La ciudad y los días

carlos / colón

Ciudad desnuda

LA memoria técnica del proyecto de las obras de Almirante Lobo que han supuesto otro arboricidio, además de abundar en las razones "técnicas" sobre los problemas que los árboles planteaban a la propia ejecución de la obra, incluía este párrafo merecedor de un Cervantes, un Nobel, un Goncourt o un Pulitzer de la catetada hortera: "Bastante caótica en su colocación, [la arboleda] no presenta muy buen estado en muchos casos e impide además las vistas de la Torre del Oro desde la Puerta de Jerez".

Sevilla pura. Sevilla destilada. El alma reseca y muerta de Sevilla puesta por escrito. Un milagro. El Ocnos de los horteras. El Los cielos que perdimos o el Sevilla en los labios de los catetos. El La ciudad de los literalmente desalmados (privados de espíritu). Algo imposible de superarse.

Está bien de lo "caótica en su colocación". Está aún mejor lo de que "no presenta muy buen estado en muchos casos" (y tanto, como que no se cuidan: día a día, mes a mes, año a año vemos enfermar árboles de gran porte sin que se tomen medidas para sanarlos hasta que es demasiado tarde, se certifica su peligrosidad y se talan). Pero lo supremo, el argumento definitivo por más sevillanamente cateto, es que los árboles "impiden las vistas de la Torre del Oro". ¡Olé! ¡Ésta es mi Sevilla! La que por el lado franquista se cargó los árboles del Salvador porque quitaban la vista de la parroquia y amenazaban sus cimientos. La que por el lado socialista se cargó los árboles del Hospital de las Cinco Llagas y del Palacio de San Telmo para que resplandecieran sin molestos estorbos verdes los remozados monumentos. La que por el lado popular ha talado los árboles de Almirante Lobo, entre otras cosas, porque impedían las vistas de la Torre del Oro.

Alfredo y Juan Ignacio juegan a la rueda en torno al Cristina. Uno cortó los árboles de la Avenida y arrasó la Puerta de Jerez y el Paseo de Cristina, incluida la Fuente de los Poetas del 27 que dejó allí el señor Barrionuevo, artífice de la "recuperación del entorno del Cristina" (así hay que llamarlo desde el apparat de la Sevilla culta y progresista). El otro ha dejado Almirante Lobo como una bola de billar. Ya se puede ver la Torre de Oro tan lindamente como la fachada de San Telmo, sin que ningún estúpido árbol lo impida. Ojalá vinieran los Ents de Tolkien, los grandes y sabios pastores de árboles, y les dieran a estos Saruman lo que se merecen.

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