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De poco un todo

Enrique García-Máiquez

Desventuras de una peseta

LA política monetaria preocupaba muchísimo a Julio Camba y Josep Pla. Sorprendía en dos escritores de pura raza, capaces de extenuar sus fuerzas productivas tras un adjetivo impagable, un interés tan vivo, más propio de Milton Friedman, Friedrich von Hayek o Ludwig von Mises. ¿Dedicarse a la literatura no implica -me preguntaba yo- cierta indiferencia por el vil metal? Verdad que en las grandes novelas se pasan las veladas cuchicheando sobre dotes, ruinas, herencias y negocios; pero la narrativa es la rama más rentable de la literatura. Los columnistas Camba y Pla, sin embargo, indiferentes a mi extrañeza, avisaban constantemente de los peligros de la inflación y de la deuda, y de la importancia de una moneda fuerte. Por eso desconfiaban de las revoluciones y otros inventos, y apoyaban gobiernos estables y sensatos.

Cuando la crisis del euro amenaza con hundirnos, hay un nuevo motivo para volver la vista a los maestros, y admirarlos y seguir aprendiendo. Los columnistas actuales dejamos la reflexión a los economistas especializados, como si la cosa no fuese con el hombre común, y nos abandonamos a cierta querencia por las gracietas sobre la prima del sr. Riesgo, por ejemplo, o a una lectura en clave política, con Zapatero como centro de todas las vueltas que le damos al asunto. Pero la situación es más compleja, como demuestra que la renuncia de Zapatero, primero, y el adelanto electoral, después, no hayan mejorado nada nuestra situación en los mercados. Rajoy, que ha basado su oposición en la denuncia (justificada) de la ineptitud del presidente, ahora que ya no le queda presidente y que esto sigue cuesta abajo, a ver qué hace.

Se entienden entonces de golpe y porrazo la seriedad, la claridad y el sentido común de Pla y Camba, grandes humoristas, por otra parte, pero con otras cosas. Ambos habían asistido a graves depreciaciones en los países donde habían trabajado como corresponsales, y sabían que la fortaleza de una moneda y la laboriosidad de un país son fundamentales para poder dedicarse después con tranquilidad a escribir sobre los caracoles o sobre los langostinos. Camba publicó un libro entero, Las aventuras de una peseta, encaramado a la atalaya que una divisa importante le proporcionaba para observar Europa.

Si yo fuese director de periódico abría ahora mismo una sección dedicada a entresacar de las literaturas de ambos sus lúcidas explicaciones económicas. O mandaba a alguien (a mí, sin ir más lejos) inmediatamente a Grecia de enviado especial a hacer un reportaje sobre la vida cotidiana después de una intervención. Pocas informaciones de mayor interés.

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