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Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

El malo es el vecino de arriba

EL pasado martes, en un desayuno informativo organizado por este periódico, y en el que volvió a demostrar su enorme poder de convocatoria, el alcalde de Sevilla afirmó que considera cumplido el 80% de los compromisos que había adquirido con los sevillanos. No tengo motivos para dudar de que el balance de Juan Ignacio Zoido está sustentado en realidades y dentro de unos meses serán los ciudadanos los que deberán valorar en las urnas ese grado de cumplimiento y si han servido o no para transformar la ciudad en el grado que él prometió cuando llegó al poder en 2011. He sostenido varias veces en esta columna que el problema de Zoido no es primordialmente de gestión. Es más bien de expectativas defraudadas. El alcalde llegó al cargo con la mayoría más absoluta que se recuerda en Sevilla porque logró ilusionar a la ciudad como nunca antes, en la historia de la democracia, lo había hecho nadie. Luego la realidad se impuso y Juan Ignacio Zoido ha tenido que gobernar en la situación más comprometida para Sevilla de los últimos sesenta años y con las arcas municipales arrasadas. Pero no se trata aquí de hacer un balance de la actuación de Juan Ignacio Zoido al frente del Ayuntamiento, que tiempo habrá. Sí de subrayar que en el análisis del alcalde si el grado de ejecución de su programa no es aún más elevado se ha debido a que la oposición se la han hecho desde la Junta de Andalucía. La falta de ayudas a las que tenía derecho, la dilación de los trámites para la puesta en marcha de proyectos estratégicos o la paralización de alguno de ellos habría sido, según el alcalde, lo que ha recibido desde el Palacio de San Telmo. Hasta el punto de que Zoido no dudó en hablar de boicoteo de la Junta cuando se le preguntó expresamente por ello.

Sólo 48 horas después la presidenta de la Junta se subía a la tribuna del Parlamento para hacer balance de su primer año de gestión en el Debate sobre el estado de Andalucía. Allí, su mensaje fue simple: han sido las políticas impulsadas por Mariano Rajoy desde el Gobierno central las que han impedido imprimir un ritmo mayor al desarrollo andaluz. Políticas que se traducen en un trato financiero discriminatorio mientras se favorece abiertamente a otras comunidades como Cataluña y Valencia, hasta el punto de que si el Presupuesto andaluz naufraga hay que mirar "a la Moncloa y a Génova, y no a San Telmo". Díaz va más allá y llega a insinuar una operación de Madrid para asfixiar económicamente a Andalucía.

Dos discursos paralelos donde el malo es el vecino de arriba que no hace otra cosa que pensar en cómo fastidiar al de abajo. Vieja política, en definitiva, con la que ya es difícil calar en una opinión pública que asiste a estos espectáculos desde la indiferencia de los más y la indignación de los menos. El resultado de las elecciones europeas, el que obtiene Podemos en cuantos sondeos se han publicado desde entonces o la expectación que ha despertado en Sevilla el anuncio de que concurrirán a las municipales muestran bien a las claras que hay un modelo que ha quedado caduco y que nuevas vías de acción política se abren paso. Si nuestros líderes no aprenden la lección serán ellos los que quedarán fuera de juego.

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