SOBRARON dos minutos aquella noche con el Valencia para que a esta hora no alardee el Sevilla de haber cantado bingo tras cinco jornadas. Las cinco jornadas de arranque las ha rematado el Sevilla con sobresaliente y para matrícula de honor sobraron aquellos dos fatídicos minutos. Claro que tampoco tendrá quejas el equipo de Unai de que los partidos se alarguen, que hasta uno de sus eslóganes cuenta con el argumento de los descuentos.

Grandísimo Sevilla el que nos estalla en la cara una jornada sí y otra también. Lo último fue ganarle con la gorra a la Real Sociedad de San Sebastián y aún de Jagoba Arrasate. Llevó el partido como le vino en ganas y rara vez se le desbocó. Ganó a gorrazos a un equipo que en nada se parece al de campañas anteriores, como si con Ilarramendi, Bravo y Griezmann se le hubiese ido gran parte de su esencia. Al menos, es la impresión que daba estando tan a merced del rival.

Quien no viese el partido puede llamarse a engaño mirando a la precariedad del marcador, pero es que el resultado fue engañoso, sin nada que ver con lo que pasó sobre la hierba. Sólo se echa en falta aquellos dos puntos que se fueron con el gol del Valencia en las postrimerías del debut liguero. Sus registros tras cinco jornadas rompe marcas por doquier y da tanto pie al optimismo que las apuestas por un final en Champions se paga a precios ridículos, de saldo.

Y ese partido ganado con tanta solvencia fue mediante un equipo experimental salido de un fondo de armario envidiable. Genial cómo maneja el sistema rotatorio un Unai al que me imagino que ya no cuestionará ninguno de esos iluminados que dudaban de su capacidad. Y el gol lo hizo Deulofeu en un alarde de calidad y hasta Reyes, tan en entredicho, fue despedido en loor de multitud. Tiempos de vino y rosas para el Sevilla y su gente; ahora, el Atleti, ese enemigo tan enemigo.