanguardia histórica y que, una vez ganado el respeto con sus obras rurales, se dedicó a escribir y montar el teatro que le parecía más cercano a la expresión de su tiempo y su alma. Aquí radica lo moderno y lo grande de Lorca y no en el poeta gitano, del que huyó a Nueva York. ¿Y cuál es la expresión de su tiempo? Pues esa renovación del teatro y, por medio de él, de las conciencias ancladas en los valores y la estupidez del pastiche decimonónico; y hacerlo mediante un lenguaje nuevo, surrealista y lírico, que llegue al público y lo eduque nuevamente. Por eso, por eso, recomiendo ir a la adaptación que la Compañía de Manuel Monteagudo está haciendo de Así que pasen cinco años en La Fundición. Porque va a encontrarse con un tipo de teatro que hoy es difícil de encontrar en otro sitio. Sí, es una obra incómoda, sí, es una obra en la que no hay trama, sí, parece que va contra el público, contra pasarlo bien, sí, sí, es el antiteatro, el teatro que dispara contra el arte bienintencionado, pulcro, de risa fácil -hoy lo tenemos en casi todas nuestras salas independientes como en los años 30 tenían a los Álvarez Quintero-. Y lo hace mediante la parodia y la poesía, mediante lo descarnado y lo autobiográfico. Aquí está Lorca mostrándose en carne viva. Y conste que me abruma y me supera y me saca muchas veces de la obra esa constante alegoría y el verso de flores y todos los tics -que los tenía y graves- del granadino. Pero tiene tanta fuerza el mundo que crea, que te va introduciendo en su pesadilla, poco a poco. Y eso es mérito también de Amparo Marín y Manuel Monteagudo, los dos actores que se encargan de dar vida a los diecipico personajes de la obra original, un esfuerzo de condensación que confunde y es algo desordenado al principio pero que se va llevando mejor conforme avanza la obra. Ese es otro de los méritos de este montaje, el in crescendo que experimenta y que nos lleva a preguntarnos si no sería más conveniente que desde el principio, antes de que empiece la obra, la sala estuviese preparada para entrar en un nuevo mundo evitando música y luz de multicine.

El sencillo atrezo, la arena, el guiño a América, la voz de Amparo Marín -¡guau!-, el juego de máscaras, la música y las canciones, la altura interpretativa sobre todo cuando Monteagudo asume el rol ingenuo del niño o el paródico de galán de salón, son otros atractivos de esta adaptación que no gustará a la mayoría pero que es tan necesaria y tiene tanta vigencia hoy como entonces.

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